El pasado 27 de octubre tuve el placer de asistir a la
presentación de la Asociación de Amigos de las Cuevas, que se celebró en la
cueva Persiles. En el acto intervinieron el presidente de la asociación, Jesús
Andújar; el concejal de Turismo, Raúl Zatón y José María Díaz, conocido como el
Tinajero por haber sido esta su profesión.
Habló José María de como se hacían las tinajas de cemento,
de la capacidad de estas y de las muchas cuevas que conocía por su oficio. También
mencionó el trabajo de las terreras y los “picaores”, dando a entender que de
las primeras sí se había conocido el esfuerzo tan duro que realizaron y que de
los segundos poco se ha comentado. Y es que, dijo, el trabajo de “picaor”,
además de ser muy duro exigía estar todo el día en la oscuridad, solo se
alumbraban con la luz de un candil.
Hace tiempo que yo me decía, «fíjate, con el trabajo tan
duro de los “picaores” y la poca importancia que le damos». Porque duro es. Un servidor
lo sabe porque con 19 años, con un compañero de trabajo, hicimos un pozo en la
vega. Allí no hay mucha tosca, pero solo con aguantar todo el día el pico ya
era duro. El pozo tendría unos cuatro metros de profundidad. Fue a darle agua un
profesional. Solo servía para regar, ya que el agua de la vega no se la bebían
ni las mulas.
Los “picaores” no solo hacían cuevas en Tomelloso, también
los pocillos que en ellas se excavaban por si se reventaba una tinaja; los
trujales para el orujo —de forma cuadrada y de varias medidas tanto de anchura
como de profundidad—; también se encargaban de picar el pozo de agua viva de
las casas; el pocillo en el patio para el desagüe del agua de lluvia; el
retrete en el corral y también en el corral se hacía el retrete, porque no
todos tenían aseo y eso era por dos cosas, por no tener agua potable ni dinero
para hacerlo, y el basurero. El tamaño del último dependía de si los dueños de
la casa tenían mulas o no. Los basureros se estuvieron utilizando hasta que las
mulas fueron desapareciendo y se comenzó a recoger la basura de las casas que
en 1970 era obligatorio para todos los vecinos. Los “picaores” también se
encargaban de ejecutar las norias, aljibes, zanjas para los cimientos, hoyos
para los árboles y sepulturas por encargo del Ayuntamiento y de particulares.
Se trata de una profesión que existe desde muy antiguo ya
que hay pozo desde hace miles de años. Son muy conocidos los “picaores” que
trabajan en las minas cuya tarea, en el fondo, es muy similar a la que
realizaban en las cuevas de Tomelloso. La primera vez que los veo mencionados
en nuestra localidad es en una sesión del pleno celebrada en 1877 por darle
agua al pozo del ayuntamiento. Más tarde, en marzo de 1915, se le abonaron 25
pesetas a Francisco Cuadra por dar agua al pozo del cementerio. También hay
pagos por apertura de sepulturas, así en 1920 se abonan 75 pesetas a Félix
Muñoz y otros cuatro peones por abrir sepultura y hoyos. Tan necesario era su
trabajo que el Ayuntamiento los incluyó en su plantilla, como consta en el acta
del pleno del 8 de enero de 1937 cuando se acordó pagar un sueldo de 6 pesetas
diarias a los “picaores” que trabajaban para el consistorio.
Si ya era duro para los “picaores” traspasar la tosca con
todos los recursos posibles, más duro lo fue a partir de marzo de 1906, cuando
se prohibió usar barrenos en la construcción y ensanche de las cuevas. A pesar
de ello, tengo entendido que se siguieron utilizando, no sé si de forma
clandestina o con el consentimiento tácito de la autoridad municipal.
Tomelloso será seguramente el pueblo que más “picaores” ha
tenido, principalmente por la construcción de las cuevas. Yo conocí a los que trabajaban
entre 1960 y 1980. Eran los Mosquillas, los
hermanos Olmedo, Bruno Buitrago, Pedro Perona, Félix Coleto y otros que no
recuerdo sus nombres. Con la llegada de los compresores todo cambió, hasta los
nombres. Ya no se decía Pascual, el picaor, sino Pascual el del compresor.
No me quiero olvidar de todas esas personas que trabajaron,
además de los “picaores” y las terreras, para ver terminada una cueva. Es el
caso de los que con un carro y una mula retiraban la tierra que sacaban las
terreras. Al principio, esta tierra se extendía por las calles, pero llegó un
momento que era tanta que el Ayuntamiento lo prohibió. Se nombró un vigilante,
Marcos García, para que condujese extramuros de la población a todos los
carruajes que transportasen tierra de las cuevas. La llevaban a los Charcones,
los terrenos del Altillo y al final del paseo del Cementerio, en la hondonada
del lado derecho.
Una vez limpias la cueva, se bajaban las tinajas de barro.
Para ello, cuanto más personal se juntase, mejor, ya que algunas se bajaban por
la escalera y otras por la lumbrera. Las tinajas de cemento se fabricaban
dentro de las cuevas por las correspondientes cuadrillas.
Quiero felicitar a los miembros de la Asociación de Amigos
de las Cuevas por el trabajo que están desarrollando para que tengan el
protagonismo que se merecen.
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Sábado, 4 de Junio del 2022
Miércoles, 15 de Enero del 2025
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