Mi abuelo solía decir de vez en cuando que la vida
es una mentira, y no, no estaba bombo, como acostumbramos a decir en la
Mancha. Mi abuelo era un hombre del campo muy trabajador, de una gran bondad y
mucho sentido común. Supongo que, resignado, recurría a esa frase tan elocuente
para expresar su frustración o su decepción al final de toda una vida de
trabajo y esfuerzo, de hambre y estrecheces en su intento por construir una
familia de bien.
Mi antepasado sentenciaba como un lamento que, la
vida es una mentira, y aquella máxima era un desahogo de impotencia frente
a la injusticia y la mentira que siempre estuvo instalada en la sociedad, no
sólo en aquella del siglo XX que él vivió. Ahora esa misma situación se repite
como si nada hubiese evolucionado.
Falsedades, engaños, embustes, trolas o mentiras las
hubo siempre y de todo tipo. Si echamos mano de la historia y de la hemeroteca
en particular, podremos comprobar la manipulación fotográfica sobre personajes
incómodos que fueron eliminados del retrato de algunos hechos relevantes de la
historia. Imágenes utilizadas como artimaña para trastocar o reconducir la
opinión de un pasado histórico. Qué opinar sobre las des-clasificaciones de
muchos documentos de relevancia, pasado el tiempo prudencial del secreto,
menudas sorpresas se revelan y cuántas mentiras salen a la luz cuando esos
papeles son accesibles para la opinión pública.
Pero no, no hace falta elucubrar sobre acontecimientos
pasados. Ahora estamos desbordados ante ese término anglosajón que son las
"fake news", con lo fácil que resulta decir noticias falsas, o
noticias mentirosas. Existen informaciones fraudulentas en todos los medios y
formatos, además con las nuevas tecnologías audiovisuales la noticia con sus
imágenes son más fáciles de alterar y, sobre todo, de difundir.
Por eso resulta tan complicado tener un criterio
propio, porque es muy difícil distinguir o averiguar qué es verdad o mentira en
medio de tanta información interesada.
Quizás lo único verdadero y real sea el dinero y el
poder, así que no me extraña que cada cual termine viviendo en su mentira
elegida, el magnate en su riqueza, el político en su discurso y el votante
empujado a la desidia o la ignorancia.
Sin darnos cuenta, sin apenas ser conscientes, trasmitimos
la presencia de la mentira en nuestras vidas. A los más pequeños lo hacemos a
través de canciones infantiles, con risas y palmas les tarareamos a nuestros
hijos y a nuestros nietos "Vamos a contar mentiras".
Ahora que vamos despacio, (bis)
vamos a contar mentiras, tralará, (bis)
Vamos a contar mentiras.
Por el mar corren las liebres, (bis)
por el monte las sardinas, tralará, (bis)
por el monte las sardinas.
Hechos ingenuos e irreales que, al pasar los años, se
convertirán en mentiras complejas que suenan a verdad, pero que no lo son.
Antes de perder la inocencia, un niño voceará: "Mentira
cochina", entonces le reprenderemos y le invitaremos a suavizar el
lenguaje, y le diremos que eso no se dice, que lo más correcto es decir: "Eso
no es verdad", una especie de eufemismo para atenuar la contundencia
de la palabra mentira, un término que nos acompañará durante la existencia.
Otra cosa son las excepciones, las llamadas mentiras
piadosas o pecadillos veniales para salir del atolladero. También, para
protegerse o preservar nuestra intimidad, es aconsejable utilizar el sabio
refranero que, para estas ocasiones, aconseja así: El que quiera saber,
mentiras en él o Al que quiera saber, poquito y al revés.
Me vengo arriba y fantaseo al hilo de la famosa canción
infantil. Me imagino las reuniones de políticos, consejeros, directivos y
asesores, gerifaltes de organismos e instituciones que
"supuestamente" trabajan para mejorar nuestras vidas. Me los supongo,
tan serios e importantes, entonando la cancioncilla de marras al iniciar sus
asambleas, sus congresos, sus juntas o sus comités, poniendo todo el entusiasmo
como si de un himno se tratase.
No sé si, como me decía mi abuelo, la vida es una
mentira, pero hay tanta confusión, tantas situaciones absurdas o contradictorias,
tanta incoherencia en los discursos y tantos disparates que ando desconcertado
y descreído, como si viviese en una ficción permanente o en una distopía como
dicen ahora los modernos.
Así que, para consolarme, o para evadirme, vuelvo al
pasado y escucho uno de aquellos viejos tangos de Gardel que versan sobre la
mentira y donde algún estribillo concuerda con la opinión de mi abuelo.
Verás que todo es mentira
Verás que nada es amor
Que al mundo nada le importa
Yira, yira
Globosonda: Texto para la Caja Negra del mes de
febrero del 2022.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Miércoles, 23 de Abril del 2025
Miércoles, 23 de Abril del 2025