Cuevas

En la cueva de Francisco Perona, vestigio de la antigua bodega de Juan Cuesta

Carlos Moreno | Sábado, 22 de Enero del 2022
{{Imagen.Descripcion}} Reportaje fotográfico de Francisco Navarro Reportaje fotográfico de Francisco Navarro

Guarda mucha historia la cueva que hoy hemos visitado los periodistas de La Voz de Tomelloso, junto a nuestro fiel experto, José María Díaz. Su propietario es Francisco Perona Gallardo y la cueva es la mitad de la antigua cueva de Juan Cuesta, el abuelo del que fuera alcalde de Tomelloso, Clemente Cuesta Santandreu, y padre del hombre que abriera una bodega en la avenida Antonio Huertas.

Jose, la mujer de Francisco, nos abre amablemente las puertas de su casa en la calle Maestro Torres, casi en la confluencia con el paseo de Ramón Ugena, para mostrarnos esta cueva que han querido cuidar y conservar. Accedemos por una entrada que tuvieron que construir expresamente. Una escalera impecable, en forma de ele, con los peldaños revestidos con suelo rústico y las paredes pintadas de blanco. Hay también un tramo de baranda de escayola.  Antes de llegar a la cueva nos encontraremos con el espacio que albergaba un trujal y que también sirvió de almacén a una antigua fábrica de lejía.

La cueva ha sido reforzada con unos largos pilares “puesto que unos pisos se meten unos metros en el espacio que ocupa la cueva y nos lo aconsejó el arquitecto. Esto provocó que tuvieran que romper las tinajas de una fila, para disgusto de mi suegro que quería conservarlas todas”, explica la propietaria que restaura muebles antiguos y siente aprecio por todo lo que tenga que ver con las tradiciones y raíces de la ciudad.

La cueva contiene ocho tinajas de barro con capacidad para 450 arrobas, numeradas y una de ellas con  las iniciales de la familia Cuesta. En una de las tinajas vemos el número 45, que indica que estábamos en una bodega de grandes dimensiones. En esta bodega fue donde pasó sus primeras horas la Virgen de las Viñas nada más llegar a la ciudad en ferrocarril en el año 1942.

La cueva, por tanto, es el doble de grande que lo que vemos. Las tinajas de barro son de las mayores, lo que nos permite situar la fecha en la que se pudo construir la cueva, en torno al año 1910. Llama la atención su empotrado y balaustrada de madera. El techo está en la pura tosca, horadado por dos lumbreras de desgarre trapezoidal. El suelo está enlucido en cemento y tiene un pocillo. José María destaca la ausencia de humedad en la cueva. La propietaria nos cuenta que una de las lumbreras esta justó debajo de una de las alcobas lo que le proporciona un aire acondicionado natural muy agradecido en verano.

La propietaria desearía llevar a cabo algunas reformas en la cueva, pero reconoce que hay dificultades para encontrar a personas especialistas en determinados oficios, además del coste económico que supone emprender cualquier obra. “Tendrían que darnos alguna subvención o ayuda para poder arreglarlas”, dice Jose.

Nos despedimos en una zona, la del paseo Ramón Ugena, donde se dan la mano muchas tradiciones de la ciudad: bodegas,  cuevas, alcoholeras, queserías, la antigua feria y el ferrocarril.

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