La vida no es otra cosa que amar, esas son, más o menos, las
palabras con las que acaba “Amare”, el magnífico espectáculo de danza que la
compañía del coreógrafo y bailarín albaceteño Ismael Olivas estrenó este viernes
en el Teatro Marcelo Gran de Tomelloso. Es el amor el leitmotiv de un espectáculo
nacido del corazón de Olivas y que el joven nos descubre, nos reafirma, nos
muestra, a través de la danza. Merecía más público el montaje que contó con la
participación del joven tomellosero Jaime Nicolás, del Estudio de Lidia
Gorrachategui. Con una merecidísima ovación premió el respetable —entusiasta,
entregado en algunas ocasiones— el buen hacer de una compañía joven, en todos
los sentidos de la palabra.
“Amare” es un relato autobiográfico, cronológico. La
existencia viene del amor de unos padres que dan la vida, de la ternura de una
madre. Ahí empieza el recorrido por el bagaje artístico y personal de Olivas, que,
a pesar de su insultante juventud, ha dedicado su vida a la danza, ha estado en
Londres, Washington y ha recorrido el mundo con sus zapatillas. Para nuestra
suerte regresó a su tierra y formó una compañía con artistas de Castilla-La
Mancha en su mayoría.
Una voz en off, la de Elías Rovira según el programa de mano,
nos sirve de cicerone, nos ayuda a recorrer el bello camino del amor. Una
puerta, en donde todo confluye como en el monolito de 2001, es el único detalle
escénico. Olivas y su compañía nos llevan por los distintos “amores” a través
de la música —muy bien elegida— y el baile. Desde el primer número se hacen los
danzantes con el público que aplaude todos los cuadros.
El elenco resuelve con solvencia y buen hacer las distintas
escenas, en muchas de ellas destaca Ismael Olivas. Flamenco, danza
contemporánea, danza española, swing… nos van llevando por un itinerario en el
que se muestra el impacto del amor en las personas. Incluso hay espacio para el
desamor y la soledad, que se resuelve dejándose llevar de nuevo por el amor.
La potencia de la danza española subraya el amor de la madre;
la infancia son aviones de papel surcando el cielo del recuerdo con bailes
griegos; el flamenco nos muestra, entre taconeos desaforados, el amor que nace
como si fuese un río llevándose todo por delante; el swing y Sinatra nos
trajeron al amor adulto. Pero el amor se diluye, nos separa; la soledad nos
destroza. Olivas, solo y desnudo baila con rabia, con la rabia de un amor
perdido. De nuevo la danza española acuna, entre pitos y tacones, la pena.
“Si nos tropezamos, / agarramos más fuerte el móvil / que la
mano del de al lado” dice una de las estrofas del poema “Ya ni cerramos los ojos”
de Patricia Benito que marca la recuperación del amor. Los números finales inciden
en que solo el amor nos salva y, claramente, el amor a la danza de Ismael
Olivas nos ofreció un gran espectáculo. El respetable premio el buen hacer de
la compañía de Olivas con una gran ovación.
El artista dio las gracias a Tomelloso y a su Ayuntamiento
en “un día muy importante para nosotros”.
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Domingo, 11 de Mayo del 2025
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