“Como no me dejan escribir cartas que no pasen por el filtro censor
del “Ogro” [escribe Hilario], y no quiero que meta las narices
en mis pensamientos y opiniones más allá de lo imprescindible, no he podido
contar como es esto, la “Casa de reposo”.
Es un edificio amplio que en tiempos, fue casa de recreo de una
acaudalada familia de la que desciende don Jorge, alias el Ogro, así apodado
por su agriado carácter y sus modales. Está situada a un par de kilómetros del
pueblo, en medio de una finca con huerta, encinas, olivos, prados y pinar. El
edificio tiene dos plantas en las que, además de las habitaciones que ocupa el
director-propietario, de su despacho, del
salón comedor, clínica, cocinas y servicios, compartimos unos veinte
residentes.
Don Jorge, es médico psiquiatra. En su despacho luce la orla de su
promoción y el título de licenciado en medicina y cirugía y diversos diplomas. De unos cincuenta años, alto, fuerte, con voz
sonora, gafas y pelo canoso cortado a cepillo. No sé si solterón o viudo. Vive
solo. El personal lo integran doña Eulalia, enfermera; dos “loqueros”, Aurelio
y Ramón; dos auxiliares, Berta y Rufina; la cocinera, Rosa, y las señoras de la limpieza, que son madre e
hija.”
Transcribíamos
en el capitulo anterior la confesión de Hilario de que la causa de su locura no
fue, como se creía, la que turbó la mente de don Quijote, sino el amor y el
desamor de la que llama Adalia y a la que dedica gran parte de los poemas
escritos en su cuaderno “Cuentas”. Cuentas de disimulo, pero cuentas,
también, ajustadas con el amor de su
locura, cuentas en las que Haber y Debe
arrojan un doloroso saldo poético que no nos aventuramos a calificar de
positivo o negativo teniendo en cuenta su coste mental.
En
varios de los poemas Hilario, dice haber
presentido la despedida a que se refería en los anteriores poemas, el abandono
de la amada, el final de la relación. Uno es el que titula “Llovió
sobre la luz de tu mirada” en el que evoca el adiós de Adalia en una
noche en que llovió… separación definitiva.
“Llovió como un adiós
aquella noche clara, sin aviso.
Llovió sobre el amor y la palabra.
¿Tormenta de verano?
Hubo
un momento
en que un escalofrío me recorrió la espalda
como el anuncio de una despedida.
Solo el silencio nos comunicaba.
Las gotas de agua fueron taladrando
el viejo puente que nos soportaba.
Y no
resistió más, se vino abajo,
colapsó
ante la carga.
Llovió sin previo aviso aquella noche,
aquella noche clara.
Llovió sobre nosotros,
sobre el puente.
Llovió sobre la luz de tu mirada.”
Como
proemio de este otro poema, Hilario, cuenta una anécdota que explica el título del
mismo: “Fue que”.
“En mis años de escolar, un buen día acudió
un inspector a revisar las condiciones de la escuela y el grado de instrucción
de los alumnos. Previamente la maestra había preparado a los más despejados. El
día de la visita el inspector pregunta a uno de los alumnos por la batalla de
las Navas de Tolosa. El alumno, completamente en blanco, miraba a la profesora
como implorando ayuda. Ésta, en tono tranquilizador le indica:
- Sí, Emilito, el “fue que”, tras lo que el alumno arrancó de carretilla:
-Fue que el 16 de julio de 1212, con las
primeras luces del día, cerca de Jaén, el ejército cristiano de Alfonso VIII de
Castilla derrotó a los invasores musulmanes que amenazaban el sur del reino…”
El
poema dice:
“Fue que”. Así empezaban
las respuestas escolares
a los hechos sagrados
o a lecciones de Historia.
Fue que… responden
mis ya antiguos recuerdos
cuando los interrogo
sobre tu decisión de aquella noche.
Pero no me responden,
como hacían los libros escolares,
de las causas
ni de las dolorosas consecuencias.
Sólo de tu resuelto proceder:
-Fue que marchó
y no volviste a verla.”
Así parece que aconteció. Una marcha
imprevista aunque presentida o temida, una marcha definitiva: “Y no volviste a verla.” Pero Hilario no olvida a Adalia. Ha pasado mucho tiempo, años. Lee una
tarde de invierno al poeta mejicano Amado Nervo, como se desprende del lema que
lo encabeza, y se pregunta ¿Dónde estás esta
tarde?
“¿Quién me llama en las noches con tan
trémulo acento?
Es un soplo de viento que solloza en la
torre,
es un soplo de viento…” (Amado Nervo.)
“¿Dónde estás esta tarde,
esta tarde de invierno?
No he vuelto a ver tu imagen
ni despierto ni en sueños;
no he vuelto a oír tus palabras
teñidas de su acento
ni el timbre de tu risa
ni el rictus de tu gesto.
Nadie me habla de ti.
Te busco y no te encuentro.
Van
pasando los días,
los años ya, ¡Que tiempo!
¿Dónde estás esta tarde,
Esta tarde de invierno?
Esta tarde tan fría
¿Estarás en el viento?
¿En ese viento triste
en ese sordo viento
que en la torre solloza
dejando su lamento?
¿O estarás a mil leguas
gozando tu contento?
En esta tarde fría,
esta tarde de invierno,
entre las brumas grises,
leyendo a Amado Nervo,
una vez más retornas,
vienes a mi recuerdo.”
Madrid,
18 de mayo de 2022
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Sábado, 20 de Abril del 2024
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