Feria 2023

La fabulosa recreación de una deslucida feria en “Una semana de lluvia”

Carlos Moreno | Martes, 22 de Agosto del 2023
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“Una semana de lluvia” es una de las mejores historias de Plinio, el entrañable policía que creara Francisco García Pavón. Publicada en 1971, está ambientada  en los últimos días de agosto, cuando Tomelloso se dispone a celebrar sus fiestas patronales; sin embargo, una intensa lluvia se instala en el pueblo y desluce las verbenas y festejos. Guarecidos bajo el techo del casino y el bar de la Rocío, Plinio y don Lotario salen del aburrimiento para investigar la aparición de varias chicas embarazadas que se han quitado la vida. Con su conocida metodología artesanal, pero siempre efectiva, el detective y su ayudante empiezan a trabajar para esclarecer el caso.

En el trasfondo de la historia aparece una genial y melancólica recreación de una deslucida feria que, aún pasada por agua y siendo mucho más modesta de las que conocemos actualmente, provoca una cierta reactivación del ánimo de muchos tomelloseros, incluidos el del propio policía. Pavón lo expresa ya con su inconfundible estilo y brillante pluma en el primer párrafo de la novela “Plinio, a pesar de ser un hombre maduro, cuando llegaban los días feriados del pueblo, allá por la cola del agosto,  se sentía renovalío y bullente. Tal vez sus mujeres le contagiaban la comezón. Pasada la Virgen de agosto, cuando pintaban las uvas, presas de un telele ancestral y hierros de color verde –la portada un año sí y otro no-; encintaban el patio, lavaban los visillos y podaban los hierbajos de los arreates que festoneaban el corralazo trasero…De suerte que al llegar el día de la pólvora –víspera de ferias- la casa de puro relucía, imponía mucha purificación. ¿Qué esperaban sus mujeres de la feria, aparte del turrón y mazapán que Plinio les traía de casa de la Elodia? ¿Qué aguardaba el propio Plinio, ya canosos los pelos del pecho, de la semana de feria, a no ser vestirse el uniforme nuevo todos los días, pasarse más rato en el Casino e ir de servicio a los toros y al circo alguna tarde? A todo lo más, pasear algún día con don Lotario o sus mujeres por el ferial. Pero lo cierto y fijo es que, a pesar del reducido catálogo de esperanzas, Manuel González, alias Plinio, Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, cuando la feria del pueblo asomaba la ceja por el calendario, como en sus tiempos mozos, sentía la sangre más líquida y que nuevas rúbricas de sonrisa y desparpajo le acudían a los labios y al ademán”.

Plantea Pavón el caso de las jóvenes ahorcadas y la lluvia, que no deja de caer, le permite introducir geniales diálogos como el de unos paisanos que recuerdan en el Casino de San Fernando el entierro de un tal Zafra en el que llovió en abundancia. “El entierro más mojao de la historia de Tomelloso”; todo el ritual y quehacer del cabo Maleza a la hora de hacer unas gachas o el proceso de mecanización de la agricultura. 

Pavón  va aderezando la novela sus disertaciones filosóficas sobre el sentido de la vida, la muerte o la evolución de los tiempo y describe el ambiente de feria en un paseo junto a su ayudante.  “La calle estaba cruzada por un charco con anchura de río. Junto al Hospital Asilo, comenzaba la bóveda de arcos feriales, compuestos por bombillas en forma de rosas o caracolas, que lucían indiferentes a la inclemencia del tiempo. Cada lámpara rociada de gotas llovidas. Ya en los Paseos de La Estación, que siguen inmediatamente al del Hospital, alineadas en cada acera, junto a las fachadas, estaban las casetas de madera pintadas de gris, donde se vendían juguetes y turrones, con lonas echadas. Con algo sobre la cabeza, gateaban algunos feriantes sobre los mostradores. De algunas casetas salía humo de fritanga. Unas mesas pequeñas, destinadas a puestos modestos de turrón o churrería, quedaron entre las moreras a merced del agua. A veces se entreabría una lona de las que encortinaban las casetas, y asomaba alguna ferianta  oteando el cielo con cara de mala uva”.

-Pobre gente, va principio de feria…Como siga así la semanita.

-Son quiebras del oficio.

-Los morillos se van a tener que comer los pinchos como siga el temporal

Pavón alterna las descripciones con diálogos que le dan más ritmo, viveza y frescura a su relato y a través de ellos transmite ese carácter del tomellosero, muy dado a las sentencias absolutas, sin medias tintas. En esas conversaciones, siempre asoma  la deslucida feria que viene a dar el traste con algunas actividades y espectáculos como el concierto de la banda que podrá iniciarse, pero no acabarse.

