Buenas
noches a todos y a todas, creo que con más entusiasmo que nunca, ya que
volvemos a estar aquí después de estos dos años que no han dejado indiferente a
nadie.
En
primer lugar, querría agradecer la
oportunidad que se me ha brindado de dar el pistoletazo de salida a las fiestas
del Barrio del Carmen 2022 (mi barrio, nuestro barrio).
Me
gustaría dedicar mis palabras a todos vosotros por seguir celebrando y llenando
nuestras tranquilas calles en estas fechas tan importantes. A todos y cada uno
de los vecinos del barrio, los que son y los que se sintieron parte de él en
algún momento de sus vidas. A los que se marcharon a destiempo y sin previo
aviso, pero que dejaron un gran legado y nunca olvidaremos. También a aquellos
que encontraron en los últimos tiempos en las casas baratas un lugar perfecto
para construir su nuevo hogar.
Pero
en especial, si me lo permitís, deseo dedicárselo a mis
tres ángeles (ellos también forman parte de esta historia) mis queridos abuelos
José, Tomasa y Vicente. Ellos, junto con mi abuela Fige, mis padres y las
vueltas de la vida, son los que me han traído hasta aquí.
Soy
de esas personas que cree firmemente que las casualidades no existen y, al
menos mi historia con este querido vecindario, el tiempo, así me lo ha
demostrado.
Son
ya 76 años desde que las primeras viviendas de las Casas Baratas, como así eran
conocidas en su época, abrieron sus puertas. Una de las primeras familias fue
la de mi abuela Fige y sus hermanas. Cuando su familia llegó alguna de mis tías
ni siquiera había llegado a este mundo, pero encontraron aquí su hogar. Muchos
de los hijos de las Marquina nacieron en este barrio, entre ellos mi querido
padre José. El creció aquí jugando en la
plazoleta, como yo hice de niña, mientras mi abuela trabajaba en la tienda y mi
abuelo José tras recorrer toda España volvía a casa y aparcaba su camión (el
único vehículo del barrio en aquellos tiempos).
Mientras
tanto, en los callejones donde vivían en su mayoría agricultores, llegaba mi
abuelo Vicente, o Pachurri como yo lo llamaba cariñosamente, con sus padres y
su hermana Lola. Una casa con una un enorme patio y un gran pajar, donde se
crió hasta que decidió echar raíces en otro lugar por amor, con mi abuelita
Tomasa. Mi querida y admirada madre, también tendría parte de sus orígenes
aquí.
La
máquina de la vida funcionaba casi a la
perfección. Después de muchos años los caminos de estas dos familias se
cruzaron. Mis padres crearon su propia familia y los cuatro, sin esperarlo y
como si de un sueño se tratase, llegamos a nuestro maravilloso Barrio del Carmen
hace ya 23 años
Llegué
con apenas 9 añitos y en estas calles me ha pasado casi de todo.
Una
niña algo vergonzosa (¡quién lo diría!) y muy inquieta, con ganas de encontrar
su sitio. Entusiasmada por compartir con su familia un nuevo hogar.
Varias
familias fuimos las que en esa época tuvimos la inmensa suerte de empezar una
nueva etapa en estas calles. Desde el principio los más veteranos nos dieron la
bienvenida sin esperar nada a cambio. Poco a poco me fui dando cuenta que esto
no era un vecindario normal, era una gran familia.
En
la plaza jugábamos a la rayuela, las canicas, saltábamos a la comba o jugábamos
al futbol, si es que los mayores nos dejaban. Las puertas de nuestras casas
eran el lugar perfecto para hacer alguna que otra trastada, siempre con la
vigilancia de algún vecino que se encargaba de que la situación no se nos fuese
de las manos. La escalinata a los pies de la Virgen era el punto de encuentro
perfecto y, en algunas ocasiones donde sacábamos nuestra merienda (nos podíamos
sentar allí durante horas).
Por
aquel entonces nuestras madres salían al jardincillo o a la esquina de casa
para hacernos saber, en un tono un poco elevado, que la cena estaba lista y que
no había más excursiones hasta mañana.
Tampoco
puedo olvidar mis visitas a casa de Vicenta y Daniel, visitas que se han
prolongado durante estos años. Antes, mi hermano y yo íbamos a dar un poco de
guerra y a jugar, ahora me siento con ella frente a la estatua de nuestra
Virgen para hablar de la vida.
Pocos
años pasaron, cuando llegó uno de los momentos más felices y más bonitos de mi
vida. ¡¡¡¡Ser Madrina del Carmen era todo un honor!!!! Las fiestas se esperaban
con ilusión cada año, pero ese sería diferente.
2003,
menudas se liaban. Recuerdo a cada uno de los vecinos que nos reuníamos.
Recuerdo las reuniones en la casita, para empezar planear meses antes, lo que
sería nuestra semana grande. Como corríais
para que todo saliese a la perfección. Papá en aquellos tiempos estaba
arrimando el hombro y lo pude vivir de primera mano. La reunión en la plaza para la presentación
de las nuevas madrinas y el helado en Don Gelato. Esas noches en las que muchos
salíamos a decorar nuestras calles con banderillas, noches que se alargaban más
de la cuenta.
El
momento de la ofrenda. Las tardes de la procesión en casa de Chelo y Horten
para ponernos las mantillas. La noche de gala cuando se empezaba a escuchar a
la tuna pasear por la calles QUE NERVIOS. La noche de la zurra, de donde han
salido anécdotas que serán historia reciente del barrio.
