Uf... Menos mal que he salido airoso del atolladero.
Les cuento: Resulta que el otro día me encontré con una ex-compañera de trabajo
que hacía mucho tiempo que no había visto. El caso es que ya no me acordaba de
su nombre y por más que rebusqué en la memoria, no era capaz de encontrarlo,
así que en todo momento traté de evitarlo en la conversación y, a la vez,
procurar que no lo notase entablando un diálogo acorde con la circunstancia; y
como el charloteo fue banal, creo que conseguí aparentar normalidad en el
encuentro.
Este trance ya me ha ocurrido varias veces y en
situaciones parecidas. No sé cómo me las apaño pero me bloqueo, pero menos mal
que tiro de recursos y disimulo llevando el discurso por otros derroteros. Pero
no, no me quedo tranquilo y después me lío a tabarrear y darle vueltas hasta
que consigo acordarme, pero eso sucede más tarde y detrás de un esfuerzo de
memoria importante.
Como me sucede con frecuencia, he buscado un recurso
para solventar esos momentos comprometidos. Así, he vinculado ciertos nombres
con personajes notables que están en el candelero y suelen ser habituales de
informativos o noticias. Por ejemplo, tengo un conocido que se llama Felipe,
por lo tanto, lo asocio al rey actual; y para Julio es otra cosa porque tengo
varios camaradas que se llaman así, pero bueno, me las apaño para
diferenciarlos; y a alguna amiga la relaciono con cantantes conocidas y de esta
manera voy solventando mis fallos de memoria.
El otro día le expresaba a mi vecina Ramona mi preocupación
por esta cabeza de chorlito que tengo, porque estos episodios empiezan a
repetirse con frecuencia. Sin embargo le quitó importancia y me dijo que a ella
también le pasa, es más, lo tiene peor porque como es muy de poner motes debe
tener más tiento. Pero vamos, que Ramona no atasca y cuando de algo no se
acuerda, vuelve a ponerles un nuevo alias o, descaradamente, les pregunta el
nombre fingiendo un despiste casual. Para concluir, me relata que, aunque es
muy "Almodovariana", tiene una pesadilla con la actriz Julieta
Serrano porque cuando la ve en la tele, nunca se acuerda del nombre a pesar de
que le encanta.
Así que me he quedado más tranquilo. Además, echando
un vistazo a la genética familiar, no hay demasiados casos de Alzheimer ni
demencias, si acaso algunos un poco tercos y otros que están un poco bombos,
pero vamos, lo normal.
Sin embargo, no quería enfocar yo el tema por ahí. Les
detallo que, cuando me confirmaron mis colegas de El Globosonda el tema para
este mes, pensé de forma casquivana en el clásico del "Puma", ya
saben "Voy a perder la cabeza por tu amor". Pero vamos, que
inmediatamente rechacé la idea porque, además, ya pasa uno de esos menesteres
del ligoteo a pesar de los rancios programas de televisión sobre el asunto.
Yo quería enfocarlo más en alterar el rumbo, hacer
tabla rasa, cambiar drásticamente de vida, salir de la rutina, dejarse llevar
por el instinto o la intuición, romper con el pasado, en definitiva, hacer
locuras que en otro momento no hemos sido capaces de afrontar.
Se me ocurre perder la chola y embarcarme en un velero
para dar la vuelta al mundo, o mejor, rebajar un poco las pretensiones e irme a
vivir a un pueblo de la España vaciada, criar gallinas pero dejar de comer
carne y después, lanzarme en parapente. Y sobre todo, dejar a un lado el
fingimiento y la autocensura y expresar lo que pienso sin temor a las etiquetas
y la represalia social.
De cualquier manera, la realidad se impone en mi
conducta porque siempre trato de eludir la utopía y no perder la razón, es decir,
mi pragmatismo atempera mis emociones y consigue que anteponga la cabeza frente
al corazón en la mayoría de las ocasiones, sobre todo, cuando el dilema me
plantea renunciar al sentido común.
Pero volvamos a lo trivial, reconozco que me produce
una gran satisfacción cuando, detrás de sueños y noches de insomnio, atino con
mi búsqueda en los recovecos del hipocampo, allí en alguna neurona o pliegue
del cerebro están ocultos los nombres de estos míticos actores americanos
admirados por mis parientes. Encontrar, después de un largo ejercicio de
memoria a Richard Widmark o al vaquero fortachón que fue John Wayne, me genera
un regocijo que refleja mi sonrisa. Pero además, comparto con mi paisano
Francisco Nieva el título de una obra menor suya que se titula "Es bueno
no tener cabeza".
Así que tirando de osadía, pierdo la cabeza escribiendo y castellanizando a lo bestia los nombres de estos famosos actores americanos. Ante el tesón y el éxito de mi búsqueda, voy corriendo a la cocina y le digo a mi santa: ¡Ya, ya los he encontrado! son Richargüirmar y Jonvaine que decía tu padre.
Globosonda: Texto para la Caja Negra del mes de junio
del 2022
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Miércoles, 27 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024
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