Feria 2022

La otra Feria

Ángel Olmedo Jiménez | Miércoles, 24 de Agosto del 2022
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Siempre se percibe esa incertidumbre previa al 24 de agosto. 

Antes, era por el continuo y progresivo animarse de las calles. Las fiestas de los barrios, las atestadas terrazas de la Avenida Antonio Huertas, las pandillas que paseaban la calle de la Feria intentando sofocar la canícula con un helado de corte de la Elodia, la traída de la Virgen desde Pinilla en el amanecer de mediados de agosto, los conciertos de la Banda de Música o esos amistosos en el todavía Estadio Municipal (hoy ya, merecidamente, Paco Gálvez) repletos de caras nuevas en el verde y con el aliciente de comprobar el diseño de la camiseta a estreno para la temporada… todo concitaba un fenómeno difícilmente descriptible, amalgamado, que, de poder denominarse de algún modo, respondía a eso que el Festejo llamaba Preferia. 

Luego, la vida diaria, esa de horarios de talleres y oficinas, de recados apurados antes de la hora de cierre de los comercios, la de madrugones y ojeras y ganas de una siesta sin despertador, se veía modificada por el ambiente feriado y arrollador, la vorágine de actividades, que del 24 al 30 (y a veces algunos días más si la resaca del 31  caía en jueves o viernes) de agosto, convertía a Tomelloso en un mágico lugar donde no solo es que todo pudiera ocurrir, sino que, de hecho, estaba sucediendo. 

Ferias agroalimentarias, reatas de mulas enjaezadas, caliche, habilidad con tractor, deporte de todo tipo, teatro, conciertos, flamenco, festejos taurinos, reconocimientos a los ausentes, la ineludible Fiesta de las Letras… una miríada de acontecimientos que, en honor a Nuestra Santísima Virgen de las Viñas, venían a demostrar que los días de veinticuatro horas se tornan escuetos cuando Feria y Tomelloso se convierten en aledaños en una misma frase. 

Ese cosquilleo, para qué engañarnos (especialmente cuando el marcador va cifrando unos guarismos que aconsejan ser comedido en los excesos), atraviesa distintas pulsiones y fortalezas. Como en los amores cotidianos (los verdaderos jamás decaen), se suceden momentos de intensas pasiones con otros de viscerales enconos que, irremediablemente, concluyen en una suerte de tórridas reconciliaciones… antes pisando la tierra del Ferial, hoy, quizá, escuchando las caóticas sirenas de los carruseles. 

Pero, siempre, desde la primera ocasión en que uno (o la vida) impone vivir la Feria desde lejos, no olvida ese sabor agridulce. Incluso desde el lugar más apartado o enfrascado en la más ineludible tarea, cuando el calendario informa de la llegada del 24 de agosto, y usando la voz popular, se te pone el cuerpo de Feria, se ansía leer (porque escuchar deviene imposible) el Pregón y soñar que ese olor a primeros mostos exprimidos en la Plaza de España penetra por la nariz, evocando niñez, infancia, adolescencia y algo que, solo con buena voluntad, se puede catalogar de madurez. 

Es la otra Feria. 

La vivida en ausencia. Desde cualquier otro lugar diferente a nuestro pueblo. Con los recuerdos aflorando, como en la canción, “en carne viva” y con el firme propósito (que, en muchas ocasiones, también como en este juego de espejos que es la vida, se inobserva) de intentar que no vuelva ocurrir.  

La otra Feria, también, se dilata del 24 al 30. No acaba la noche con churros y chocolates, ni escuchas las dianas floreadas, ni disfrutas el vermú del aperitivo acompañado por los éxitos musicales populares de toda nuestra vida… La otra Feria es evocación y nostalgia. No se halla adornada de los lumínicos juegos de la Pólvora en el cielo, pero sí se ve desbordada por la tristeza y la resignación de la última de las explosiones de la Traca. 

La otra Feria es tomellosera, mucho. Tanto que comulga de recochuras y de azogues festivos. Habla un lenguaje típico e inigualablemente tomellosero. De pose de tirapichón y de traje de noche de la Cena de Gala. 

La otra Feria duele. Se soporta como la doble trayectoria de un Saltillo de camino a la enfermería. Con integridad y elegancia, pero con temblor. 

La otra Feria empieza, ya les decía, el 24 de agosto y, para los que la vivimos ahora, solo queda desearles a ustedes (los que disfrutarán de Tomelloso en esta semana) unas muy felices Feria y Fiestas. 

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