En Madrid, a 13 de septiembre.
La noche del 9 de septiembre de 2022 perdimos todos a un buen y gran
hombre: Vicente Olmedo García. Fue socio fiel de la Casa Castilla- La Mancha en
Madrid y, sobre todo de la Peña de Tomelloso (hoy Asociación Cultural de
Tomelloso en Madrid).
En sus últimos años, ya jubilado, publicó la historia del futbol en
Tomelloso, (en dos partes) su pueblo querido y nunca olvidado, donde cosechó
muy buenos amigos. Era imposible no quererlo. A última hora, siendo consciente
de que su tiempo se terminaba, donó al Archivo Municipal, el resto de su
inmensa recopilación sobre el futbol de su pueblo. También tuvo la oportunidad
de ostentar el título de Tomellosero de Ausente, cuya celebración se realizó en
el Auditorio “López Torres”. Allí sentados los dos juntos, le cogí la mano
porque estaba nervioso y emocionado a la vez y porque no esperaba ver en
pantalla grande todo el recorrido de su vida que le preparé. Cuando subió al
escenario nadie habría dicho que era persona sin estudios o con falta de
aplomo.
Fue una persona sencilla, buena, trabajadora, leal a sus amigos,
simpático y muy tímido. Comenzó a trabajar en el campo con su padre a los siete
años porque en aquellos tiempos era la manera de sobrevivir entre las gentes
humildes, cosa que nunca ocultó. Me contaba cómo se le hacían cayos en las
manos, lo heladas que se le quedaban en invierno, sobre todo al amanecer; lo
que comían (lo que podían), cómo dormía, cómo transcurrió su infancia, en la
que no pudo asistir al colegio salvo días contados. Pero a pesar de tantas
penurias, logró tener una caligrafía bonita, “con muchas faltas, porque soy
casi analfabeto” y cuando quería escribir algo, me lo daba para que se lo
transcribiera y corrigiera.
Era asiduo a comprar pastas de almendra y mantecados, sobre todo en
Navidad. Se llevaba cantidades ingentes de estos dulces y cargaba con seis
cajas en cada viaje para luego regalarlas entre sus amigos, familia y
conocidos. Era muy generoso y eso que le había costado mucho trabajo mantener a
la familia, comprarse una casa en Madrid y salir adelante. Tenía varios empleos
a la vez, uno de ellos fue en una farmacia, en turno de noche, lo que suponía
pasar días enteros sin dormir, salvo cuando libraba. Su inicial nos lo indica:
tenía la V de vencedor y a esto se sumó su mujer, Victoria, que siempre le
ayudó y apoyó en todo. Un matrimonio envidiable por su devoción uno hacia el
otro.
Tuvieron la desgracia de perder a una hija a la edad de 19 años y lo
llevaron con una dignidad asombrosa. Yo me enteré de este hecho cuando, siendo
yo presidenta de la Peña de Tomelloso, lo nombramos Tomellosero Ausente. Él,
humilde por naturaleza, no quería aceptar tal nombramiento, “quién soy yo”.
Anteriormente a este evento, un compañero me comunicó
que Vicente tenía toda la historia del Futbol guardada y reaccionamos citándolo
en la Sede para que nos lo enseñara. Al ver semejantes datos históricos, le
propusimos publicarlo y volvió a decir: “quién soy yo”. No quería, le
daba vergüenza, pensaba que él no se merecía honores ni fama, pero yo soy muy
persistente y le dije que, aunque tuviera que arrastrarlo por la calle, esa
historia saldría a la luz. No hubo forma de negarse porque me vio muy enérgica
y en el fondo, le gustó.
De esta guisa el compañero, Ramón González Reyes (tomellosero Ausente
el año siguiente), se puso al “tajo” y el acto se realizó en la Casa Castilla-La
Mancha en Madrid, actuando José López Martínez como presentador. Fue un éxito.
