Tomelloso

Pregón de las Fiestas del Barrio del Carmen 2022 de Victoria Eugenia García

Victotria Eugenia García Cepeda | Viernes, 15 de Julio del 2022
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Buenas noches a todos y a todas, creo que con más entusiasmo que nunca, ya que volvemos a estar aquí después de estos dos años que no han dejado indiferente a nadie.

En primer lugar, querría  agradecer la oportunidad que se me ha brindado de dar el pistoletazo de salida a las fiestas del Barrio del Carmen 2022 (mi barrio, nuestro barrio).

Me gustaría dedicar mis palabras a todos vosotros por seguir celebrando y llenando nuestras tranquilas calles en estas fechas tan importantes. A todos y cada uno de los vecinos del barrio, los que son y los que se sintieron parte de él en algún momento de sus vidas. A los que se marcharon a destiempo y sin previo aviso, pero que dejaron un gran legado y nunca olvidaremos. También a aquellos que encontraron en los últimos tiempos en las casas baratas un lugar perfecto para construir su nuevo hogar.

Pero en especial, si me lo permitís, deseo dedicárselo a mis tres ángeles (ellos también forman parte de esta historia) mis queridos abuelos José, Tomasa y Vicente. Ellos, junto con mi abuela Fige, mis padres y las vueltas de la vida, son los que me han traído hasta aquí.

Soy de esas personas que cree firmemente que las casualidades no existen y, al menos mi historia con este querido vecindario, el tiempo, así me lo ha demostrado.

Son ya 76 años desde que las primeras viviendas de las Casas Baratas, como así eran conocidas en su época, abrieron sus puertas. Una de las primeras familias fue la de mi abuela Fige y sus hermanas. Cuando su familia llegó alguna de mis tías ni siquiera había llegado a este mundo, pero encontraron aquí su hogar. Muchos de los hijos de las Marquina nacieron en este barrio, entre ellos mi querido padre José. El creció aquí  jugando en la plazoleta, como yo hice de niña, mientras mi abuela trabajaba en la tienda y mi abuelo José tras recorrer toda España volvía a casa y aparcaba su camión (el único vehículo del barrio en aquellos tiempos).

Mientras tanto, en los callejones donde vivían en su mayoría agricultores, llegaba mi abuelo Vicente, o Pachurri como yo lo llamaba cariñosamente, con sus padres y su hermana Lola. Una casa con una un enorme patio y un gran pajar, donde se crió hasta que decidió echar raíces en otro lugar por amor, con mi abuelita Tomasa. Mi querida y admirada madre, también tendría parte de sus orígenes aquí.

La máquina de la vida  funcionaba casi a la perfección. Después de muchos años los caminos de estas dos familias se cruzaron. Mis padres crearon su propia familia y los cuatro, sin esperarlo y como si de un sueño se tratase, llegamos a nuestro maravilloso Barrio del Carmen hace ya 23 años

Llegué con apenas 9 añitos y en estas calles me ha pasado casi de todo.

Una niña algo vergonzosa (¡quién lo diría!) y muy inquieta, con ganas de encontrar su sitio. Entusiasmada por compartir con su familia un nuevo hogar.

Varias familias fuimos las que en esa época tuvimos la inmensa suerte de empezar una nueva etapa en estas calles. Desde el principio los más veteranos nos dieron la bienvenida sin esperar nada a cambio. Poco a poco me fui dando cuenta que esto no era un vecindario normal, era una gran familia.

En la plaza jugábamos a la rayuela, las canicas, saltábamos a la comba o jugábamos al futbol, si es que los mayores nos dejaban. Las puertas de nuestras casas eran el lugar perfecto para hacer alguna que otra trastada, siempre con la vigilancia de algún vecino que se encargaba de que la situación no se nos fuese de las manos. La escalinata a los pies de la Virgen era el punto de encuentro perfecto y, en algunas ocasiones donde sacábamos nuestra merienda (nos podíamos sentar allí durante horas).

Por aquel entonces nuestras madres salían al jardincillo o a la esquina de casa para hacernos saber, en un tono un poco elevado, que la cena estaba lista y que no había más excursiones hasta mañana.

Tampoco puedo olvidar mis visitas a casa de Vicenta y Daniel, visitas que se han prolongado durante estos años. Antes, mi hermano y yo íbamos a dar un poco de guerra y a jugar, ahora me siento con ella frente a la estatua de nuestra Virgen para hablar de la vida.

Pocos años pasaron, cuando llegó uno de los momentos más felices y más bonitos de mi vida. ¡¡¡¡Ser Madrina del Carmen era todo un honor!!!! Las fiestas se esperaban con ilusión cada año, pero ese sería diferente.

2003, menudas se liaban. Recuerdo a cada uno de los vecinos que nos reuníamos. Recuerdo las reuniones en la casita, para empezar planear meses antes, lo que sería nuestra semana grande. Como corríais  para que todo saliese a la perfección. Papá en aquellos tiempos estaba arrimando el hombro y lo pude vivir de primera mano.  La reunión en la plaza para la presentación de las nuevas madrinas y el helado en Don Gelato. Esas noches en las que muchos salíamos a decorar nuestras calles con banderillas, noches que se alargaban más de la cuenta.

