Los paseos de San Isidro y Ramón Ugena son dos bellísimas entradas del sur
de Tomelloso que acaban convergiendo en el inicio de la calle Don Víctor, justo
en el chaflán de una vivienda con un elegante mirador. El responsable de
parques y jardines del Ayuntamiento, Fernando Peco, nos ha mostrado los
encantos de estos dos espectaculares corredores verdes en el que abundan
numerosas especies, autóctonas y no
autóctonas. El relato del técnico es abundante en datos e información y volvemos a percibir la pasión y entrega con
la que realiza su trabajo.
El paseo Ramón Ugena, que anteriormente se llamó paseo de La Estación, se
construyó en 1931 y presentaba dos largas filas de moreras. Muchos tomelloseros recordarán todavía su
antiguo aspecto de tierra que empezó a cambiar radicalmente en el año 1981, con
la remodelación que se llevó a cabo en los tiempos de Clemente Cuesta. Se
financió con contribuciones especiales y llamó la atención por sus pérgolas y
alumbrado y esa bonita alegoría que hacía al mundo del ferrocarril.
Una original
poda de las moreras. Explica Fernando que “las moreras primitivas se
sustituyeron por arces negundos, pero a mitad de los noventa los arces quedaron
afectados por una enfermedad y volvieron a plantarse moreras de la variedad
fruitless que, por lo general, no echa fruto. Se les hace una poda se llama de
cabeza de gato consistente en ir podando sobre lo que se podó el anterior, de
modo que la cabeza se va haciendo cada
vez más grande. Es una poda muy laboriosa de hacer”. Los únicos arces que
quedan del 81 son los de los macizos del inicio y final del paseo, con sus
copas unidas”. El paseo acoge unas espectaculares palmeras que han cedido los
vecinos. “El microclima que se produce en este paseo provoca que echen muchos
hijos”. Asimismo, contiene arbustos como adelfas, olivillos y durillos.
Fernando destaca la gran sombra que produce el paseo y que tanto se agradece en
verano.
Cipreses y aligustres. Este es el único lugar donde hay un ejemplar de
ciprés de los pantanos que “son una de las pocas coníferas a la que se le cae
la hoja en invierno”. Llaman la atención unos enormes cipreses de Arizona “los mayores que hay en Tomelloso.
Hubo más, pero una tormenta tiró muchos. Cada cinco años se les suele cortar
cincuenta centímetros de rama para evitar que cojan demasiado peso y caigan al
suelo. Este año ya les toca”. En la parte central del paseo, la que permanece
en tierra, se han plantado aligustres. Junto al paseo Ramón Ugena está el
pequeño parque de la Estación de Ferrocarril que conserva algunos ejemplares de
los árboles, unos ailanthus altissima, que había en los años en los que estaba
activa.
Cientos de
especies en el paseo San Isidro. El Paseo San Isidro es una de las
zonas verdes de la ciudad que mayor número de especies alberga. “Desde su
inicio hasta su final va alternando plantas diferentes” Empezó a construirse en
1991 y se concluyó en el 1994, en la segunda legislatura de Javier Lozano. También
se financió con cargo a contribuciones especiales cobradas a los vecinos.
Fernando Peco empezará a describir curiosos ejemplares como unos arces que
alternan las tonalidades amarilla y verde, plátanos que se plantaron en el año
91 y que se combinan con árboles que había en el paseo muchos años antes de su
arreglo. Observamos acebos de varias
especies, una planta que se puso de moda para adornos navideños; un
espectacular olmo antiguo que se encuentra justo en la esquina del paseo con la
calle Estación “no lo hemos podado en los treinta años que llevo aquí y está
perfecto; magnolios que han
experimentado un crecimiento espectacular al estar protegidos por las barreras
de los edificios, una rica colección de palmeras, destacando una washingtonia filífera
de gran tamaño que alcanza la altura de seis pisos y unas braheas armatas que
se trajeron de Egipto “que por el cambio climatico han florecido, algo que no
ocurría años atrás”, además de otras donadas por vecinos. El paseo, que casi
podría servir de jardín botánico por su variedad y riqueza de especies,
contiene también cedros, yucas gloriosas que, como otros muchos arbustos, se
trajeron del parque viejo; un único ejemplar de arce crimson King, cipreses
tótem que crecen a modo de columna, sin abrirse a los lados, “un árbol que en
antiguas civilizaciones era símbolo de hospitalidad y que es uno de los árboles
más elegantes para poner en un jardín”, asegura Fernando.
Una paseo
iniciado por Juan Antonio Parra. Fernando gusta de dejar muy clara la
autoría de las obras y proyectos. “Este paseo no lo inicié yo, empezó estando
de jefe de servicio Juan Antonio Parra y es de justicia que lo recordemos.
Cuando llegó yo la mitad del paseo ya está hecho”. Seguimos nuestro recorrido y
nos topamos ahora con una picea globosa, “la única que hay en Tomelloso”, nos
aclara el técnico, y lo mismo ocurre con un libocedro de gran belleza. Nos
habla Fernando de tres palmeras adquiridas a La Hortícola Linarense “que
inicialmente se plantaron en la plaza de España, pero al construir la fuente
hubo que sacarlas y traerlas aquí” y resalta también un roble de la variedad
quejigo que tiene una llamativa historia. Un trabajador lo cortó creyendo que
estaba seco, cuando en realidad solo se le había caído la hoja. Pero de ahí
nació un curioso árbol con cuatro brazos. Justo enfrente hay una fila de
almeces plantado en la época de Carlos Cotillas. Poco después, nos fijamos en
un majestuoso abeto pinsapo “En Tomelloso solo tenemos éste y otro más que hay
en AFAS”. Fernando va contando la
historia de cada árbol, con una meticulosidad y profesionalidad impresionantes.
Plátanos
gigantescos. Fernando Peco
remarca “que hay cientos de especies en este paseo, muchas de ellas traídas
desde el parque viejo. Se aprovechó todo”. Los arbustos, como la nandina, se
van alternando con árboles como el tejo que adquieren una connotación sagrada
en algunas civilizaciones. El color rojo lo aportan los prunos y admiramos una
variedad jardinera de arce que, a medida que se va haciendo adulto, recupera
sus tonos verdes naturales y abandona los blancos de sus primeros años. Ahora
llegamos a unos cipreses que donó el maestro Juan García, gran amante de las
plantas, un grupo de cedros péndula que solamente crecen a lo ancho. Cuando
admiramos dos gigantescos plátanos, Fernando nos explica que “su gran tamaño
obedece a una fuga de agua que se produjo por la rotura de una tubería que pasa
justo por debajo”. Con tristeza nos muestra un abedul que se secó tras el
verano extremadamente caluroso que hemos pasado. Y seguimos viendo madroños,
bambú, olivos, pinos piñoneros, moreras péndula, elegantes elementos de
topiaria, los últimos restos de una colección de rosales que los pícaros de
turno fueron cambiando de lugar, manzanos de flor, abelias “en fin, pusimos de
todo. En algunos casos, arriesgamos con especies que no se adaptaron al clima y
no agarraron”. Nos muestra Fernando una pequeña salida de agua para que puedan
beber los pájaros, un pitosporum que desprende un agradable olor, un pino
enano, también único en la ciudad o un
viejo árbol que ha recibido un tratamiento de polímero “para alagarle la vida
un poco más tiempo”. Sin duda, los jardines de Tomelloso están bien protegidos
bajo la dirección de un hombre que ama su profesión. Los parques Europa y de
las Historias de Plinio serán nuestros próximos destinos.
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Jueves, 24 de Abril del 2025
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