Nunca
fuisteis noticia en las planas primeras
porque
nunca un periódico mereció esas noticias…
(Eladio Cabañero)
Mi
querida Flora: ¡Ay que ver cómo es la vida! Yo pensando en cómo comunicarme
contigo el día de Nochebuena para felicitaros la Navidad a ti y a Amparo, y tú marchándote en silencio, sigilosamente y
con esa prudencia tan tuya siempre pero que ahora voy a obviarla porque es
necesario hacer el definitivo balance
vital pues -a pesar de tu personalísima discreción- tú has sido una persona que
has ido dejando una gran huella en quienes hemos tenido la suerte de conocerte
e inevitablemente quererte.
Las
luces y los brillos navideños ya se han apagado, la vida recobra su cotidiano
ritmo aunque a Tomelloso aún le queda la ilusión recuperada del San Antón
festivo y tradicional sobre el que tú y yo buscábamos datos hablados y escritos
para esa Sección de la Biblioteca Municipal- tu queridísima biblioteca- que
juntas abrimos sobre la historia y las vividurías de Tomelloso y nuestros
antepasados, una pasión que nos unió más aún y en la que tú aportaste un
trabajo impagable, gracias a tus muchos conocimientos al respecto y, sobre
todo, a que eras una auténtica red social
dado los cientos y cientos de contactos que poseías de las miles de
personas del pueblo y de las que memorizabas sus nombres y domicilios de modo
asombroso, cuando ni existían los móviles ni las actuales tecnologías. Tu
generosa faceta de catequista, de voluntaria de Cáritas y ese infinito y
altruista espíritu de servicio a la comunidad que has ejercido desde niña te lo
han proporcionado.
Y
como te decía, he querido esperar a recuperar la cotidiana normalidad para
pergeñar estas apesadumbradas palabras. Necesitaba que el dolor primero se
amortiguara, que el inevitable duelo fuera asentando tantas emociones y
remembranzas guardadas en el sanctasanctórum
de mis vivencias y que ahora reverberan, iluminan y logran mitigar el sombrío
dolor que desde el pasado día veinticuatro me sumergió en el proceloso mar de
la melancolía.
Sin
embargo, conforme fluyen en mi cabeza tantos y tantos momentos vividos y
compartidos contigo, tu sonrisa, tu compañía y tu rauda presencia van obrando en mí el prodigio de la paz, de la alegría y de
ese saber estar siempre optimista tan tuyos, pues siempre lograbas quitar
importancia a tantos problemas y dificultades como los que nos asaltaban tan
frecuentemente… Sé que estarás diciéndome, al leer estas palabras, pero bueno, pero bueno, pero bueno, Rocío,
qué cosas tienes… (con esa rapidez con la que hablabas cuando te sentías
nerviosa), y no te gustaran pero tengo que decirlo porque es la pura verdad y
hay momentos en la vida en los que hay que proclamarla a los cuatro vientos en
honor a la Justicia.
Sería
larguísimo enumerar tu muy valiosa trayectoria vital y profesional pero, en
virtud de la enorme amistad y del compañerismo que nos han unido, trataré de
sintetizar las cualidades que han ido cincelando ese trajín diario tuyo en el
que siempre destacaban tu exquisita educación, tu nobleza, tu lealtad, tu
inagotable paciencia ante la cansinez de alguna gente- a la que calificabas
como “individuos”- pero que, a pesar de ello, siempre atendías, fruto de esa
bondad natural que desprendías. Y todo esto aderezado por esa capacidad tuya
tan única de saber preguntar y lograr que todos nos confiáramos a ti contándote
hasta nuestras más íntimas circunstancias… ¡¡¡Y tú sabías escucharlas en
silencio, asintiendo y sabiendo alegrarte de lo bueno y dando ánimo en lo menos
bueno a todos y cada uno de tus muchísimos interlocutores!!! …¿Qué tal jovencita, jovencita…? , ¡Hola,
jovencito, pero qué es de tu vida, cuánto tiempo sin verte…! Ver tu sonrisa y escucharte esas palabras
eran suficientes para que rápidamente te pusieran al día de sus recientes vidas
y aconteceres que tú sabías perfecta y prudentemente guardarte con la
confidencialidad que prodigabas. Y eso, admirada Flora, es un don que sólo unos
pocos poseéis.
Imposible
olvidar mi llegada al entonces
silencioso edificio de Independencia 32-en aquel lejano otoño de la década de
los ochenta- en el que resonaban mis pasos- subiendo la famosa escalera de
escalones al aire- y el afectuoso recibimiento de ti y de Francisco-(alias “Guadina”)-, el inigualable
conserje. Ésa era toda la plantilla de entonces de la Casa de Cultura y
Biblioteca municipales a la que yo me incorporaba con tanta inexperiencia como
ilusión. Y rápidamente fuimos llenándolas de vida y actividades no sin antes ampliar
el reducido equipo de trabajo con las excelentes compañeras Elena Díaz y Mari
Carmen Reguillo y con Luis Miguel que sucedió a Francisco, ¡¡menudo quinteto formamos!! Cuánta eficacia,
qué enorme compañerismo, qué capacidad de trabajo cuando estaba casi todo por
hacer, por mejorar y por crecer, pero tú eras el patrón de aquel navío que iniciaba una venturosa singladura en
aquella década prodigiosa de los ochenta que se abría ante nosotros.
