Dos anécdotas en el tiempo me sirven para acometer el tema propuesto por
El Globosonda para empezar un nuevo año. Aunque les confieso que no resulta una
tarea fácil, pues cada vez el reto es más difícil y complicado, y más para un
servidor que siempre se apoya en alguna realidad concreta.
Pero ahí vamos, intentando compartir con los posibles lectores algunas curiosidades, datos y reflexiones personales. Al menos que el atrevimiento y las ganas no decaigan.
Les cuento: En aquellos años finales de los sesenta el horario escolar
en el centro donde cursábamos FP se alargaba hasta la mañana del sábado, unas
horas donde podías elegir las actividades más acordes con tus inquietudes.
Disciplinas deportivas, coro, aeromodelismo, música y la confección de
una revista eran entre otros los quehaceres de gran parte del alumnado en
aquellas jornadas. Si tuviese que hacer una comparación, seguramente eran más
amenas que las actuales clases extraescolares.
Todavía recuerdo el logotipo de una modesta revista o boletín que se
fotocopiaba y grapaba a mano. El profesor encargado de tutelar tal actividad,
al contrario de su rigor y disciplina en las clases de tecnología, era mucho
más afable y compartía junto a nosotros la curiosidad a través de la redacción
de noticias.
Tal era el estímulo que "Rho" (decimoséptima letra del
alfabeto griego y mote asignado al profesor) nos infundía con sus
propuestas que aquella disciplina se convirtió en un modelo de didáctica que
nos gustaba. Junto a él y buscando informaciones de interés aprendimos muchos
conceptos sin la rigidez de los textos y los exámenes. Concretamente hubo un trabajo
o reportaje sobre los países africanos que se habían independizado de las
potencias colonizadoras, pues en la década de los sesenta se constituyeron diecisiete
nuevas naciones en África. Un informe que nos permitió, aunque fuese a grandes
rasgos, conocer sus fronteras, su economía, sus costumbres, etc. Buscar
documentación sobre el cambio de modelo que suponía la descolonización y la
fijación de fronteras en el continente africano fue todo un reto, pero nos
supuso un aprendizaje y una visión del mundo que, hasta ese momento, era muy
limitado.
Ahora, en estos días, vuelvo a echar un vistazo a ese complejo mapa y
observo fronteras trazadas por largas lineas rectas, sobre todo aquellas que
discurren por los grandes desiertos, aparte de otras más quebradas y
zigzagueantes. Límites tan reales como imaginarios que, a pesar de todos los
impedimentos inimaginables, son permeables al tránsito de personas. Fronteras y
franjas que siguen atravesando cualquier ser humano buscando un futuro mejor.
La segunda anécdota seguramente es más desenfadada, pero totalmente
cierta. Acabada esa primera etapa de FP y sin visos de continuar los estudios
por razones que no vienen a cuento explicar, el nuevo desafío era encontrar
empleo.
La vendimia fue una oportunidad para empezar mi vida laboral. Bien es
cierto que para un bisoño la recolección de la uva era una labor bastante dura.
En tales faenas no es recomendable que te asignen de pareja a un señor mayor,
porque el desafío se complica. Ante un novato, su experiencia confirmará que
eres incapaz de igualarle, pues te agotará su facilidad para cortar racimos.
Este buen hombre al acabar cada liño solía decir de coletilla: "Bueno
está".
Pues bien, en un despiste suyo e intentando competir con su destreza,
empecé a vendimiar una cepa cercana. Cuál no sería mi sorpresa cuando la voz
del manijero me avisó de que aquella cepa correspondía a una viña distinta. Por
eso me explicó que justo al lado debíamos dejar sin vendimiar otra de nuestro
majuelo para evitar el conflicto con el otro propietario.
Ahora, y a vista de dron, es muy fácil divisar las lindes de las
diferentes parcelas por el alineado de sus plantas, de los barbechos, de los
olivares o de la tierra sembrada de cereal. Desde la altura se puede contemplar
una gama de colores y tonalidades bien diferenciadas. Otra cosa distinta era mi
bisoñez, pues mi torpeza anulaba la capacidad de distinguir cualquier linde,
considerando que solo era capaz de divisar un mar de pámpanas y racimos en
filas interminables. Debo decir, sin embargo, que de aquella primera y única
vendimia, aparte del lógico dolor de riñones guardo gratos recuerdos. Aquel mes
estuvo salpicado de risas, de compañerismo, de buen trato y, obviamente, supuso
cobrar mi primer sueldo.
Estos dos chascarrillos que quizás hayan despertado una sonrisa del
lector me conducen a una realidad mucho más triste. Me refiero ahora al enésimo
conflicto entre Israel y Palestina en la franja de Gaza.
En cualquier atlas o en cualquier plano, las fronteras de Gaza se parecen a aquellas tan lineales que contaba sobre los nuevos países africanos. Su superficie es casi un rectángulo con uno de sus lados bordeado por el Mediterráneo. En aquel lugar del mapa habitan dos pueblos, dos creencias, distintas costumbres, diferentes tradiciones, dos formas de entender la vida y un solo territorio colmado de fronteras que tratan de compartir.
Las tristes imágenes que nos llegan a través de los medios reflejan la
magnitud de la tragedia sobre una lucha desigual. Ciudades destruidas, amasijos
de hierro y hormigón, demasiados muertos y heridos, un mar de lágrimas,
enfermedades, hambre y miseria fruto de la violencia desatada.
Este eterno conflicto me conduce a evocar recuerdos de mi niñez y
adolescencia. Noticias en la radio e imágenes en blanco y negro de la
"Guerra de los Seis Días" con el carismático militar y ministro de
Defensa israelí, me refiero a Moshé Dayan, un personaje tan reconocible por su
parche en el ojo izquierdo como por su habilidad y estrategia frente a los
países Árabes.
También de Golda Meir -de actualidad ahora por una película-, de su cara
de abuela enfadada con el mundo, de su fortaleza política y habilidades
negociadoras. Ella, que también supo de la contienda bélica por la guerra del
Yom Kipur. Y más lejanos en el tiempo la guerra de Biafra o las hambrunas y los
conflictos en el Congo Belga al inicio de su independencia.
Desde el principio de los tiempos y a través de la historia, el control
y la defensa de límites y fronteras ha generado infinidad de conflictos entre
los pueblos. Pero frente a esta realidad incuestionable se opone una evidencia
manifiesta, porque ningún litigio de esta índole se ha resuelto totalmente con
la violencia y el uso de la fuerza.
En la actualidad, y a pesar de los poderosos, del dinero, de los
intereses evidentes y ocultos, todas las disputas pendientes solo tendrán
solución desde la generosidad, el diálogo y la negociación.
Cierto que puede parecer una propuesta demasiado ingenua, por supuesto; y porque es simple, franca y porque requiere hacer un gran esfuerzo de humanidad, son muchos los que tratan de ridiculizarla. Pero ante tamaña tragedia, quizás sea la única opción por la que debían y deberíamos apostar.
El Globosonda: Texto para la Caja Negra de Enero del 2024.
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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