Opinión

Hilario II. La Casa de Reposo

Juan José Sánchez Ondal | Jueves, 19 de Mayo del 2022
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“Como no me dejan escribir cartas que no pasen por el filtro censor del “Ogro” [escribe Hilario],  y no quiero que meta las narices en mis pensamientos y opiniones más allá de lo imprescindible, no he podido contar como es esto, la “Casa de reposo”.

Es un edificio amplio que en tiempos, fue casa de recreo de una acaudalada familia de la que desciende don Jorge, alias el Ogro, así apodado por su agriado carácter y sus modales. Está situada a un par de kilómetros del pueblo, en medio de una finca con huerta, encinas, olivos, prados y pinar. El edificio tiene dos plantas en las que, además de las habitaciones que ocupa el director-propietario, de su despacho, del  salón comedor, clínica, cocinas y servicios, compartimos unos veinte residentes.

Don Jorge, es médico psiquiatra. En su despacho luce la orla de su promoción y el título de licenciado en medicina y cirugía y diversos diplomas.  De unos cincuenta años, alto, fuerte, con voz sonora, gafas y pelo canoso cortado a cepillo. No sé si solterón o viudo. Vive solo. El personal lo integran doña Eulalia, enfermera; dos “loqueros”, Aurelio y Ramón; dos auxiliares, Berta y Rufina; la cocinera, Rosa,  y las señoras de la limpieza, que son madre e hija.”

Transcribíamos en el capitulo anterior la confesión de Hilario de que la causa de su locura no fue, como se creía, la que turbó la mente de don Quijote, sino el amor y el desamor de la que llama Adalia y a la que dedica gran parte de los poemas escritos en su cuaderno “Cuentas”. Cuentas de disimulo, pero cuentas, también,  ajustadas con el amor de su locura, cuentas en las que  Haber y Debe arrojan un doloroso saldo poético que no nos aventuramos a calificar de positivo o negativo teniendo en cuenta su coste mental.

 

 En varios  de los poemas Hilario, dice haber presentido la despedida a que se refería en los anteriores poemas, el abandono de la amada, el final de la relación. Uno es el que titula  “Llovió sobre la luz de tu mirada” en el que evoca el adiós de Adalia en una noche en que llovió… separación definitiva.

 

“Llovió como un adiós

aquella noche clara, sin aviso.

Llovió sobre el  amor y la palabra.

¿Tormenta de verano?

 Hubo un momento

en que un escalofrío me recorrió la espalda

como el anuncio de una despedida.

Solo el silencio nos comunicaba.

Las gotas de agua fueron  taladrando

el viejo puente que nos soportaba.

 Y no resistió  más, se vino abajo,

colapsó  ante la carga.

Llovió sin previo aviso aquella noche,

aquella noche clara.

Llovió sobre nosotros,

sobre el puente.

Llovió sobre la luz de tu mirada.”

Como proemio de este otro poema, Hilario, cuenta una anécdota que explica el título del mismo: “Fue que”.

En mis años de escolar, un buen día acudió un inspector a revisar las condiciones de la escuela y el grado de instrucción de los alumnos. Previamente la maestra había preparado a los más despejados. El día de la visita el inspector pregunta a uno de los alumnos por la batalla de las Navas de Tolosa. El alumno, completamente en blanco, miraba a la profesora como implorando ayuda. Ésta, en tono tranquilizador le indica:

- Sí, Emilito,  el “fue que”, tras lo que el alumno arrancó de carretilla:

-Fue que el 16 de julio de 1212, con las primeras luces del día, cerca de Jaén, el ejército cristiano de Alfonso VIII de Castilla derrotó a los invasores musulmanes que amenazaban el sur del reino…”

El poema dice:

 “Fue que”. Así empezaban

las respuestas escolares

a los hechos sagrados

o a lecciones de Historia.

Fue que… responden

mis ya antiguos recuerdos

cuando los interrogo

sobre tu decisión de aquella noche.

Pero no me responden,

como hacían los libros escolares,

de las causas

ni de las dolorosas consecuencias.

Sólo de tu resuelto proceder:

-Fue que marchó

y no volviste a verla.”

Así parece que aconteció. Una marcha imprevista aunque presentida o temida,  una marcha definitiva: “Y no volviste a verla.” Pero Hilario no olvida  a Adalia. Ha pasado mucho tiempo, años. Lee una tarde de invierno al poeta mejicano Amado Nervo, como se desprende del lema que lo encabeza, y se pregunta ¿Dónde estás esta tarde?

“¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?

Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento…” (
Amado Nervo.)

 

“¿Dónde estás esta tarde,

esta tarde de invierno?

No he vuelto a ver tu imagen

ni despierto ni en sueños;

no he vuelto a oír tus palabras

teñidas de su acento

ni el timbre de tu risa

ni el rictus de tu gesto.

Nadie me habla de ti.

Te busco y no te encuentro.

 Van pasando los días,

los años ya, ¡Que tiempo!

¿Dónde estás esta tarde,

Esta tarde de invierno?

Esta tarde tan fría

¿Estarás en el viento?

¿En ese viento triste

en ese sordo viento

que en la torre solloza

dejando su lamento?

¿O estarás a mil leguas

gozando tu contento?

En esta tarde fría,

esta tarde de invierno,

entre las brumas grises,

leyendo a Amado Nervo,

una vez más retornas,

vienes a mi recuerdo.”

Madrid, 18 de mayo de 2022

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