Opinión

El cinismo de las ideas

Fermín Gassol Peco | Lunes, 4 de Marzo del 2024
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Estamos en Cuaresma, un tiempo que para el cristianismo es un periodo de conversión, de cambio de actitud, un tiempo para abrazar al “hombre nuevo”. Sin embargo, no es mi intención escribir sobre este tipo de “renovación espiritual” aunque nunca esté de más revisar nuestro interior más profundo para lavar esos posos que quizá nos impiden respirar con toda intensidad el aire puro de las altas montañas de nuestro comportamiento…en estos tiempos de claustrofóbico y desconcertante desasosiego existencial, en los que lo material nos tiene traumáticamente hipnotizados.

La conversión a la que me quiero referir es más prosaica pero sumamente necesaria para salir de esta situación en la que nos encontramos. Una crisis que en el fondo creo tiene que ver y mucho con la crisis de los valores y por tanto de ideas, con una necesaria y urgente modificación de nuestro bagaje conceptual y en consecuencia moral. Y digo que es fundamental el cambio de chip ideológico, porque quien no está convencido mentalmente con la necesidad de modificar algo, difícilmente puede llevarlo a cabo.

 La conversión en este caso tendría que ver con la rectificación en el comportamiento vital y en la tabulación de los valores que marcan nuestra vida diaria. Creo que todos estamos de acuerdo, y no es poco, en que por este camino tan estrecho y desnortado no podremos seguir avanzado sin quedar muchos de nosotros abandonados o terminar despeñados por sus barrancos. No faltan alertas tremendas que nos indican lo que digo. El desempleo y la falta de un futuro prometedor para nuestros jóvenes son las señales más preocupantes.

Sin embargo el cambio de comportamiento es algo que se antoja complicado. Primero porque quizá no tenemos nada claro aquello que tenemos que cambiar dentro de nosotros mismos. Segundo porque somos muy proclives sin embargo a encontrar de manera rápida aquello en lo que sí tendrían que modificar…todos los demás.

Y es que es una condición muy humana excusar lo propio y acusar lo ajeno. El ser humano tiene un mecanismo de autodefensa sicológico admirable que puede llegar a ser sumamente peligroso para él mismo y desde luego, que para su aportación al bienestar social. Es ese mecanismo que da por bueno todo lo que él hace, aunque critique al mismo tiempo y a la vez lo mismo en aquel que tiene enfrente. Es el cinismo de las ideas. En la política, por ejemplo, lo estamos viendo a diario.

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