Opinión

El “combate” con los recuerdos y con la dignidad del “calendario” de la vida

Salvador Jiménez Ramírez | Martes, 27 de Diciembre del 2022
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Ya en mi temprana infancia, mi cerebro me abría infranqueables puertas hacia lo indefinido… En aquellos días de pobreza y promesas de agradecer y rogar a los dioses, mi embrionario e inmaduro entendimiento “viajaba” por planos espacio-temporales, en los que los “corpúsculos” con los que se formaba y proyectaba mi mente, dando inmedibles “saltos”, internándose en dimensiones complejísimas que, ahora, —al analizar la antigua foto de la Laguna del Rey, hallada entre unos documentos—no siempre me dejan evocar y analizar qué acaeció en aquel prístino “calendario” de la vida, “impreso”— como ahora— con muchas cuartillas de mentiras… El “estrujarnos” el cerebro tratando de rememorar, con cierto “escozor” de honestidad, nos hace entender que cuando el ingenio se interna por infinitas “honduras”, deambula por espirales de nunca acabar y para no cometer desmanes contra la consciencia, se deben desaprobar acciones desoladoramente incompresibles…

Abrir ventanas contra el olvido, para que no se “hunda” lo que fingimos que somos…; creyendo permanecer, eternamente, firmes sobre el “calendario” de la vida…

La tarde jarrea  y se pega a mis ojos, un entorno en el cual  siempre y nunca he sido… Los sueños entran mucho en mí… He “emigrado”, durante horas, a unas lomas de monte, porque han sido varías las noticias en diversos medios de comunicación, (gangueros, cansadores y cucos) que han matado muchas de mis añoranzas… ¿Conseguir poder y riqueza? Individuos prepotentes, extremistas, sin DIGNIDAD, emperejilados como pajarucos holotropicales, que conquistan imperios e implantan sistemas con el único propósito de conseguir bastón, mando, tonsura y riqueza. Homo sapiens dominadores del mundo, mandones perpetuos, vanidosos, enredosos, retorcidos, (¿“progresistas y conservadores?”), viajando lujosamente y privilegiadamente, en una cósmica “CANICA AZUL”, que gira sin ruido por un camino de inciertos abismos…; en la “maraña” del infinito; transportando la somnolencia, la avaricia y el entorpecimiento humanos… La reflexión nos produce una sensación de fracaso y sufrimiento, porque hieren nuestro trasfondo muchas sinrazones humanas... Nos sentimos débiles, insignificantes y estúpidos…   Todo discurre muy despacio en estos cerros…; muy despacio… También a nosotros “pésanos cuánto pesarnos debe y puede”, lo mal hecho en nuestra vida aunque fuera por razones de supervivencia…

El tiempo está envejeciendo quieto… En estos montes, el tiempo, parece reciclarse muy reposado… Un nubarrón y un mogote se “plantan” delante de un “ojo” de sol y nos lo empiezan a “quitar”… Las plantas están muy silenciosas… Ningún silencio hosco como ocurre con nuestra mudez… De repente deseamos fundirnos con todo ello, pero las “incompleteces” y “perversiones” de nuestra mente y ser, nos mantienen a raya y no podemos alcanzar de una forma “elevada” la trascendencia…Todo parece estar demasiado bien colocado en una “asimetría” “simétrica” ¿Azar o predeterminación? La angustia metafísica que se retuerce en lo hondo de las “cuevas” del pensamiento, se alivia y disipa por la “ventana” que da a la suave magia del monte. Camino entre un espartizal y al tocar  unas atochas, recuerdo manos de otras vidas…; manos de mujeres esparteras, cargadas con mañas de esparto camufladas en haces de leña. Manos para el esparto…; manos para la leña…; manos que en la oscuridad del hogar, imploraban a unos dioses coléricos, vengativos y perezosos, que no las escuchaban nunca… Con la congoja de sus corazones, “mutilada” su alma, con el sentimiento de que sus vidas ascenderían a los cielos, sentían el mundo y la DIGNIDAD…



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Antonio Machado Ruiz, junto con su anciana madre Ana Ruiz, su hermano José y Matea, esposa de  José, exiliados en el pueblo francés de Collioure, vivían un agónico calvario de pobreza… José se devanaba por atender tanto a Antonio como a su madre, pero Matea —se dice— que tuvo con Antonio alguna que otra acalorada discusión… En una ocasión, —cuentan—Matea se encontraba bastante nerviosa y desesperada, al estar lejos de España y de los suyos…, y polemizaba con Antonio. Machado enfermo, sumido en el silencio de su dramático destino; perdidas las esperanzas, sobreviviendo en la pobreza más extrema, mantiene firmes sus predicamentos y valores. Matea, irritada y angustiada por lo trágico de las circunstancias, se encara con Antonio interpelándolo; “…; pero esto que estamos pasando ¿Cómo se llama? ¿Dime tú cómo se llama?”. Antonio, triste y cabizbajo, tras un solemne silencio—aseguran— que exclamó: “¡DIGNIDAD…! ¡Esto se llama DIGNIDAD!”.

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Retorno a la barriada, repensando en el todo de los mundos y en lo inherente al comportamiento humano; buscándoles transcendencia… En estos días de nuevas “saturnalias-saturnales”, la monocorde, rancia y colectiva congratulación, resulta un tanto empalagosa.

Se columpian las hojas de unos árboles, bambolean y aletean con un céfiro algo acariciante, pero casi frío, como disponiéndose para su agonía… Hoy, en mi coexistencia—decepcionante a veces— con el “mundo” y con los “dominantes”, viene a mi mente la escandalera de chiquillos, antaño; correteando por la aldea, pidiendo el aguinaldo, enlodados en el barrizal de las callejuelas, como en una triunfante y eterna misión, que tuviera influencia en nuestras honestas  creencias y bienaventuranzas inocentes… 

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