Los
vaivenes de la vida nos trajeron después a la Biblioteca a Angelines y a José
Luis a quienes tú tanto has querido y de los que me decías: ¡¡Qué joyas, Rocío, qué joyas tenemos…!! Y cuánta razón la tuya pero todos tuvimos
siempre la suerte de aprender de ti y de tus infatigables ganas de trabajar.
Ahora que tanto se habla del absentismo laboral, tengo que confesar que en los
más de veinte años que compartimos de vida laboral no faltaste ni un solo día a
tu puesto de trabajo y eso es todo un récord inigualable pues eras capaz de
pasar los habituales catarros invernales de pié, sin quedarte en casa aunque
tuvieras fiebre: así concebías tú la responsabilidad y el desempeño de tu
trabajo al servicio de los demás en tu queridísima Biblioteca.
Pero
además siempre has tenido tiempo para mucho más: para seguir
aprendiendo nuevas disciplinas, para impartir catequesis a los niños, para ayudar desde tu voluntariado a los más
vulnerables, pasear con tus amigas, apoyar a Amparo-tu inseparable hermana- en
los asuntos de vuestra casa y vuestro campo y querer, visitar y recibir a tus
numerosos primos que siempre tenían las puertas de vuestra casa abiertas. Y es
que tu esencia siempre ha sido así: tan
comprensiva, tan cercana y tan infinitamente generosa, sin esperar nada a
cambio más que la felicidad de los demás.
Querida
Flora: ¡has sido un referente en mi vida y en la de muchas personas que hemos
tenido la suerte de conocerte! Cuántos niños y jóvenes, ya como adultos, han
seguido recordándote y preguntando por ti en la Biblioteca. Tu diligente
atención, tu valiosa ayuda en sus búsquedas de información para sus tareas,
trabajos y lecturas… ¡nunca fallabas! Y sabías dónde estaba colocado cada uno
de los miles y miles de libros sin necesidad de consultar las antiguas fichas
catalográficas, antes de la llegada de los ordenadores. Y tú, que habías sido
una niña de la posguerra, con tantas
carencias de todo tipo, no dudaste en luchar y estudiar para incorporarte al
mundo laboral cuando apenas había mujeres que trabajaran fuera de casa en un
pueblo como era Tomelloso al inicio de
la década de los sesenta. Lo conseguiste como también supiste lanzarte
sin miedo alguno- en tu última etapa profesional- al vertiginoso mundo de las
nuevas tecnologías de la información
para aprender y vivir a tope la revolución que supuso todo el proceso de
informatización de los fondos de la Biblioteca: libros, revistas, cd´s
películas, etc. etc. Hiciste encantada todos los cursos necesarios que desde la
Consejería de Cultura nos ofrecieron y una vez más continuaste dándonos ejemplo
de tus ansías por saber, por actualizarte y adecuarte a las nuevas exigencias
tecnológicas.
………………………………………………………………………………………………
Todo pasa y todo queda escribió el gran Machado y el tiempo
inexorable nos va llevando a cada uno en la imparable rueda vital… Tú, querida
Flora, ya estás en otra dimensión pero quedas
en todos nosotros y en lo mucho y bueno que has dejado en este trayecto de
paso que es la vida. Desde ese profundo sentimiento religioso que te ha
acompañado siempre, bien sabes que aquí no se acaba todo, que volveremos a vernos algún día y, entre tanto,
seguiremos unidas por ese hilo invisible y misterioso que hace posible la fe y
el cariño de verdad. Estoy convencida de que así lo sienten también nuestros
compañeros Elena, Mari Carmen, Luis Miguel, Angelines y José Luis. Y, por
supuesto, tu querida e inseparable Amparo, tu gran pandilla de primos, tus
amigas…
Como
sé lo muchísimo que amabas tanto la lectura como todo lo bueno de tu querido
Tomelloso y los libros-que seguro estarás ya ordenándolos en los anaqueles del
cielo-, me despido, como he empezado, completando ahora los hermosos versos del
sin par Eladio Cabañero:
…que ahí, donde los veis, esta gente, estos campos,
estas mujeres secas, curtidas, estas cosas,
merecen libro aparte, otro cantar distinto.
Un fuerte abrazo, amiga Flora, y hasta siempre.
Rocío Torres Márquez.
Enero,2024
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Viernes, 6 de Junio del 2025
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