Soleras de Tomelloso

Los trabajos de los “picaores”

Ángel Morales Ropero | Sábado, 25 de Febrero del 2023
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El pasado 27 de octubre tuve el placer de asistir a la presentación de la Asociación de Amigos de las Cuevas, que se celebró en la cueva Persiles. En el acto intervinieron el presidente de la asociación, Jesús Andújar; el concejal de Turismo, Raúl Zatón y José María Díaz, conocido como el Tinajero por haber sido esta su profesión.

Habló José María de como se hacían las tinajas de cemento, de la capacidad de estas y de las muchas cuevas que conocía por su oficio. También mencionó el trabajo de las terreras y los “picaores”, dando a entender que de las primeras sí se había conocido el esfuerzo tan duro que realizaron y que de los segundos poco se ha comentado. Y es que, dijo, el trabajo de “picaor”, además de ser muy duro exigía estar todo el día en la oscuridad, solo se alumbraban con la luz de un candil.

Hace tiempo que yo me decía, «fíjate, con el trabajo tan duro de los “picaores” y la poca importancia que le damos». Porque duro es. Un servidor lo sabe porque con 19 años, con un compañero de trabajo, hicimos un pozo en la vega. Allí no hay mucha tosca, pero solo con aguantar todo el día el pico ya era duro. El pozo tendría unos cuatro metros de profundidad. Fue a darle agua un profesional. Solo servía para regar, ya que el agua de la vega no se la bebían ni las mulas.

Los “picaores” no solo hacían cuevas en Tomelloso, también los pocillos que en ellas se excavaban por si se reventaba una tinaja; los trujales para el orujo —de forma cuadrada y de varias medidas tanto de anchura como de profundidad—; también se encargaban de picar el pozo de agua viva de las casas; el pocillo en el patio para el desagüe del agua de lluvia; el retrete en el corral y también en el corral se hacía el retrete, porque no todos tenían aseo y eso era por dos cosas, por no tener agua potable ni dinero para hacerlo, y el basurero. El tamaño del último dependía de si los dueños de la casa tenían mulas o no. Los basureros se estuvieron utilizando hasta que las mulas fueron desapareciendo y se comenzó a recoger la basura de las casas que en 1970 era obligatorio para todos los vecinos. Los “picaores” también se encargaban de ejecutar las norias, aljibes, zanjas para los cimientos, hoyos para los árboles y sepulturas por encargo del Ayuntamiento y de particulares.

Se trata de una profesión que existe desde muy antiguo ya que hay pozo desde hace miles de años. Son muy conocidos los “picaores” que trabajan en las minas cuya tarea, en el fondo, es muy similar a la que realizaban en las cuevas de Tomelloso. La primera vez que los veo mencionados en nuestra localidad es en una sesión del pleno celebrada en 1877 por darle agua al pozo del ayuntamiento. Más tarde, en marzo de 1915, se le abonaron 25 pesetas a Francisco Cuadra por dar agua al pozo del cementerio. También hay pagos por apertura de sepulturas, así en 1920 se abonan 75 pesetas a Félix Muñoz y otros cuatro peones por abrir sepultura y hoyos. Tan necesario era su trabajo que el Ayuntamiento los incluyó en su plantilla, como consta en el acta del pleno del 8 de enero de 1937 cuando se acordó pagar un sueldo de 6 pesetas diarias a los “picaores” que trabajaban para el consistorio.

Si ya era duro para los “picaores” traspasar la tosca con todos los recursos posibles, más duro lo fue a partir de marzo de 1906, cuando se prohibió usar barrenos en la construcción y ensanche de las cuevas. A pesar de ello, tengo entendido que se siguieron utilizando, no sé si de forma clandestina o con el consentimiento tácito de la autoridad municipal.

Tomelloso será seguramente el pueblo que más “picaores” ha tenido, principalmente por la construcción de las cuevas. Yo conocí a los que trabajaban entre 1960 y 1980.  Eran los Mosquillas, los hermanos Olmedo, Bruno Buitrago, Pedro Perona, Félix Coleto y otros que no recuerdo sus nombres. Con la llegada de los compresores todo cambió, hasta los nombres. Ya no se decía Pascual, el picaor, sino Pascual el del compresor.

No me quiero olvidar de todas esas personas que trabajaron, además de los “picaores” y las terreras, para ver terminada una cueva. Es el caso de los que con un carro y una mula retiraban la tierra que sacaban las terreras. Al principio, esta tierra se extendía por las calles, pero llegó un momento que era tanta que el Ayuntamiento lo prohibió. Se nombró un vigilante, Marcos García, para que condujese extramuros de la población a todos los carruajes que transportasen tierra de las cuevas. La llevaban a los Charcones, los terrenos del Altillo y al final del paseo del Cementerio, en la hondonada del lado derecho.

Una vez limpias la cueva, se bajaban las tinajas de barro. Para ello, cuanto más personal se juntase, mejor, ya que algunas se bajaban por la escalera y otras por la lumbrera. Las tinajas de cemento se fabricaban dentro de las cuevas por las correspondientes cuadrillas.

Quiero felicitar a los miembros de la Asociación de Amigos de las Cuevas por el trabajo que están desarrollando para que tengan el protagonismo que se merecen.

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