Memoria de lo que vieron y ven
nuestros ojos… Imágenes-pensamiento… Imaginación, sobrehaz y manifestación de
las cosas… Intenciones y sentimientos, que tienen consciencia en nosotros…
Emociones y reflexiones, que tienen su cuna en las primeras burbujas hirvientes
de la vida… Unidades de información, del inicial ramal de la consciencia que
continúan como añadidura, de la “cuerda” que va tirando de la mente hacia
inciertos puntos de la claridad y obscuridad infinitas, del tiempo profundo… En
su singladura, el ser humano, poco a poco va madurando la comunicación
articulada: la palabra, el conjunto de nociones que adquiere en su propia
existencia temporal y transmite con dicciones, gestos y acciones… La catarsis
por audición verbal… El habla posibilita la necesidad de la existencia de los
individuos y de los grupos, aunque en el trasfondo de cada ser, siempre hay
algo que no es expresable o “decible”, que si bien se “almacena” en la
consciencia… El “habla del otro” nos sosiega o perturba; construye o destruye… Nos imaginamos estar con entes indeterminados
y también innegables. Nos miramos en imágenes y en símbolos. Infamamos,
fingimos o mentimos, porque tememos… Miramos sin haber visto, oímos porque
dormimos, e “hilamos” bondad y maldad para conseguir ornatos y tronos
indestronables…
La consciencia humana, siempre embarcada en fantásticas singladuras, de unidades de recensión de gran incertidumbre… “Los proyectos humanos—escribió Laín Entralgo—son siempre una malla de empresas posibles e imposibles, una peregrina mezcla de cuerda sensatez y utópica locura…”. Nuestras actuaciones y observaciones, (en definitiva, nuestra mente) proyectan sobre “los otros” y sobre nosotros, un “universo” que se transforma, según cuáles cuales sean las urgencias de cada “clan” o individuo; menesteres que establecen nuestro comportamiento. A medida que la transformación de las sociedades humanas, se iba superponiendo y “descentrando” de la evolución orgánica, las hordas y clanes se convertían en estructuras sociales, que tenían que preocuparse no sólo de la supervivencia del individuo y grupo familiar, (rebañando de la naturaleza, a la zaga de las piaras de animales indómitos, lo esencial para la subsistencia) sino que, (por supuesto impelidos por los “dictados” del estómago) se veían obligados—dependientes siempre de ríos y lagos— a encontrar ecosistemas óptimos y un tanto seguros para la prole y para ciertos animales semidomesticados que llevaban consigo y contribuían a generar nuevas formas de vida…; en “paradas” más sedentarias… Luego crearían “campos de concentración animal”… Se descubre, utiliza y adora el fuego, que se creía venido del cielo… Fuego sagrado y purificador… Y la danza junto al fuego de la vida y la muerte; como expresión de conjuro de las misteriosas fuerzas cósmicas…
De experiencias personales a lo largo de nuestra
vida en una ruralía montaraz y ecosistema beneficiados por la humedad de los
cielos y quebrantado su esplendor por el desolador y condescendiente trasiego
“tribal”, ansioso de agua y sombra, hemos aprendido que, en determinados
entornos, aparecen individuos con cualidades “proporcionadoras” de ventajas para la
comunidad, desarrollando ciertas actividades sostenedoras de la estructura
grupal… Una intelección envilecida o deteriorada, generalizada y dominante,
(consanguineidad aparte) redundaba (redunda)
en detrimento del territorio y de la agrupación o tribu; siendo colonizada u
ocupada, “a la corta o a la larga”, por “los otros”, bien sea de forma violenta
o con la táctica del apoyo o “aportación” codiciosos… Frecuentemente la
condición de semisedentarios de la mayoría de los grupos o “acampados con
prisa”, para satisfacer las necesidades momentáneas, procuraban sacar el máximo
provecho de todo lo aprovechable, que tenían a su alcance en los ecosistemas.
Así aparecía la estructura semisedentaria de grupo. Nacía una acción organizada
colectivamente. Nacía la consciencia colectiva.
Aquellos conglomerados humanos,
sorteando y adaptándose a los tumultuosos cambios climáticos, provenientes del tiempo
profundo, se diversificaban y expandían… Treinta mil años antes de nuestros
días, con el fin de dejar huellas de su existencia, algunos individuos
pintarrajean en risquerales “pedazos” de sus sueños y vivencias… En las crisis
medioambientales, los individuos más débiles y vulnerables, sucumbían “ipso
facto”… El individuo no era lo más importante, la perpetuación de la especie sí
y cubrir sus necesidades vitales, requería un enorme esfuerzo físico y
psicosocial. La imaginación era primordial, sobretodo, cuando las economías
estaban basadas en una única actividad o recurso, que se agotaban. Las penurias
fruto de la esquilmación del medio natural sobreexplotado, originaban disputas
entre “ellos” y con los “otros” y también intercambio de conocimiento y
productos. El cerebro se empezaba a imponer, en muchos casos, a la fuerza
física o al músculo… Las unidades familiares se irán dispersando—impresas en su
consciencia y códigos genéticos los descubrimientos y escaseces— en busca de entornos
óptimos, originando nuevos linajes. Se formaban coaliciones sociales como en
una molécula se coaligan los átomos. Se expanden los clanes, se consolidan y mezclan las sociedades, se
acotan territorios, se establecen fronteras… Para la seguridad de la comunidad,
es imprescindible la cooperación de todos los individuos, sin excepción alguna.
El sujeto que desobedece los patrones sociales establecidos, queda condenado al
“ajusticiamiento”, al destierro o a la inmolación. Continuará.
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Viernes, 9 de Mayo del 2025
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