En aquel momento empezó a tocar la Banda Municipal allí mismo, junto a la puerta del Ayuntamiento

-La primera cosa que suena a feria…, dijo Don Lotario 

El maestro Martín, abandonando su abstracción, miró al cielo, y quedó con la batuta un poco en suspenso, como dirigiendo nubes. Y las chispas se hicieron enseguida tan recias, que los músicos también miraban las nubes, con los instrumentos fuera de la boca, de tal manera que, durante unos segundos, solo sonaron unos cuantos quirios sueltos. Hasta que el maestro, de un batutazo enérgico, cortó el concierto y todos, según deseaban, cada cual con su instrumento y atril,  se metieron en el Ayuntamiento.

-Se jodió el concierto –dijo Barchín.

Y a la vez que avanza la historia del caso, Pavón sigue describiendo maravillosas estampas de la feria, como la de un circo que llega. “Al salir de la Posada y a pesar del chispeo vieron que sobre una camioneta, con muchos colorines y banderas, iban los del circo: payasos, clones y chicas con ropas ligeras, además de los músicos, que cubiertos con paraguas de colores, anunciaban por altavoces la función de la tarde”.

Y en otro pasaje aparecen los toros, siempre esperados en una semana de fiestas, pero que también se suspenderán por las inclemencias del tiempo. Llama la atención ese rico léxico pavoniano, en el que introduce muchas palabras de la jerga tomellosera. A la vez, introduce curiosos poemas y versos elaborados por los agricultores. 

Anda y dile a tu madre

Que si quié, que si quié

Que le rasque los pies

…Porque tengo las uñas 

como un gato montés 

Destacable es también su jocosa y graciosa alusión a temas de contenido sexual, muy presentes siempre en su obra. “Ella era, ahora me doy cuenta, un ser sin sabor, ni color, que no sabía uno como recordarla. Ni buena ni mala, ni guapa ni fea. Canto rodado. La única cosa que de ella no olvido es el grito de locomotora que soltaba cuando le daba la fogará en la culminación del regocijo”. 

Regresando a los toros, Pavón cuenta la llegada de una novillada que tampoco podrá celebrarse. “En una plaza portátil instalada junto al parque nuevo, había aquel día una novillada de poco cartel y menos ganado. Apenas comenzó el chaparrón, los que fueron en coche volvían a rompecharcos y se paraban en los casinos y en los bares para seguir la feria de algún modo. Uno de los autocares urbanos trajo entera la Banda de Música –que había ido a los toros haciendo su pasacalles y todo-hasta el Ayuntamiento. Los músicos se bajaban arropando sus instrumentos como podían  y con las gorras de plato empapadas”

-Que feria más cicata, exclamó Don Lotario. 

La pareja de detectives avanza en sus investigaciones, pero serán los pálpitos de Plinio los que conduzcan a la resolución del caso.  Entre tanto, siguen pasando días de la feria  y Pavón, que mantiene de forma admirable el interés y tensión de la trama, saca a la palestra, como no, la Fiesta de las Letras, el certamen que tuvo en él a su principal valedor. “A las siete en punto de la tarde, Plinio, Don Lotario, el Juez y el Alcalde, fresquitos y bien sesteados, además de elegantes porque era el día de la Fiesta de las Letras, refrescaban muy arrepantingados en la terraza del Casino de San Fernando. Daba gusto verlos tan relucíos, trajeados, fumando sus pitos con el reposo que Dios manda. Aquel era el día principal de la feria, con poetas, reina, damas, mantenedor y la órdiga”.

Al final, Plinio resuelve el caso y el policía y su ayudante lo celebran en el último diálogo de la novela, construido con la misma brillantez que el conjunto de la obra.

-Carajo, has acabado saliéndote con la tuya, Manuel.

-¿Con la mía?

-Sí, con la tuya de que la muerte del emigrante tenía algo que ver con el ahorque de la Bolivar.

-A pesar de no ser lógico, como usted dice, algunas veces acierto. Para que vea.

-Aciertas siempre, puñeta, aciertas siempre, pero no olvidas.

Plinio sonrió y como pasaban ante una ringla de orzas de berenjenas, dijo:

-Echemos una berenjenilla, si no.

-Lo que tú digas, Manuel.

Aquella misma noche sería la traca final de la feria apenas comenzada.




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