Estamos en campaña electoral y,
cada día, nos prometen una cosa nueva, ya sea para los jóvenes o para los
ancianos; para los agricultores o para los ganaderos; para los comerciantes o
para los industriales o, en fin, para la generalidad de los hipotéticos
votantes de cada partido. Cada uno un algo más o un algo distinto para atraer
el voto. Si aquel cinco, nosotros siete; si el de más allá para un año,
nosotros para tres. Nos recuerda la famosa secuencia de los hermanos Marx en la
película "Una Noche en la Ópera". Aquella en la que Groucho hace un
pedido de comida a un camarero, y cada vez que añade un nuevo plato a la lista,
desde dentro del camarote Chico dice: "Y también dos huevos duros", y
Harpo hace sonar la bocina, que Groucho interpreta añadiendo: "En lugar de
dos, pon tres". O la frase de “prometer el oro y el moro” que dicen se
remonta al año 1426, en tiempos de Juan II de Castilla, cuando Abdalá, el
alcaide de la ciudad malagueña de Ronda, y su sobrino Hamet, entre otros de su
séquito, fueron apresados por un grupo de caballeros cristianos de Jerez, etc.
Prometer sin tasa, sin miedo y
sin pudor, pues según la frase atribuida -nadie precisa en dónde ni cuando la
dijo- al viejo profesor Tierno Galván “Las promesas electorales están para
no cumplirlas.” O parafraseando la conocida y ordinaria expresión de
“Prometer hasta…”, podríamos decir “Prometer hasta votar y después de haber
votado olvidar lo apalabrado.” El “Puedo prometer y prometo” que hizo famoso el
aspirante a presidente Adolfo Suarez. Eso sí, teniendo cuidado de no incurrir
en el tipificado delito en la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen
Electoral General, cuyo artículo 146.1, dispone que “Serán castigados con la
pena de prisión de seis meses a tres años o multa de doce a veinticuatro meses:
a) Quiénes por medio de recompensa, dádivas, remuneraciones o promesas de las
mismas, soliciten directa o indirectamente el voto de algún elector, o le
induzcan a la abstención.” Y ello, rotunda y generalmente, sin
condicionamiento, sin lo que técnicamente se conoce como “cláusulas de alivio”,
del tipo de: “prometo hacer todo lo posible para…” No faltan anécdotas incluso
de promesa sobre promesa como aquella del político en campaña que ofreció a los
lugareños un puente sobre el rio y ante la manifestación de un oyente de que
allí no había rio, reprometió: “pues os haremos un rio también.”
Y no me resisto aquí a recordar, aunque traída un poco por los pelos, la
anécdota que nos cuenta Félix Grande en su novela “La balada del abuelo Palancas”,
por cuanto se refiere a campaña electoral y a Tomelloso. Aquella en la que
-cito de memoria y remito al lector a la novela que no tengo a mano- el
aspirante que acababa de dar un mitin en Argamasilla, en un momento de
entusiasmo se le ocurrió decir que amaba a ambas ciudades, no que tuviera el
“corazón partío”, sino que tenía un pie en aquella y el otro en
Tomelloso y un tomellosero a voz en grito exclamó: “Entonces tienes los c……
sobre mi viña que cae en comedio”.
Es sobradamente conocido el
aforismo “Pacta sunt servanda”, los pactos, en este caso del político
con el votante, deben ser observados o cumplidos; pero no faltan quienes para
el caso de incumplimiento proporcionan justificación y argumentos al incumplidor
y consejos para salir del atolladero. Así se dice que[1]
“Las promesas y propuestas de campaña pueden convertirse en una camisa de
fuerza que limite el abanico de posibilidades de acción de un gobierno y lo
coloque en la incómoda posición de incumplir, o bien en la improductiva tarea
de tratar de realizar lo irrealizable.” Para ello, una vez determinada la
promesa que puede incumplirse sin comprometer la supervivencia política y
credibilidad de un gobierno, para construir una salida lo menos costosa posible
a una propuesta de campaña que es imposible de cumplir, entiende que no procede
“enfrascarnos en un debate en el que, por un lado, exigimos congruencia y
cumplimiento de la palabra empeñada sobre las propuestas de campaña y, al mismo
tiempo, criticamos duramente esas propuestas y a sus autores, radicalizando el
ambiente político y negando una posible evasión negociada… para incumplir con
dignidad”, ya que “Estaríamos apretando… la camisa de fuerza en la que
se metió con sus propuestas y limitando su capacidad para gobernar, lo cual no
conviene a nadie. Un posible efecto de la radicalización del debate es que el
presidente electo se sienta acorralado, se arrope en sus apoyadores e intente
cumplir a rajatabla con una agenda de propuestas de campaña salpicada de
quimeras irrealizables que harían más daño que beneficio, y eso tampoco
conviene a nadie.
La salida a una situación como
esta exige compromisos por parte de quienes alimentan el debate político: por
un lado, quienes ven con escepticismo al presidente electo deben dejarle el
suficiente espacio político para permitirle que se desdiga de algunas de sus
propuestas hechas al calor de la competencia electoral y de olvidarse de tratar
de implantarlas; por parte, del presidente electo se requiere también mucha
responsabilidad, y… un gran valor, para reconocer que tal vez las propuestas
hechas en campaña no son, a la luz de un análisis más sereno, lo que necesita
el país en este momento.” Sic.
Más que promesas, al candidato
que pretende la reelección se le piden realidades, rendición de cuentas del
cumplimiento de sus aquellas, no faltando tampoco quienes además de realidades las
demandan. Tal es el caso que cuenta García Márquez en un artículo de un mitin
del PRI mexicano en que ante el rabioso realismo de que alardeaba el candidato al
formular su programa, los asistentes alzaron una gran pancarta que rezaba
«basta de realidades, queremos promesas». Y es que, como decía el Gayo, “Habemos
gente pa tó”.
Madrid, 16 de mayo de 2023.
[1] Promesas
de campaña, una propuesta para su incumplimiento elfinanciero.com.mx
https://www.elfinanciero.com.mx › benjamin-hill.
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