Nuestras vidas son a modo de caminos
trazados en gran parte por esas personas con las que convivimos y de quienes en
mayor o menor medida aprendemos virtudes y defectos, siendo algunas de ellas
excelentes ejemplos a seguir.
A los pocos meses de mi prejubilación,
alguien me preguntó qué cosas recordaba con más agrado de mi vida profesional;
las personas que conocí, respondí sin pensármelo. Fueron muchas de toda índole
y comportamiento. Ahora pasados más de tres lustros retengo aún en la memoria
algunas de ellas, bien por el trato mantenido, calidad humana, la confianza
depositada y sigo recordando con admiración a aquellos hombres y mujeres que de
la nada y a fuerza de trabajo a ingenio, emprendieron negocios florecientes
para propio beneficio y el de las localidades donde nacieron o se establecieron…y
ahí siguen. Sin duda, unos ejemplos a seguir, personas emprendedoras,
inteligentes y valientes.
Como siempre pensé que hay vida
después de la jubilación, busqué otra nueva…y no tardé en encontrarla…en el
mundo de la fraternidad. Y ahí seguí conociendo a más personas con una gran
calidad humana, la mayoría mucho más jóvenes con las que compartí a diario
hermosas tareas y que contribuyeron a mantener la frescura de pensamiento y la
actividad vital. Una de ellas fue (es) Ángel Ruiz Moyano de la Torre.
Tuve la suerte de conocerlo y
disfrutar de su diaria compañía durante varios años, compartiendo mano a mano
todas las cuestiones relacionadas con ambas responsabilidades directivas,
reflexiones, opciones, decisiones no siempre agradables, también logros y
satisfacciones…En Ángel descubrí a un ser excepcionalmente lleno de bondad,
sereno ante las adversidades, trabajador incansable, enamorado de su barrio
Puerta de Toledo, del prójimo y en especial de las personas más desfavorecidas,
y con una dedicación sin tregua a la distintas responsabilidades dentro de la
Iglesia. En su parroquia S. Juan de Ávila, en Cáritas y recientemente Hermano
Mayor del Silencio.
Nuestros caminos se separaron
hace un par de años, aunque nos sigamos viendo de vez en cuando para charlar distendidamente
de lo divino y humano. Ahí sigue puntual, madrugador, echando horas por pura
vocación allá donde se le reclama, con ese gesto bonancible que demuestra una
gran paz interior.
Como soy de los que piensan que las
flores y los reconocimientos hay que ofrecerlos en vida, escribo estas líneas sobre
mi admirable amigo Ángel Ruiz Moyano de la Torre, desde el cariño, respeto y
agradecimiento.
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Miércoles, 7 de Mayo del 2025