El programa comenzó con el vigor de la Obertura de “Ruslán y Ludmila”, de Mikhail Glinka y la advertencia del director de que el público iba a participar en el concierto. Continuó la velada con la Polonesa, casi marcial, de “Eugene Oneguin”, de Tchaikovski, que Francisco José Velasco —como hizo durante toda la noche— fue explicando al público. Y es que, cuanto más se sabe, más se disfruta.

Un nuevo cambio, de estilo y de país con dos danzas de Camille Saint-Saëns. La primera, la conocida “Danza macabra”, en la que el “obbligato” del concertino, Adrián Fernández, va levantando a todos los instrumentos hasta la apoteosis. La segunda pieza del francés fue la Danza Bacanal de “Sansón y Dalila”.

Y el concierto continuó nada menos que con el “Danzón número 2” de Arturo Márquez, que como explicó Velasco, dedico el mexicano a su hija. Un danzón cubano de ritmos bailones que contó con la participación de cuatro voluntarios del público que se sentaron entre la orquesta durante la ejecución de la conocida pieza. Los de Francisco José Velasco, con su espectacular interpretación, nos hicieron mover en nuestros asientos y disfrutar de la pieza.

Fue subiendo la temperatura del recital con el último número del repertorio, con las Danzas de Estancia, del argentino Ginastera. Comenzó con la machacona “Danza de los trabajadores agrícolas” para continuar con la relajada “Danza del trigo” y seguir con la marcial “Danza de los peones de hacienda”. Acabó la pieza con el esperado “Malambo”, una explosión de musicalidad, sonido, baile y buena ejecución de la Orquesta CLM Sinfónica.

El público premio el buen hacer de la Sinfónica CLM con una gran ovación. El director dio las gracias a todos los que han hecho posible el concierto del martes en Tomelloso. De propina, la Sinfónica CLM interpretó un número propio de estas fechas “La primera Navidad”.