Mientras hizo el servicio militar en el Ministerio del Ejército peinó al ministro Camino Menéndez Tolosa, uno de los hombres fuertes de Franco, que le abrió las puertas a todas aquellas mujeres de altos cargos franquistas. Eso sí, nunca le tocó un pelo al dictador. Nelly Raymond, la multimillonaria dueña de una canal de televisión argentino, quedó tan fascinada que le invitó a Argentina durante 15 días y al final se quedó siete años.

A su vuelta, con tan solo 24 años, tocó nuevamente el cielo. Como a Carmen Estévez, esposa de Fraga Iribiarne, le gustaba su estilo y forma de proceder le abrió las puertas de la alta sociedad española e internacional. Sus manos tocaron los pelos de Jacqueline Kennedy, Grace Kelly, Sofía de Habsburgo, Aline Griffith condesa de Romanones, Naty Abascal, María Callas e incluso Federico Fellini, quien proclamó a los cuatro vientos que era el mejor peluquero del mundo. Tal fue su importancia que Josephine Baker falleció con una de sus pelucas.

En el reportaje se cuenta igualmente que entre sus clientas del espectáculo favoritas siempre estuvieron Lola y Rocío Jurado. La más grande le pidió que peinara a su hija Rociito el día de su boda con Antonio David, y aquellos postizos fueron lo más comentado del año. También fue el artífice de la melena bicolor de Mónica Naranjo con la que se dio a conocer en nuestro país tras deambular por México. Curiosamente, ese estilo lo tenía que haber lucido Madonna, pero hubo una serie de problemas ajenos a los dos y, finalmente, fue para la intérprete de Sobreviviré.

A lo largo de su trayectoria, Ruperth ha tenido sus más y sus menos con las celebrities. En el debut televisivo de Terelu Campos en Telemadrid se peleó en directo con Carmen Ordóñez y Naty Abascal le retiró la palabra porque le arrancó de cuajo un moño que no le quedaba bien y que la ex duquesa de Feria se empeñaba en llevar.

Retirado, tras más de 50 años de trayectoria, su emblemático salón del madrileño barrio de Salamanca ha encontrado un digno sucesor, tal y como publicaba recientemente Vanity Fair. Se trata del joven asturiano Gabriel Llano.

Estudioso de lo oculto y aficionado a la santería, un San Pancracio de tamaño natural presidía su salón de la calle Serrano, que el peluquero cambió en los 2000 por uno más íntimo y señorial en la calle Velázquez para adaptarse al signo de los tiempos. Cuando se retiró, tras 40 años de profesión, todos los peluqueros de España pujaron por hacerse con el espacio, pero Ruphert fue inflexible. Se lo alquilaría a quien él considerase. La solución llegó de Oviedo, donde nació en 1987 Gabriel Llano. “Nada más verle, supe que era él. Para mí, es como de la familia”.

“Somos de generaciones diferentes, pero tenemos una cosa en común: amamos nuestro trabajo”, dice el peluquero y maquillador que, como su mentor, descubrió su vocación de niño. Hoy, atiende a las actrices mejor peinadas de España. Si el manchego era célebre por sus postizos y su pelo frito, él lo es por los recogidos clásicos y su destreza con el color.