Regresó Ron Lalá este sábado al Teatro Marcelo Grande con un
original montaje, “Villa y Marte”. Un sainete en tres actos, con música en
directo, chulapos y chulapas mutantes y el inconfundible humor de la veterana compañía.
El público se divirtió con este montaje diferente, pero con el inequívoco sello
de los ronlaleros.
En un viaje de reconocimiento al planeta rojo, la nave
pilotada por un astronauta, Daniel Rovalher, y su robot Trasto (Juan Cañas)
sufre una avería. La única solución es amartizar y recuperar una batería de la
NASA para poder regresar a la tierra. Llegan a la ciudad (o país, o territorio)
de Martiz y descubren que hay vida en marte. Una vida que parece sacada de un
sainete de Arniches o de una zarzuela de Chapí.
Una lavandera chulapa con barba y ochos ojos (a quien da
vida Diego Morales), un organillero con pico de oro y más trampas que una
película de serie B, Fran García, o un poli malo-poli bueno, a la vez, con la
porra más ligera que las balas y más chulo que un ocho (de quien hace Miguel
Magdalena, también director musical), preparan una verbena castiza que ríase
usted de la de La Paloma. Y para colmo, mientras el capitán terrícola y la
lavandera mutante caen en los brazos de Cupido y quieren huir juntos a otros
mundos, el robot se empeña en completar la misión.
“Villa y Marte” es, como apunta el programa, un sainete
musical ambientado en el Marte más castizo, “es la reinvención del género chico
en clave ronlalera”. El público se divirtió con el montaje y con la soltura y facilidad
para hilar distintos géneros que tiene la veterana compañía Ron Lalá. La música,
original y en directo, está inspirada claramente en los arquetipos del género,
romanzas, chotis o pasacalles. El público aplaudió una a una las
interpretaciones, especialmente el popurrí en el que dan un giro sideral a
conocidos temas madrileños (martileños), como “Madrid, Madrid” o “La Puerta de
Alcalá”. Disfrutamos con el texto, en verso —que enganchó más que la música al
periodista—, brillante, certero, jocoso, mordaz; cada frase o cada expresión
parecen sacadas de un sainete, “marcianizando” en este caso, los sustantivos.
Los ronraleros, como no puede ser de otra manera, despliegan
su complicidad con el público al que levantan de sus butacas y le hacen bailar
un chotis en una baldosa. Al final, los actores nos pidieron cuidar de nuestro
folklore, de nuestra tradición musical, como la zarzuela. Antes de esa proclama
la compañía recibió una gran ovación.
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Sábado, 23 de Noviembre del 2024
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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