Con la honestidad que
siempre le acompaña nos pide el técnico responsable de Parques y Jardines del
Ayuntamiento, Fernando Peco, que hagamos justa mención del libro de Ángel
Morales y Vicente Morales sobre las calles de Tomelloso en esta segunda entrega
sobre el patrimonio verde de Tomelloso
que hoy abordará la historia, casi centenaria, del parque Urbano Martínez. “Del
libro he extraído muchos datos de este
parque que empezó a construirse en el año 1932, siendo alcalde Urbano Martínez.
Inicialmente no se pensó en construir un parque, sino que se pusieron cuatro
filas de árboles en lo que era la antigua vereda. En su gran mayoría eran
moreras, aunque también había grupos de pinos y fresnos. En los años
posteriores se empezaron a añadir elementos de ornamentación como bancos, un
palomar de madera y las fuentes. Su primer nombre fue Cirilo del Río,
recordando a un alcalde anterior y en 1938 se le denominó Pablo Iglesias,
aunque esta denominación duró muy poco”.
“Sobreviven muchos árboles de la primera época”. Fernando empieza a contar la historia del popularmente
denominado Parque Viejo que conoce muy bien. “Tuvo un largo periodo de
abandono, pero un empleado municipal, Francisco Avilés organizó el
riego en los años ochenta. Sobrevive mucho arbolado de la primera época
del parque, con lo que muchos ejemplares pueden tener noventa años. Incluso hay
pinos en el tramo del principio que no forman parte de esa alineación de cuatro
filas. Debían formar parte de un arbolado anterior, con lo que esos pinos
pueden superar los cien años. Varios se nos cayeron el año pasado por el viento
y nos dolió en el alma. El parque estaba dotado de muchos rosales antiguos, nombre
que no viene por la edad de la planta, sino porque solo tienen una floración a
lo largo del año”.
La gran remodelación del parque en el 92. En la época de Javier Lozano se acometió un
ambicioso proyecto de remodelación del parque que se dividió en tres fases: la
primera llegaba hasta la calle La Habana, la segunda hasta José María Cepeda y
la tercera hasta la carretera. “Este
parque era complicado de organizar porque era simplemente una longuera de
cuatro filas de árboles, era más bien un paseo. El proyecto lo hizo una
ingeniería de Madrid y a ese proyecto inicial se le hicieron varias
modificaciones. Desde nuestro departamento fuimos haciendo aportaciones porque
la ingeniería desconocía la idiosincrasia del pueblo, los condicionantes de
tierra y otros condicionantes físicos que estaban ahí. Las fuentes, que en un
principio se iban a suprimir, se acabaron dejando y se elevaron las cotas de
tierra en algunas zonas para romper esa linealidad originaria que tenía. La
idea era construir un parque completamente diferente al de la Constitución, más
paisajístico que francés”. La
remodelación contempló la supresión de los rosales antiguos que se plantaron en
otras zonas verdes de la ciudad y se sacaron también cipreses y fresnos. “Los
cipreses, unos ejemplares muy grandes, están puestos en el colegio de La Rosa y
los fresnos se llevaron al paseo de San Isidro. Los setos y arbustos se
llevaron al paseo de Ramón Ugena y San Isidro. La clave era disimular las alineaciones
y por eso se hicieron las pistas de caliche, se trajeron unos olivos de Campo
de Criptana y por primera vez empezamos a jugar con especies que no sabíamos
cómo se iban a adaptar como los almeces” Fernando Peco recuerda que se hizo
mucho hincapié en el tema del riego. “Este fue el primer parque que dispuso de riego sectorizado con
electroválvulas y todo metido en un programador de riego. Aunque luego hubo que
volver a regar a mano por los estragos del vandalismo que es uno de los grandes
problemas que tenemos en este parque”.
Curiosas especies. El parque Urbano Martínez alberga curiosas
especies y Fernando Peco asegura que el conjunto del arbolado es de gran valor.
Se recuperaron ejemplares de rusco, un arbusto autóctono en periodo de
extinción, se introdujeron palmeras y se formó un paseo de tinajas que se
sacaron de la parcela donde se construyó el Teatro Marcelo Grande y el edificio
Nuevo Milenio. “Lo más impactante fue hacer una especie de túnel con arbusto
autóctono y madroños. Se introdujo también espino albar, otra variedad
autóctona y unos plátanos para conformar un paseo de sombra”.
