Cuenta Rocío López que sus abuelos, Nicolas López y Pilar Treviño,  adquirieron la vivienda a la familia Ortiz.  Su hijo Juan Carlos es un enamorado de la cueva y la vivienda que se construyó hace más de cien años. “Me tiene dicho que no la vendamos, que la reformará el patio manchego y la cueva. Le he dicho que necesitará bastante dinero para hacer todo lo que piensa, pero tiene mucha ilusión y así es como se acaba consiguiendo lo que uno se propone”.

Sabemos que las tinajas de cemento las construyó José María Díaz Benito en 1944 y que la cueva es de unos pocos años antes. Las tinajas son de una capacidad de 620 arrobas. Aunque no hablamos de una cueva, sino de dos, porque hay otra, que se encuentra en peor estado de conservación que contiene tinajas de barro. Bajamos por la escalera para admirar una preciosa construcción de dos alturas que combina los colores ocres de la tierra con el blanco del encalado. Cuando andamos por el empotrado nos encontramos  con la primera singularidad; una de las tinajas  está dividida en dos, recurso que utilizaba el vinatero para separar el blanco del tinto.

Resalta un balaustre ornamentado con una moldura horizontal y una cornisa estriada que se encuentran en perfecto estado de conservación. Entre tinajas aparecen unos rabos estriados que demuestran que los dueños cuidaban todos los detalles y nos llaman la atención unos pequeños arcos y columnas con capital que están en la parte alta. Nos topamos con ménsulas y unas pequeñas estrellas que resaltan sobre el techo del empotrado pintado en color sanguina . 

El techo está igualado con tierra. “En la época que se construyó, - explica José María Díaz-, los picadores solían revestir los huecos  con tierra, en lugar de dejarlo en la pura tosca”. La lumbrera, que desemboca en el corral, cuenta con un desgarre trapezoidal muy bien trazado. Nos topamos con una bomba,  una Java, concreta Ezequiel, muy antigua. Ezequiel acciona la palanca que permitía bombear el mosto. Al lado hay un soporte del antiguo ventilador con el que se hacía frente al tufo.

El color de las tinajas delata que se hicieron en momentos diferentes.  Tinajas que criaron el vino al que cantaba el poeta Eladio Cabañero. “El vino en la tinaja triunfadora/ es una sangre conmovidamente, su corazón de barro es una fuente/ que tiene un agua espesa y manadora./Para purificar el sol del vino/ el oro derramó sus manantiales/ y en la tinaja encuentra su destino”.