Este sábado el salón de los espejos del Casino de Tomelloso
se vestirá de gala para acoger la presentación del libro “El mundo era un
hermoso espejismo”. Una antología de la obra del poeta Dionisio Cañas realizada
por el autor chileno Héctor Hernández Montecinos. Este medio ha conversado con
el literato andino, de poesía, de creación, de su visión del mundo actual y,
por supuesto, de Dionisio Cañas, que ha estado presente en la entrevista.
Hernández ha mostrado en todo momento una inmensa humanidad
con su defensa a ultranza de una nueva ética de “lo otro”. Defiende la poesía
como una experiencia colectiva que tiene mucho que compartir y un lugar
fundamental de encuentro con “lo otro”. Señala que la poesía es urgente a día
de hoy. El autor ha califica a Dionisio Cañas como “un poeta que piensa el
mundo”.
—Tengo entendido que usted llegó a la poesía a través de
un taller.
—Efectivamente. Yo estudiaba Literatura en una universidad
católica. Inicié mis estudios con mucha ilusión pues me imaginaba que me iba a encontrar
escritores y escritoras dando clase, a gente leyendo por los patios, como si
fuera la Academia de Platón. Pero cuando empecé los estudios sufrí una tremenda
frustración, no había gente leyendo en los patios, no había poetas enseñando,
sino que era todo lo contrario. No solo la facultad, también me decepcionó la
universidad como institución, que yo imaginaba que incentivaba la credibilidad,
el pensamiento crítico o la reflexión… y fue y sigue siendo todo lo contrario.
Por ello, desde el 2004 ha habido muchas protestas juveniles, por el modelo
económico fundamentalmente. No es posible que un estudiante tenga que endeudarse
por lo que vale un carro ya que la universidad pública cuesta lo mismo que la
privada.
Una compañera, Paula Ilabaca, me habló de unos talleres en
un centro cultural que era muy underground, muy marginal, de jóvenes de
periferia. El taller lo impartía Sergio Parra y yo fui acompañando a Paula,
había perdido la fe y me equivoqué afortunadamente. Era un lugar donde
llegábamos chicos y chicos y se leía poesía, conversábamos sobre la poesía, nos
emocionábamos, llorábamos, nos enojábamos; era compartir. Aquello fue
fantástico, sentí por primera vez que pertenecía a una comunidad literaria.
—Usted defiende que la poesía es algo comunal, global
incluso…
—Entonces descubrí que la poesía es una experiencia
colectiva. No era solo leer o escribir, también era conversar hasta el amanecer
de los poemas Más allá de la escritura es convivir, delirar los poemas,
soñarlos… descubrir un poema de Pessoa, por ejemplo, y leerlo entre todos. A
día de hoy sigue siendo una experiencia colectiva que va más allá de escribir
un poema, o no escribirlo. Tiene que ver con una forma de vida que uno aprende,
comparte, escucha y convive con otras personas.
—Y desde entonces no ha parado de escribir y de recibir
premios…
—Han pasado 22 años y hacer un taller entre varios, fundar una
editorial u organizar un encuentro, sigue siendo para mí una experiencia
colectiva. Sigue teniendo el mismo espíritu, lo que importa son las vidas que
hay detrás de los poemas o de los libros. Si me preguntan cuál es la materia
prima de la poesía, si el lenguaje o las vidas, yo me quedo claramente con las
vidas.
—Dicen de usted que es el poeta más representativo de su
generación en Chile, ¿esa circunstancia supone una presión añadida?
—Creo que tiene que ver con lo mismo, siempre implicó que no
se trataba de mí. Es algo que pasa a través de mí y sigue a otras personas, a
una generación o a un grupo de poetas. Cuando vienen las buenas críticas, y también
las malas, tiene que ver con los espacios que uno abre. Y uno los abre porque
va un poco adelante y para que otros pasen. Siempre evito lo personal por lo
colectivo. El encuentro sobre “El Siglo de Oro de la Poesía Latinoamericana”
nació porque vine el año pasado a España y fui el invitado especial en muchos
espacios y actos. Mientras, todos mis amigos migrantes fueron como público.
Decidí darle una vuelta a ese concepto para que con estos encuentros ellos estuvieran
en el escenario y yo en los asientos. La poesía no tiene para mí otra aplicación
que trabajar con lo otro, con los otros, con las otras… esa es la materia prima
con la que trabajo.
—Usted ha sido el impulsor de la iniciativa “Siglo de Oro
de la Poesía Latinoamericana 1922-2022” ¿Por qué lo circunscribe en esos diez
años?
—Coincide que en 1922 se publican grandes obras de la poesía
latinoamericana, “Trilce”, de César Vallejo; “Desolación”, de Gabriela Mistral
o “Los gemidos”, de Pablo de Rokha. Son quince o veinte obras de poesía que
hacen en Brasil, Perú, Puerto Rico, México, Argentina, Uruguay o Chile. Quise
pensar en lo que comenzó con esas obras, en ese año y en analizar qué es lo contemporáneo.
Si sigue siendo actual Vallejo, un chico peruano que llega a España y a París y
lo pasa pésimo. El encuentro tiene que ver con eso, con señalar el inicio de la
poesía contemporánea latinoamericana. Y pensar que ese siglo, del 1922 al 2022,
ha tenido una continuidad absoluta, no habido ningún momento de quiebra en ese
tiempo. Durante estos cien años la poesía latinoamericana se ha ido
diversificando, creciendo, ampliándose y ahí hay cuatro premios nobel, por lo
menos.
—¿Y también el presente?