Lamenta, el técnico que
los cipreses de leyland no dieran resultado. “Este invierno quitaremos casi
todos”. Subraya que se pusieron por
primera vez tapizantes “ya fuera con hiedra, hipericum, que florece en amarillo,
y vinca que tiene una floración en azul, que tapizan rápido, permiten ahorrar
agua y producen un efecto como el césped al estar todo verde. El césped es muy
bonito pero exige un mantenimiento mucho mayor”.
Nos fijamos ahora en unas
moreras de 1932 y el técnico nos explicará de un curioso tratamiento. “En estas
moreras se ha realizado una cirugía arbórea bastante potente por esas podas
abusivas que se hicieron en los sesenta y setenta que hacen que tengan heridas
y oquedades. Éstas las rellenamos con un polímero para evitar humedades dentro
del tronco y tienen también unos taladros con unas cánulas por si se condensa
agua que pueda salir por algún sitio”. Seguimos andando y podemos ver también
ejemplares de tarais “que no les tienen envidia a los que hay en las Tablas de
Daimiel. La forma que tienen es fruto de la buena poda que siempre hacen Ángel
Serrano y Vicente Leal”, asegura Peco que siempre reconoce la labor de los
trabajadores del área. Admiramos también varios cipreses tótem en una zona
donde ya no se nota tanto la primitiva alineación de árboles, hay vestigios de alguna sófora con el tronco
prácticamente hueco, un olmo de la primera época y los dos únicos fresnos que quedan en el
parque tras la remodelación. En nuestro recorrido nos topamos con dos ágabes,
que Fernando encontró en una mina abandonada de su Puertollano natal y los plantó
aquí , dos castaños de indias que se trajeron de La Glorieta María Cristina, un
cedro plantado en el año dos mil de grandes dimensiones y una palmera que se
trajo de la calle San Mateo. “Una compañera de esta palmera se puso en el paseo
San Isidro”, apostilla Fernando que, en realidad, conoce la historia de cada
árbol de la ciudad.
Elevación de la cota del terreno. Nos llaman la atención las pérgolas recubiertas
con glicinias, varias palmeras donadas
por vecinos y las resistentes adelfas que están alineadas junto a la calle del
teatro. Alcanzamos la zona donde se elevó la cota del
terreno tres metros. Aquí hay unos plátanos del año 93 que han experimentado un
crecimiento gigantesco y que no se han podado nunca. “Siempre habíamos achacado ese desmesurado crecimiento
a esos tres metros de tierra que subimos el terreno sobre la cota original,
pero no contábamos con otro detalle. Aquí antiguamente hubo unos servicios públicos
que se derrumbaron y hace tres años empezó a salir una mancha de humedad que
iba aumentando progresivamente. Levantamos y descubrimos que había un grifo
abierto de los antiguos servicios. Ha estado saliendo agua muchos años y por
esa razón los plátanos tienen ese tamaño”.
Una sorprendente morera. Nos muestra Fernando una sorprendente morera que
“pensábamos que iba a morir porque estaba muy hueca, pero dentro del propio
tronco nació otra morera. Esto se lo explicamos a los escolares y les llama
mucho la atención”. También hace que nos fijemos en un olivo que donó el padre
de Valentín Ramírez, ex concejal del Ayuntamiento. El parque está lleno de
atractivos y curiosidades que se entienden y saborean mucho mejor en compañía
de Fernando. Recalamos en la rosaleda donde hay una amplia variedad de especies
de rosales. Recordamos el invernadero que había en el parque, “disponía de la
mejor tecnología, pero estaba enfocado más a viveristas que a jardineros”. Al
final, nos lleva a la parte de atrás del teatro donde se han plantado las
palmeras que han ido donando los particulares y donde queda un espacio de
esparcimiento menos conocido por la gente, pero muy agradable. Lo mismo que
este recorrido junto a Fernando Peco por este gran parque. La próxima parada
será en el parque de La Paz.
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Jueves, 24 de Abril del 2025
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