Tan iguales y tan diferentes al mismo tiempo. Casi siempre que hablamos de las cuevas de Tomelloso asoma esta parodoja que viene a explicar los elementos comunes que presentan estas joyas subterráneas, pero cada una con su propia singularidad y sello diferenciador. Hoy visitamos la cueva de Tomasa Navarro, o mejor dicho, las cuevas, unidas por varios corredores que le dan un aspecto de laberinto con mucho encanto. Estamos en una cueva que pudo construirse en torno a 1880. La primera dueña fue la hermana de la abuela de la actual propietaria.
El tinajero, la arquitecta y el periodista acceden a la cueva por una escalera que nace en la cochera de la vivienda. Los peldaños presentan buen estado, excepto uno de ellos, como atentamente nos advierte Tomasa. Contiene tinajas de barro, de 200 arrobas de capacidad , y luego ampliaron para introducir tinajas de cemento lo que obligó a llevar a cabo un rebaje del terreno que permite apreciar las distintas capas de la tierra a las que se enfrentaban los picadores, algunas de gran dureza. La primera cueva es más pequeña, con una lumbrera de desgarre circular en el que se observa la canaleta por la que bajaba el mosto. Vemos empotre y empotrado al mismo tiempo en esta cueva laberíntica que tiene tinajas de tres tamaños: de 450, de 350 y de 200 arrobas, aunque en realidad son cinco si contamos la tinaja del relleno y del gasto, todavía más pequeñas.
Las tinajas de barro presentan una bonita forma de pirindola, recordando aquellos juguetes de los niños de antes. El techo está en la tosca, sin desprendimientos y contiene algunas motas negras causadas por el humo de las lumbres que se echaron. Exceptuando la parte de la escalera, la cueva ofrece sus colores terrosos originales, sin enjalbegar.
La segunda cueva es de mayores dimensiones, con diez tinajas de cemento, algunas de ellas pintadas en color sanguina. A su empotrado se accede por un corredor abovedado próximo a una pequeña fresquera. El balaustre está en perfecto estado de conservación y la luz exterior que entra por la lumbrera provoca unos claro oscuros que da un atractivo cromatismo a las fotografías. El desgarre de esta lumbrera presenta una forma trapezoidal. Impresiona ver la oquedad de la tinaja vista desde la boca. Algunas todavía conservan su tapa de goma. Vemos también una antigua espuerta de vendimiar de esparto y algunas damajuanas.
Andando por empotrado comprobamos la mayor altura a la que queda el techo, a diferencia de otras cuevas en las que roza nuestras cabezas y hay que agacharse. Resulta divertido andar por las escaleras y corredores que se entrecruzan en esta vetusta cueva pero muy bien conservada. Una de esas construcciones conservadas en su pura esencia que resisten muy bien el paso del tiempo.
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