El Marcelo Grande registró este jueves una entrada de gala,
a pesar del partido Real Madrid, Atlético (aunque fuese de Copa, un derbi es un
derbi) para disfrutar con el Ballet de Kiev y su versión de El Cascanueces, la celebérrima
obra de Tchaikovski. Había mucha expectación por una función conocida en
Tomelloso, la pudimos ver hace ahora dos años a cargo del Ballet Imperial Ruso
(qué paradojas), y el público disfrutó con el montaje Goldberg Productions como
quedó demostrado con la gran ovación que dedicó a los artistas ucranianos.
Además de artístico, la función tuvo un aspecto solidario
dado que una parte del importe de las entradas se destinó al apoyo del trabajo
que está realizando UNICEF para salvar y proteger a los niños, niñas y familias
afectados por la guerra tanto en Ucrania como en los países limítrofes donde se
han refugiado.
El Cascanueces del Ballet de Kiev venía de triunfar en
Valdepeñas y Ciudad Real. A pesar de la música “enlatada”, los ucranianos
ofrecieron un show a la altura de la expectación que habían creado. Un elenco
de bailarines jóvenes firmó una dignísima interpretación del ballet en la que
primó la frescura y elasticidad de los artistas, descaradamente jóvenes, como decimos,
algo que se notó durante las dos horas del espectáculo. Todo ello aderezado por
unos decorados vistosos, pero sencillos y muy efectivos, con un gran árbol de
navidad como leitmotiv. El público, muy animado, aplaudió prácticamente todos
los números del espectáculo.
El Cascanueces es un ballet en dos actos, en el que, como
saben nuestros lectores, Tchaikovski puso música a un cuento de Hoffman.
Comienza con una fiesta de Nochebuena en la casa de los Stalbaum, Drosselmeyer,
un viejo inventor chiflado, hace magia para los niños, les enseña juguetes con
motor de cuerda… pero a Masha lo que más le gusta es el juguete que rompe
nueces, El Cascanueces. Tras una batalla con los ratones, el inventor convierte
al juguete en un bello príncipe.
En el segundo acto, Masha y el Príncipe navegan por el Reino
mágico. Bailan los angelitos, muñecos españoles, chinos y rusos, mientras la
orquesta de los bondadosos enanitos toca unas bonitas melodías. El sueño, se
convierte en realidad gracias a Drosselmeyer. El respetable, insistimos,
disfrutó de lo lindo y así lo dejaron patente los aplausos al final de cada
pieza, especialmente el Vals de las Flores, el Pas de deux o la Danza del Hada
del Azúcar números en lo que se oyó algún ¡bravo! Una larga ovación premió el
buen hacer del Ballet de Kiev.
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Martes, 13 de Mayo del 2025
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