Y
después de varios días de tantas demociones solo quedábamos nosotros, los
vecinos en nuestra comida de Hermandad que celebrábamos con unas buenas
calderetas. Esos años cocinadas por Vicente y mi abuelito. Todos trabajábamos en equipo para sentarnos a
la mesa, hacer balance de lo vivido ese año, y recordar los buenos momentos y
algún que otro contratiempo sucedido.
Paco
Crespo y Toñi, Emiliano y Marisa, Andrés Naranjo y Chelo, Vicente Salinas y
Pili, Ramón y Ángela, Daniel y Vicenta, Mari Carmen y Paco, y un largo
etc...Las madrinas, entre ellas mi querida amiga Carmen Crespo que me sigue
acompañando en el camino a día de hoy.
Cuánto
que recordar, y más aún que agradecer.
La enfermedad y el apoyo recibido por
los vecinos
Aquí
he vivido algunos de los mejores momentos de mi vida pero también algunos de
los más duros.
Para
muchos de nosotros el pasado año 2020 nunca podrá ser olvidado. Por lo vivido,
por lo aprendido y por perder aquellos que nunca serán olvidados. Como muchos
sabéis el 29 de Febrero de ese mismo año marcó un antes y un después para mí y
para mi familia.
Cuando
comenzó el año tenía la sensación que sería el año de mi vida, y vaya que lo
fue. Un año en el que volví a nacer.
Salí
de casa, esa misma donde un día hubo un gran pajar, con mamá de camino a
urgencias ya que algo no iba bien. Antes de finalizar el día ya había escuchado
esa terrible palabra por primera vez. Días después, cuando más que una
pesadilla era una realidad, escribí esto:
“EL LLEGÓ SIN PREVIO AVISO DESORDENANDO MI
MUNDO. ME PUSO EL CORAZÓN EN UN PUÑO Y ME HIZO TEMBLAR COMO NUNCA NADA NI NADIE
LO HABÍA HECHO JAMÁS. EL HA LLEGADO A SACAR LO MEJOR DE MI, A ENSEÑARME DE LO
QUE IBA LA VIDA Y A PONERME A PRUEBA. EL ES EL ÚNICO CAPAZ DE CONSEGUIR QUE MI
PIEL SE ERICE DE AMOR, RABIA, DOLOR, FRUSTRACIÓN, MIEDO Y EMOCIÓN, EN CUESTIÓN
DE SEGUNDOS. EL QUE NUNCA CREES QUE LLEGARÁ Y, AQUÍ ESTÁ, CANCER”
Nunca
imaginé todo por lo que tendría que pasar, ni tampoco habría podido imaginar el
cariño que recibiría.
Desde
ese preciso instante fueron incontables las muestras de apoyo y amor que mi
familia y yo recibimos. GRACIAS
Tras
varios meses de lucha en Albacete nos dejaron volver a casa para tomar fuerza y
recargar pilas con el amor de los nuestros. Recuerdo el preciso instante en el
que bajé de la ambulancia en la puerta de lo que era realmente mi hogar. La luz
me molestaba y me temblaban las piernas, pero algo me dio fuerzas. De repente
varios vecinos de la calle salieron a saludarme; con distancia, sin palabras,
una leve sonrisa y con lágrimas en los ojos.
Entonces
entendí que son instantes como esos los que nos hacen sentir en casa.
Durante
4 días recibí cartas, llamadas, visitas
a través de una ventana…Y solo salí de casa para visitar a alguien muy especial
que velaba por mí en mi mesita de noche, La Virgen de Carmen.
Tras
idas y venidas al hospital llegó el día, y tuvimos que volver a decir hasta
pronto a nuestro querido vecindario, ya
que partíamos con destino La Fe. Valencia sería el lugar donde volvería a
nacer, mi segundo hogar. Fueron meses de intensa lucha, una lucha que parecía
no tener fin, incluso nos llegaron a decir que podríamos perder esta guerra,
pero nunca perdimos la esperanza.
Sin
vosotros eso no habría sido posible porque nunca dejasteis de estar; a pesar
del tiempo, a pesar de librar vuestras propias batallas, a pesar de vuestro
dolor, de la distancia, del agotamiento.
Gracias
por vuestros mensajes de apoyo.
Gracias
por vuestro cariño.
Gracias
por sacarme una sonrisa cuando parecía imposible.
Gracias
por cuidar de mi familia cuando yo no estaba.
Gracias
por no perder la esperanza.
Gracias
por acompañarme en este largo camino e intentar hacerlo un poquito más fácil
cada día.
Sin
duda, muchas han sido las cosas que he tenido que aprender, y otras tantas que
desaprender. Pero ante todo, he aprendido a decir gracias por tener la
oportunidad de continuar intentando dar lo mejor de mí.
Entre
todas esas cosas hay algo que cobra especial importancia y es el sentido de
pertenencia. El sentirme tomellosera de pura cepa como siempre respondía a
alguien cuando me preguntaban de donde era, pero sobre todo sentirme parte de
esta gran familia que formamos todos los vecinos del Carmen.
Y
es que el barrio siempre será el barrio.
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Sábado, 4 de Mayo del 2024
Viernes, 3 de Mayo del 2024
Viernes, 3 de Mayo del 2024