Estoy en
la puerta de la cafetería de nuestros amores esperando a mi amigo para la
tertulia del viernes.
El
febrero de este año no envidia a sus hermanos pasados en cuanto al clima, no
puedes salir de casa sin ropa de abrigo, aunque te sobre a medio paseo.
Ciri ha
vuelto la esquina y se aproxima con paso rápido como siempre, viene embutido en
su gabardina desabrochados los botones cercanos al cuello y con la gorra de
costumbre, la cual se quita al entrar en el establecimiento. «Por respeto a los
presentes y por mandato del refrán: Bajo cubierto la cabeza descubierta» me
dijo una vez al preguntarle por qué acostumbraba a hacer esto. En ese momento
me descolocó, pero si mi amigo lo dice, debe ser así.
Humeante
el café. Calientes las magdalenas. Ojos golositos (como la canción infantil de
la “Pastora y el Gato”) en las dos caras nuestras. Durante unos minutos en
silencio.
Ciri da
un sorbo corto al café, se pasa la servilleta de papel por la boca eliminando
cualquier resto de espuma, me mira a los ojos y dice:
—Cui
prodest?
—¿Cómo
dices? Repite, porque no te he entendido.
—De vez
en cuando te haces el sordo —me responde con un gesto de mohín—, te tengo
calado, cuando necesitas tomarte un tiempo para pensar, te haces el sordo.
Sonrío porque es así, únicamente dudo a qué querrá aplicarla—. Conoces
perfectamente la frase muy famosa, por cierto, del español Lucio Anneo Séneca
en la tragedia “Medea”. Lo estudiamos en clase de Filosofía en el
instituto. Debes acordarte.
—Evidente
que me acuerdo de la frase completa: «Cui prodest scelus, is fecit» Su significado es
clave en las investigaciones policiacas de robos y asesinatos, además la he
visto escrita en una novela que se llama “El carrusel de la feria”. Lo que no sé es a cuento de qué la recuerdas
ahora.
—Has visto, igual
que yo en los informativos, la noticia del ataque de una lacha de
narcotraficantes a otra de la Guardia Civil con el resultado de dos guardias
muertos y otros dos heridos en el puerto de Barbate. Además, un grupo de gente
desde tierra jaleando a los asesinos…. —la voz de Ciri se quiebra y le veo en
los ojos unas lágrimas incipientes.
Le cojo el brazo y
se lo aprieto cariñosamente, para que recupere la calma. Es un hombre de gran
corazón y sucesos así lo machacan. Respira
hondo, toma un trago de café y prosigue:
—Estos días he dado
mil vueltas al asunto y la conclusión siempre es la misma: «Homo homini lupus
est». Tenía mucha razón Thomas Hobbes cuando la dijo, copiada de Plauto.
Está sembrado esta
tarde mi amigo con las frases en Latín, pero mejor callo, no es momento para
criticarle nada y menos para comentarlo en plan de broma. El tema es muy serio.
Pienso en mi interior y continúo escuchando al compañero.
—De verdad te digo y
sin generalizar. Muchas veces somos los mismos humanos quienes peor nos comportamos
con los demás. Levantas la vista de tu alrededor y observas guerras, maltratos,
sufrimiento. Somos depredadores contra nosotros mismos. Cuando la mayoría de
personas estaban pensando en el carnaval y nada menos que en Cádiz, con el
ingenio de las chirigotas, de críticas sanas a todo y a todos. Los desfiles
trabajados hasta el extremo. Colorido, música, ambiente de fiesta.
Ciri se calla para
tomar aire y serenar el ánimo, pero de inmediato continúa:
—Unos asesinos matan
a sangre fría e incluso con saña como muestran las imágenes, a dos servidores
del orden público que están cumpliendo hasta el límite con el trabajo, que les
han ordenado y para el que están sobradamente preparados. Por eso son tan pesimistas
mis pensamientos. ¿A quién aprovecha el ataque a estas personas y su asesinato?
La respuesta es muy clara: Aprovecha a aquellos lobos que trafican con el
veneno que son las drogas, para poder arruinar a multitud de familias y
enfermar y matar a miles de gentes. Los dientes de estos lobos son más
sanguinarios que los de las montañas. Y
no te engañes compañero, el dinero que ganan con ese negocio de muerte va a
parar posiblemente a demasiados bolsillos de trajes con apariencia de
impolutos.
Me he quedado perplejo,
silencioso, con gran inquietud de ánimo. Qué razón tiene Ciri. Cuánta gente
aprovechándose de este negocio demoníaco. Mientras el resto de la sociedad no
aplaudimos como aquellos salvajes, pero con nuestra inconsciencia trabajamos el
campo de cultivo viendo como normal el consumo de cualquier tipo de droga. ¡Qué
pena!
Por primera vez en
la historia de nuestras reuniones se nos ha quedado el café frío y las
magdalenas a medio comer. Pienso que no hay inteligencia humana que pueda
solucionar tal desastre. En este momento mi amigo sale del mutismo en que nos
habíamos hundido y me dice:
—Esta actitud
nuestra no es el camino. Vamos a pedir dos cafés nuevos y calientes.
Mientras nos
preparan dos nuevas tazas prosigue el compañero:
—Tú y yo vamos a
cambiar esta situación, mejor dicho, nos vamos a unir a los millares de personas
que ya está intentando cambiarla desde multitud de posiciones. El modo es
sencillo y de acuerdo a nuestras fuerzas: opinando lo que creamos justo,
aconsejando a los jóvenes y niños que tengamos cerca, cooperando especialmente con
asociaciones y movimientos expertos en educación y sanidad. Acuérdate del
refrán: «Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero»
Totalmente de
acuerdo con Ciri, digo para mí. Me comprometo en lo que ha dicho.
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Sábado, 3 de Mayo del 2025
Sábado, 3 de Mayo del 2025