El momento de la ofrenda. Las tardes de la procesión en casa de Chelo y Horten para ponernos las mantillas. La noche de gala cuando se empezaba a escuchar a la tuna pasear por la calles QUE NERVIOS. La noche de la zurra, de donde han salido anécdotas que serán historia reciente del barrio.

Y después de varios días de tantas demociones solo quedábamos nosotros, los vecinos en nuestra comida de Hermandad que celebrábamos con unas buenas calderetas. Esos años cocinadas por Vicente y mi abuelito.  Todos trabajábamos en equipo para sentarnos a la mesa, hacer balance de lo vivido ese año, y recordar los buenos momentos y algún que otro contratiempo sucedido.

Paco Crespo y Toñi, Emiliano y Marisa, Andrés Naranjo y Chelo, Vicente Salinas y Pili, Ramón y Ángela, Daniel y Vicenta, Mari Carmen y Paco, y un largo etc...Las madrinas, entre ellas mi querida amiga Carmen Crespo que me sigue acompañando en el camino a día de hoy.

Cuánto que recordar, y más aún que agradecer.

La enfermedad y el apoyo recibido por los vecinos

Aquí he vivido algunos de los mejores momentos de mi vida pero también algunos de los más duros.

Para muchos de nosotros el pasado año 2020 nunca podrá ser olvidado. Por lo vivido, por lo aprendido y por perder aquellos que nunca serán olvidados. Como muchos sabéis el 29 de Febrero de ese mismo año marcó un antes y un después para mí y para mi familia.

Cuando comenzó el año tenía la sensación que sería el año de mi vida, y vaya que lo fue. Un año en el que volví a nacer.

Salí de casa, esa misma donde un día hubo un gran pajar, con mamá de camino a urgencias ya que algo no iba bien. Antes de finalizar el día ya había escuchado esa terrible palabra por primera vez. Días después, cuando más que una pesadilla era una realidad, escribí esto:

 “EL LLEGÓ SIN PREVIO AVISO DESORDENANDO MI MUNDO. ME PUSO EL CORAZÓN EN UN PUÑO Y ME HIZO TEMBLAR COMO NUNCA NADA NI NADIE LO HABÍA HECHO JAMÁS. EL HA LLEGADO A SACAR LO MEJOR DE MI, A ENSEÑARME DE LO QUE IBA LA VIDA Y A PONERME A PRUEBA. EL ES EL ÚNICO CAPAZ DE CONSEGUIR QUE MI PIEL SE ERICE DE AMOR, RABIA, DOLOR, FRUSTRACIÓN, MIEDO Y EMOCIÓN, EN CUESTIÓN DE SEGUNDOS. EL QUE NUNCA CREES QUE LLEGARÁ Y, AQUÍ ESTÁ, CANCER”

Nunca imaginé todo por lo que tendría que pasar, ni tampoco habría podido imaginar el cariño que recibiría.

Desde ese preciso instante fueron incontables las muestras de apoyo y amor que mi familia y yo recibimos. GRACIAS

Tras varios meses de lucha en Albacete nos dejaron volver a casa para tomar fuerza y recargar pilas con el amor de los nuestros. Recuerdo el preciso instante en el que bajé de la ambulancia en la puerta de lo que era realmente mi hogar. La luz me molestaba y me temblaban las piernas, pero algo me dio fuerzas. De repente varios vecinos de la calle salieron a saludarme; con distancia, sin palabras, una leve sonrisa y con lágrimas en los ojos.  

Entonces entendí que son instantes como esos los que nos hacen sentir en casa.

Durante 4 días recibí cartas, llamadas,  visitas a través de una ventana…Y solo salí de casa para visitar a alguien muy especial que velaba por mí en mi mesita de noche, La Virgen de Carmen.  

Tras idas y venidas al hospital llegó el día, y tuvimos que volver a decir hasta pronto a nuestro querido vecindario,  ya que partíamos con destino La Fe. Valencia sería el lugar donde volvería a nacer, mi segundo hogar. Fueron meses de intensa lucha, una lucha que parecía no tener fin, incluso nos llegaron a decir que podríamos perder esta guerra, pero nunca perdimos la esperanza.

Sin vosotros eso no habría sido posible porque nunca dejasteis de estar; a pesar del tiempo, a pesar de librar vuestras propias batallas, a pesar de vuestro dolor, de la distancia, del agotamiento.

Gracias por vuestros mensajes de apoyo.

Gracias por vuestro cariño.

Gracias por sacarme una sonrisa cuando parecía imposible.

Gracias por cuidar de mi familia cuando yo no estaba.

Gracias por no perder la esperanza.

Gracias por acompañarme en este largo camino e intentar hacerlo un poquito más fácil cada día.

Sin duda, muchas han sido las cosas que he tenido que aprender, y otras tantas que desaprender. Pero ante todo, he aprendido a decir gracias por tener la oportunidad de continuar intentando dar lo mejor de mí. 

Entre todas esas cosas hay algo que cobra especial importancia y es el sentido de pertenencia. El sentirme tomellosera de pura cepa como siempre respondía a alguien cuando me preguntaban de donde era, pero sobre todo sentirme parte de esta gran familia que formamos todos los vecinos del Carmen.

Y es que el barrio siempre será el barrio. 

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