Con los antónimos y con un espectáculo que combina actores con títeres, música y una trama fascinante con bufones, príncipes, princesas, brujas, magos y castillos, por supuesto. Con buena respuesta del público —inequívocamente familiar— “El Castillo de los Antónimos” divirtió de lo lindo, aunque suene a tópico, a pequeños y mayores. No en vano, el montaje fue Premio de Artes Escénicas al mejor espectáculo infantil-familiar.

Una princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?... Que no encuentra un príncipe a su altura. Tontete, el bufón de la corte, le encuentra un príncipe como ella quiere. Pero, la bruja Felisa y su ayudante Brujín echan un conjuro al príncipe para que diga lo contrario de lo que piensa. La intervención del Brujo Marujo, Tontete y, especialmente lo niños y niñas del público, logran que todos sean felices y coman perdices.

“El Castillo de los Antónimos” hace ver al público más pequeño que la gramática no es tan rollo y que pueden llegar a ella de una forma divertida. Un espectáculo en el que el público participa desde el primer momento, cantando, dando palmas, gritando, riendo y, por supuesto, ayudando a los “buenos”.