Arrancó el más veterano de la terna, Xavier Deltell entrando por el patio de butacas e interactuando con el público. El cómico estaba interesado en saber como se habían conocido distintas parejas de la platea. Tras charlar con varias, el cómico catalán proclamó que él ya era así antes de las vacunas, Deltell repasó las canciones de su vida. Jugó con las letras de famosas canciones que, como poco confunden. El verano, los villancicos… en definitiva, estrofas surrealistas.

Muchas de las parejas que ya tiene una edad se conocieron en las discotecas, en Tomelloso el Tom Pak gritó el respetable, Deltell repasó las tipologías de los bailarines ochenteros o como los chicos se acercaban a las chicas. Burla burlando y con música ad-hoc, el cómico se metió con el Tik-tok (enunció una taxonomía de los bailes subidos durante la pandemia) y las redes sociales, con el reguetón, con las discotecas de los 90, con los bazares chinos o los dibujos animados de su (nuestra) época. Acabó por todo lo alto, con Georgie Dann y los aplausos del público.

Salió Beatriz Rico al escenario vestida novia porque se ha casado con un rico. Con Mauri, y lo ha hecho para vivir como una reina. Explicó la actriz, bueno, su personaje, que las chicas bien ahora no van a las discotecas sino a los gimnasios VIP. Allí conoció a su maridito, del que hace un retrato que ni Quevedo, para rematar que es “listo asintomático”.

Entre las carcajadas cómplices del respetable contó los lances amorosos con su marido (que ya tiene una edad mu mala para el sexo). Tiene claro la novia que el amor es el que mueve al mudo, a ella mismo, sin ir más lejos la mueve el amor por los bolsos de Luis Vuitton. Al igual que su antecesor, la música lo es todo para ella. Así que repasó canciones conocidas y las muletillas que llevan adosadas para toda la vida. Rico también fue despedida entre aplausos

El Sevilla saltó al escenario a ritmo de rock para comenzar hablando de las partes nobles de los políticos (que también son personas) y su relación con el pelo del propietario. Con su gracejo y su indisimulado acento andaluz, Miguel Ángel Rodríguez confesó que de niño le gustaba ser el Coco, que nunca venía, o el hombre que le ponen nombre a las cosas. Enumeró las picias de este funcionario repasando, como Bob Dylan, los nombres, curiosos como poco de los animales. El Sevilla, como sus predecesores también interactuó con el respetable que se prestó de buena gana.

Rodríguez confesó que no quería trabajar, pero lo hizo por dar una alegría a su madre. Circunstancia que aprovecho para proclamar que como el amor, y sobre todo los bocadillos, de una madre no hay nada. El músico habló del dinero, de lo que haría si fuese rico de verdad para rematar su monologo señalando que los famosos son también personas, que tienen una vida, en su caso, alejada del papel cuché. Se confesó muy orgulloso de sus seguidores, de la gente que le rodea, pero sobre todo, de su madre “yo he llenado campos de fútbol pero ella nos llenaba la nevera”. El público de Tomelloso, que se lo pasó muy bien, dedicó a El Sevilla y a sus compañeros, una gran ovación.