Opinión

“…escritas en su sangre para desarrollarse en su papel de delincuentes y malas personas…”

Salvador Jiménez Ramírez | Miércoles, 12 de Abril del 2023
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En este “rodeo” de cavilaciones, un tanto melancólico, entre sobrecargadas brumas,  barahúndas humanas, ocasos de resplandores plomizos y atípicas calimas,  nos llegan ecos laberínticos de antaño, cuando los chavalillos ajustábamos nuestras vidas a las necesidades, rigideces y valores de nuestros padres, para ayudar en las situaciones de mucha necesidad e incertidumbre, que día tras día, se repetían en los hogares de entonces…; cuando hasta los gorriones, con plumaje de hambre, muy pedigüeños, piaban, lastimeramente... Hoy, todo se va borrando de todas las memorias…, y mis andares tienen ya un balanceo de vida perniquebrada… Todo lo va desdibujando el “andar” del tiempo, con una  extraña normalidad, cuya verdad, en mi confusión, no tengo… En una añoranza lenta de consuelo, hasta de mundos en los que nunca estuve, me abrazo a la borrosa visión y a los sentimientos, del ser humano que me alumbró. Aquella abnegada y sufrida madre, con sus creencias  y conceptos acerca de la maldad y bondad, de la cambiante y enrevesada mente del ser humano, de su “sino”, de la inutilidad de ciertas actitudes y esfuerzos, por cambiar ese “sino”;—así decía— con su paz dura, triste y cierto desasosiego, por las muchas vivencias cansadas y engañosas en su psique; como vaticinando hasta los pequeños pormenores de la existencia, solía repensar y explicar: “ siempre ha habido y habrá seres que vienen a este mundo, con todas las disposiciones escritas en su sangre, para desarrollarse en su papel de delincuentes, malhechores, criminales y malas personas, porque todos y cada uno de los seres, con nuestro sino, desempeñamos un  papel en este mundo y cada cual, en función de su consciencia, fija en sus adentros sus buenas o malas entrañas, pero casi siempre hay que perdonar a los pobrecicos, que roban para comer, porque pasan hambre…”.

Analizada la conducta o comportamiento de los individuos que forman parte de una comunidad o territorio y los fines  deónticos o ético-cívicos y respetuosos del colectivo, a los delincuentes se les podría definir como “noúmenos” humanos “non sancto” de una colectividad, que infringen sistemáticamente, sin compunción o arrepentimiento, las normas de convivencia y deberes establecidos civil, social y jurídicamente de esa sociedad. Cada ente humano, en base al sentimiento que tiene de sí mismo, ha forjado (a través de innumerables generaciones) en su trasfondo, su propia ética y “valores” que le hacen comportarse honesta o despreciablemente, en su entorno o ámbito social. En antiguos Códigos, la delincuencia tenía contenidos diferentes, por lo que animales y cosas, también solían figurar como delincuentes… Un Fuero de Navarra disponía: “se penará a caballo que matare a hidalgo, franco, villano, moro o judío porque aquella bestia es omicera y debe el omicidio…”. No fueron pocos los procesos medievales, (a la par que se proclamaban Cedulones y pregones, para expulsar a haraganes y rateros de los pueblos) contra roedores e insectos ortópteros como la langosta, “arruinadores de cosechas…”. “…, que por cuanto andan por esta cibdat rufianes e vagabundos que se faga pregón que se fallan de la cibdat…”. (Actas concejiles, 28 de Marzo 1421. Palencia).

Andando el tiempo, el concepto de delincuente (el de “punta en blanco” era y es un dinosaurio velociraptor, temible e intocable) se empieza a estudiar y diagnosticar como una anormalidad biológica, con anomalías y distonías nerviosas y cerebrales adquiridas; —se dice— considerando la delincuencia como una realidad social, que dimana de la estructura disfuncional de la sociedad… Y que a la vez influye y distorsiona la armonía de las comunidades humanas. Hoy se analiza al delincuente (¡cuando se analiza!) de forma individual, mediante consideraciones de los diferentes factores concurrentes, para determinar y juzgar sus actos circunstanciales, biológicos, patológicos, sociales… Actualmente, en gran medida, el delincuente-delincuencia, (con “contrato fijo” y “fijo discontinuo”) están estructurados e instaurados en la sociedad en clanes y grupos de atracadores, traficantes, mafiosos, criminales drogadictos, timadores, gerifaltes habilidosos y chanchulleros  que juran o prometen y para ellos las leyes y la justicia son intrascendentes;  poderosos y prestigiosos con sus camarillas de dispensadores , estafadores, defraudadores, muchos considerados como dioses, dignatarios corruptos-corruptores, excusados por legistas, formidablemente, costosos, delincuentes cibernéticos, holgazanes,   gandules… Rotunda aquella reflexión de Vicens Vives: “…, en que el villano puede elevarse fácilmente a caballero y llegar a la riqueza si le favorece la suerte del botín…”. La mayoría de estos sujetos, (de “valores espesos” y  carácter violento) carecen de un sistema de valores humanizados. Sólo son leales a sí mismos y a su gremio, sin mostrar remordimiento alguno por las víctimas de sus actos delictivos; viviendo por y para la delincuencia, sin respetar ni importarles ninguna norma social. Y las lesiones y destrozos causados a sus conciudadanos y a sus bienes, para ellos carecen de importancia. 

La flexibilidad de reformas políticas y “fueros” penales con sus contenidos “generosos”; que si bien deben ir encaminados a “corregir”, reencaminar y reinsertar, más que a castigar tiránicamente, están siendo medidas de “profilaxis social”, que no arrojan halagüeños resultados, en unos individuos y bandas que, al ser “pillados” utilizan y adoptan estrategias de persuasión y confusión, para obtener resultados y fallos favorables en los procesos y sentencias… No obstante, mientras tanto los sistemas van interviniendo la “hiperplasia” de la delincuencia, una eficaz vigilancia sería fundamental respecto de la tranquilidad y seguridad ciudadanas, de determinados ámbitos poblacionales, que se encuentran bastante “soliviantados” y “mortificados” (y decepcionados por los saqueadores de alto copete) en su estatus y jurisdicción, frente a una “fauna” coleccionista de delitos, (para qué decir de faltas) que frecuentemente ejecutan con gran agresividad, contra las personas y su patrimonio. Y si ingresan en prisión (¡cuando ingresan!) se cuidan al máximo sus emociones, humanización y esperanzas…, por galenos, psicólogos, psiquiatras… Que tratan de “reset” y “borrar” las “disposiciones escritas en su sangre…”. “…, la cárcel—escribió el Rey Sabio—deue ser para guardar los presos e non para facerles enemiga, nin otro mal, nin darles pena en ellas…”. ¡Vale!  

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