—Justamente, hay que pensar qué es ahora la poesía
latinoamericana en España. Quiénes son, cuántos son, a qué perfiles
corresponden… Recuerdo que me preguntaron por cómo estaba la poesía de los jóvenes
en Latinoamérica. Yo respondí que muchos de esos poetas, que en sus países han
publicado libros o ganado premios, no estaban en América sino en España,
trabajando como chicos de Glovo o de Uber. Un Siglo de Oro que nace allá pero
luego se ramifica en torno a las condiciones de un premio nobel como Neruda o las
de un chico que trabaja de repartidor de supermercado.
—¿Tiene la poesía latinoamericana algún nexo de unión
además del idioma?
—Poe supuesto. Pasa en mi país, en Chile, que tiene una gran
tradición poética que a veces creemos que basta y sobra con saber de los poetas
chilenos. Cuando doy talleres o cursos, lo primero que intento es que se piense
que más que poeta chileno se es latinoamericano. Y eso implica conocer lo que
se está escribiendo en Honduras, Paraguay o Puerto Rico. Esa circunstancia te
permite descubrir que hay procesos similares, culturales, sociales, literarios
o lingüísticos en otros países. En esa mirada Latinoamérica deja de ser tan
grande como es y uno empieza a ver afinidades. Por ejemplo, yo que comencé a
escribir a principios del 2000, te permite ver como son las poéticas del siglo
XXI y descubrir que hubo procesos comunes en México, en Perú, Argentina o
Ecuador. España es el lugar de la lengua y Latinoamérica es el sitio de los
lenguajes, que están vivos. A pesar de la diversidad hay efectos comunes que
están en el lenguaje y que hacen que la poesía latinoamericana sea una.
—¿Cómo llega a la figura de Dionisio Cañas?
—Desde allá la poesía española se nos aparece como un
bloque, a veces muy homogéneo y compacto. Siempre he estado interesado en saber
que pasa en los intersticios de la poesía de este país y en quienes son los que
están fuera de esa gran construcción milenaria. Así llegué a poetas que hoy
admiro y que estoy trabajando como Dionisio Cañas o Chantal Maillard y un
montón más.
En el caso de Dionisio, estaba haciendo un trabajo sobre
filología digital y llegué a un libro que firman Cañas y Carlos González Tardón
“¿Puede un computador escribir un poema de amor?”. Me llamó la atención la
mirada de Dionisio y descubro a un poeta y una poética que me interesa. Luego
empecé a “googlear” y llegué a la página de Dionisio, donde encontré el tesoro
de sus libros, un verdadero festín. Con
su obra confirmé mi primera intuición y además de un poeta descubrí un
intelectual, un activista y un humanista en el mejor sentido.
—Y encontrarlo personalmente fue una verdadera odisea,
¿no es así?
—Comencé a buscarlo,
a preguntar por él, algunos me decían que estaba muerto, otros que vivía en
Nueva York, que ya no escribía, que estaba en Marruecos… Aquello me convirtió
en una especie de detective salvaje, como los de la novela de Bolaño que van a
buscar a una poeta, Cesárea Tinajero. En mi caso, buscaba al tal Dionisio Cañas
y gracias a Jaime Siles lo encontré.
—¿Y tras dar con él?
—Le planteé la idea
de hacer un libro con esa intuición de la poética que percibía y que después encontré
en su obra. Me parecía que era una obra paralela a muchos de los procesos que
ocurrían en Latinoamérica. Por eso planteé en el encuentro en el Instituto
Cervantes que se puede entender Dionisio como un poeta latinoamericano, por su
proceso de escritura, lenguaje y por su bagaje de lecturas. Me pareció una
paradoja encontrar un poeta acá, en el corazón de La Mancha, que estaba
pensándose transatlánticamente. La obra de Dionisio es cercana a los
cuestionamientos, a los problemas del día de hoy. A las preguntas actuales como
la migración, estos lenguajes, la idea de cual es la casa y cuales son las
puertas y ventanas de esa casa, que no son los países sino los lenguajes- Eso
es lo que Dionisio lleva haciendo en los últimos cincuenta años.
—Y al final compone un libro, que Idoli Sánchez calificó
de “contra antología” …
—“El mundo era un hermoso espejismo” no es una antología al
uso dado que no elegí lo mejor de Dionisio, para ello tendría que haber editado
un libro de dos mil páginas. Lo que intenté fue articular un relato con los
materiales que ha publicado como sus poemas, parte de los libros de ensayo,
entrevistas, los manifiestos del colectivo Estrujenbank y sus viodeopoemas. Con
eso intenté unir diferentes puntos de un diagrama que están en movimiento y que
no cierra la lectura de Dionisio, sino que lo abre al resto de su escritura. Es
una reflexión sobre la poesía —ese es el lugar desde donde ve el mundo—, que
tiene una estética, pero siempre, una política y una ética. Creo que hoy día
que vemos en el entorno de nuestros países, tanto en España, como en América,
el gran problema de la cohesión social es porque hace falta una nueva ética,
nuevas éticas de lo otro como la migración, la homofobia o el machismo. Creo
que la poesía es el lugar fundamental donde trabajamos con lo otro. La poesía
es urgente a día de hoy.
Se une Dionisio Cañas a la conversación y echa de menos «la falta de éticas individuales, tanto en la educación como en otros ámbitos. No hay una ética de las personas que les diga lo que no tienen que hacer, simplemente se adaptan al mercado. La ética del consumidor es lo único que existe».
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Jueves, 18 de Abril del 2024
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