Después, meses más tarde, hicimos otra presentación en la Biblioteca Municipal
García Pavón. En la mesa se sentó, como no podía ser de otra manera, Pona. Yo
insté a que le preguntasen cualquier dato del libro y Vicente, como si lo
estuviera leyendo, contestaba al instante sin dudar lo más mínimo. La audiencia
quedó asombrada de su excelente memoria, sobre todo siendo ya tan mayor.
Acompañaba cada anécdota con simpatía y chascarrillos, nos deleitó.
En ambos actos compartí viaje a Tomelloso con él y su mujer. El primero
lo hicimos en autocar, íbamos contentos, animados, felices. Cuando llegamos,
entramos a picar algo y él, con la austeridad y sencillez que marcó su vida,
pidió un café con leche y dos magdalenas. No recuerdo bien si es que sólo había
una magdalena o es que le estuvimos tomando el pelo por lo que había pedido. Total,
que estuvimos riendo todo el día a su costa y él siguiendo la broma. Aquello quedó
como refrán que sacábamos a colación a menudo.
El segundo viaje lo hicimos en tren, con billetes de ida y vuelta en el
día, pero el acto se alargó y perdimos la vuelta, así que no hubo más remedio
que alquilar dos taxis para poder regresar a Madrid en fecha.
También compartimos mesa comiendo gachas y migas en Pinilla,
acompañados de su hija, yerno y nieto. Fue un día muy feliz.
En el mes de abril de este año le dio un ictus. Ya había estado
ingresado un par de veces con problemas de corazón, ya no podía cargar con
cajas de dulces y quesos, debido a su desgaste en una rodilla y su estado
coronario. Ya sólo se dedicaba a cuidar de su mujer, que estaba perdiendo la
memoria y a ocuparse de la casa en todo. Aprendió a guisar, a hacer la compra, etc.…
pero no consiguió aprender a manejar el nuevo móvil, decía que era muy torpe y
que ya a sus años eso le venía grande. Siempre me preguntaba por la familia,
siempre estaba pendiente de los suyos.
Un día lo llamé porque no tenía noticias suyas, siempre llamaba él más
que yo y cogió el teléfono su hija Irene contándome lo ocurrido a su padre. Él
no podía hablar, no pudo volver a caminar, ya no volvió a ser independiente,
necesitaba ayuda
hospitalaria, no podía quedarse en ninguna casa. Pero
mantuvo la lucidez que siempre le caracterizó, aunque también sufrió por esto.
No quería ponerse al teléfono, ni que nadie le viera en ese estado. Yo no podía
ir a verlo, además del maldito virus, había otros inconvenientes imposibles de
salvar en mi situación que sabe su familia. Le envié revistas y cosas de la
Mancha, le escribí, su hija se encargó de hacerle saber que estuve pendiente de
él.
Ya no recibiré su felicitación en mi cumpleaños, ni sus besos y
abrazos, ni sus invitaciones a café porque decía: “te debo mucho y te
aprecio de verdad”. Cuando nació mi primer nieto me llevó dinero para el
niño y cuando nació el segundo también quiso hacerlo, pero le llegaron los
ingresos clínicos y todas las complicaciones que lo han llevado a dejarnos.
Siento una fuerte pena y una perdida enorme. Irene me lo comunicó,
porque estuvimos en contacto todo el tiempo que duró la enfermedad. Lloré,
lloré y lloré. Perdía a un buen amigo de 89 años. Y las circunstancias de la
vida me han impedido acudir a darle el último adiós, a rendirle los honores que
él se merecía.
Sé que irás a un lugar bueno, sé que dejas un recuerdo imborrable y sé
que te hemos querido mucho, Vicente.
Todos sus compañeros de la Peña, le hemos enviado una corona preciosa y
los que han podido, han estado allí.
Adiós Vicente, amigo mío, espero volver a verte y te pido que nos
cuides y no dejes que olvidemos tus enseñanzas: humildad, bondad, tu buen
hacer, el cariño por nuestro pueblo.
Amigo, te sigo queriendo.
Emma Cueva Quirós
Un breve repaso de su
transcurrir:
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Miércoles, 27 de Marzo del 2024
Viernes, 29 de Marzo del 2024