Opinión

Hasta nunca, hasta luego, hasta pronto, hasta siempre

Fermín Gassol Peco | Jueves, 2 de Febrero del 2023
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Las personas salvo raras excepciones, son sociables por naturaleza. Gustan de establecer relaciones, independientemente de estar destinadas a resultar más o menos profundas y todas ellas aparecen como nuevos nacimientos en la vida social. La relación de amistad, la más profunda, tiene vocación de permanencia, de cercanía y es que la naturaleza humana tiende a conservar y a disfrutar de aquello que le es más grato y querido.

Será por esto que no me gustan las despedidas porque suponen morir un poco y lo de morirse, como el cielo, es algo que puede esperar para cuando la naturaleza se encuentre más  preparada para soportar ciertas ausencias. Hablo lógicamente de las despedidas dolorosas, aquellas en las que siempre algo se acaba rompiendo y en las que bien quisieras que una parte de ti también partiera.

Cierto es que no todas las despedidas tienen la misma importancia y transcendencia. Que las despedidas, como los zapatos o las camisas, se pueden medir por  tallas y colores que no son otra cosa que el tiempo que duran las ausencias. Porque no es lo mismo despedirse con un “hasta mañana” al abandonar el trabajo o los amigos que cuando la despedida acontece en la estación del tren o el aeropuerto al partir un ser querido en donde flota y se transmite un sentido y deseoso “hasta pronto”; mucho menos si esas despedidas se realizan en el cementerio donde el deseo es de “un hasta siempre”.

 Las despedidas siempre ponen de manifiesto el grado  de intimidad alcanzado por las personas que se separan. Las más dolorosas son aquellas que son inesperadas o aun siéndolas, no se piensa en que algún día puedan producirse.

Existen despedidas ajustadas, pactadas, protocolarias y obligadas y también las hay que se esperan como agua de mayo, aquellas que comportan una  liberación. Son esas despedidas en las que se piensa y se desea, “un hasta nunca”.  Sin embargo existen otras que tienen un cierto sabor a timo. Aquellas que se proclaman como definitivas siendo solo despedidas…de momento o salvo buen fin, cual pagaré que espera ser validado en el futuro y a su vencimiento. Suelen ser las que sirven para hacerse con una posición de ventaja para luego esperar a ver qué pasa.

Las despedidas importantes, aquellas que nos dejan huella y quizás no tengan vuelta atrás, son siempre actos rigurosos de sentimiento, de autenticidad que producen algo de vacío, como esos trapecios lanzados al aire dudando si en el otro extremo habrá alguien que nos recoja, o al contrario será su propia inercia la que nos devuelva al lugar de partida. Porque al fin, nuestras vidas son como trapecios sobre los que cada día volamos todos un poco, a mayor o menor altura.  

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