La constante interactuación con el público ha sido otro de los alicientes de un espectáculo de una hora de duración. Han empezado con pocos espectadores, pero han terminado con cerca de un centenar. Un público multigeneracional que ha disfrutado con las ocurrencias y habilidades de los cómicos ya fuera haciendo malabares con patatas, manteniendo en equilibro un rastrillo al mismo tiempo que le iban colgando aros, moviéndose en la típica rueda del circo con sillín y pedales, pero sin guía o un trabajado juego de malabares en el que los bolos se cruzaban de un lado a otro, sin olvidar la magia de partir un plátano solo por dentro, sin que lo hiciera la cáscara. 

Hacía algo de frío, pero entre tanta risa, la gente ha disfrutado y ha reconocido con sus aplausos el trabajo de los polifacéticos personajes que han ido trabajando al mismo tiempo que sonaban canciones de Manolo Escobar o El Fary.