Si hablar costara dinero, cuantas palabras dichas sin necesidad ni fundamento dejaríamos de pronunciar, que sacar a pasear la lengua es de las pocas cosas que salen gratis aunque conformen auténticos disparates contra el diccionario y hacia el pensamiento; y si esas mismas palabras se pronuncian hablando en futuro el resultado puede alcanzar cotas inimaginables.
Prometer es una de las palabras más utilizadas por fáciles y baratas que se pronuncian a diario en cualquier ámbito y en especial en el de la política, máxime si resultan carentes de cualquier responsabilidad caso de no llevarse a cabo. Otro gallo cantaría si las promesas fueran plasmadas por escrito ante notario. Pero en política suelen ser agradables aromas que al poco tiempo se disipan en el aire y en el recuerdo.
Aromas fónicos pasajeros que resultan del agrado para quienes los escuchan sin que exista el mínimo interés en saber si se van a cumplir o se han cumplido.
Aromas de futuro, promesas que forman parte del quehacer político; “haremos, conseguiremos, seremos, promocionaremos”, que se vuelven en alegres, prontas y gratuitas palabras al viento.
La inadecuación de aquello que se promete y lo realizado es algo así como el extracto seco que contienen los restos de jugosos proyectos e intenciones, algunos de ellos inalcanzables desde la misma tribuna del mitin donde se proponen; en lo que acaban resultando otros por imposibles dada las circunstancias, y en lo que, una vez alcanzado el poder, queda guardado en el cajón de un, quizá mañana.
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Martes, 28 de Noviembre del 2023
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