Opinión

Don Francisco Carretero Cepeda, El Van Gogh de la Mancha

Artículo de María Remedios Juanes Silvestre, licenciada en filología Inglesa e Hispánica y profesora en el IES Alto Guadiana de Tomelloso

María Remedios JuanesSilvestre | Lunes, 11 de Marzo del 2024
{{Imagen.Descripcion}} Cuadro de Carretero "Vendimia en la Mancha" Cuadro de Carretero "Vendimia en la Mancha"

¿Alguna vez se han preguntado si acaso nuestra tierra manchega haya sido tocada con la varita mágica de los dioses del Olimpo de la Antigua Grecia? Quizá pueda parecer una exageración, un desmedido privilegio, un capricho de dioses o una alucinación quijotesca, pero en algún momento lejano, quien sabe cuándo, el Dios Apolo y las musas miraron hacia esta tierra y sobre ella pusieron sus divinos pinceles para dar luz y vida a este gran legado de pintores que al paso del tiempo han ido naciendo  y viviendo en esta tierra, de la que nadie duda, es “cuna de pintores”.

De esta saga de pintores nacidos en Tomelloso, al amparo de esta quimérica leyenda de dioses, sin duda el primero y más importante, merecidamente, es don Francisco Carretero Cepeda. Nuestro prohombre nació en 1879, en el seno de una familia trabajadora, fue el primogénito de ocho hermanos y estuvo siempre muy ligado al mundo de la agricultura, comprometido con la tierra manchega, viviéndola y experimentándola en primera persona hasta el punto de que toda su vida vivió enamorado por completo de ella y de este amor nació su pasión por pintar su compromiso fiel y cabal con el paisaje que se acomodó en su paleta de colores y en sus sueños. Hombre recio, hidalgo manchego que quiso dejar su legado a través de su obra pictórica. Hombre vinculado y dedicado a la viticultura que además fue nombrado alcalde de Tomelloso, 1918 a 1923 y de 1929 a 1931. 

Carretero, fue un hombre autodidacta, apenas pudo asistir a la escuela, pero muy pronto mostró su interés por el arte. Estuvo muy ligado a la figura de Benjamín Palencia, quien también se relacionó con otros poetas de Tomelloso como fue el caso de otro honorable alcalde, Juan Torres Grueso. Pero fue después de la Guerra Civil española cuando se dedicó con mayor ahínco a su gran pasión: la pintura. Durante los años 50 comenzó a concurrir a muchas exposiciones de pintura en Madrid, en Barcelona y países de Iberoamérica. También fue galardonado con varios premios, entre ellos el de Montevideo. Fue seleccionado en la exposición de artistas manchegos en el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid. 

El paisaje como contexto

Nuestro ilustre pintor, sin abandonar su trabajo en las labores agrícolas, tuvo tiempo para crear una extensa colección de obras, la mayoría de las cuales eran paisajes, casi todos ellos paisajes cercanos, familiares y propios entre los que estaban sus propias heredades. De alguna manera el pintor actuó como cronista de una época a través de la pintura. Tomelloso era un pueblo con notoriedad en la provincia y ya alardeaba, con razón, de un tejido agrícola de gran merecimiento. Su campiña empezaba a poblarse de viñedos. Sus gentes habitaban quinterías y predios y de alguna manera el paisaje se transformó, pasando de ser baldíos pedregales a cuidadas labores de viñedo y cereal. Podríamos decir que la historia de Tomelloso se empezó a escribir con el perfecto trazado de besanas con la ayuda de las mulas los arados y la inteligencia de aquellos hombres, marineros en este mar inmenso de la Mancha.

Para entender la obra de Carretero es importante entender el contexto paisajista de aquellos años, la impronta que da un pueblo y sus gentes, cuando debe su crecimiento no a los blasones y títulos nobiliarios sino al trabajo de los hombre y mujeres.

La emoción y la  poesía de su paleta

La paleta de Francisco Carretero no solo se despliega con maestría en la captura de paisajes idílicos y bodegones que reflejan la riqueza de su entorno en Tomelloso, sino que también revela una fascinante incursión en territorios artísticos de gran calado emocional. En sus obras más atrevidas, nos sumergimos en un universo que se asemeja a las pinceladas audaces y la vibrante intensidad que caracterizaban al legendario pintor Van Gogh.

He titulado este artículo “El Van Gogh de la Mancha” porque cuando vi por primera vez los cuadros de Carretero lo primero que pensé es el gran parecido estilístico de Carretero con el genial pintor neerlandés. La obra de Carretero tiene mucho del expresionismo y algo de surrealismo, sus lienzos están impregnados de una pasión y una fuerza emocional que conquistan al espectador. Las pinceladas tumultuosas, los colores vibrantes y la representación subjetiva de la realidad convergen en un diálogo artístico que trasciende el tiempo y las influencias. En cada trazo, Carretero no solo emula el estilo de Van Gogh, sino que también infunde su propia esencia, llevándonos a un viaje introspectivo donde la realidad se fusiona con la expresión más profunda del alma. Así, Francisco Carretero se erige no solo como un cronista visual de la hermosura de su tierra manchega, sino como un virtuoso explorador de la psique humana a través de sus incursiones en el surrealismo y el expresionismo. Su capacidad para amalgamar la tradición artística con la innovación revela a un artista multifacético cuyo legado se inscribe no solo en la historia local, sino también en el vasto lienzo de la expresión artística universal. 

El carácter autodidacta de nuestro pintor marca una impronta indeleble en toda su obra. Su creatividad es fruto no de su paso por la academia sino de su profunda admiración y respeto por el paisaje, de su comunión con la cotidianidad que reinventa y capta en el lienzo, con la luz que trajina el tiempo al paso de las estaciones, verdes de primavera, amarillos de verano, ocres de otoño, blancos de invierno. El mismo contaba sus comienzos en la pintura, recordando que, siendo un zagal,  empezó a pintar con los tizones apagados del fuego, en las piedras lisas, paredes y techumbres de las casas del campo. ¡Qué certera metáfora! “Pintar con un tizón”. Para vislumbrar y vaticinar todo su futuro como precursor y fundador de la pintura en Tomelloso, para convertirse en adalid de los que vinieron detrás de él, mérito  que nadie se atrevería a negarle. Aquellos tizones y paredes fueron, a modo de “caligrafías pictóricas”, los lugares de encuentro del hombre que ve y pinta, y el arte que nace del alma inquieta, sin más academia que la magia de la luz y las sombras sobre el paisaje. El pintor campesino, pintor de tizón, viene a ser algo así como los pintores rupestres que llenaban sus cuevas de mágicas representaciones de su mundo y sus dioses.

Ante su obra

Cuando observo sus cuadros, por más que los miro, no solo veo una pintura, luz y colores, veo poesía descrita en el lienzo. Sus paisajes, caminos, vegas y tierras labradas nos recuerdan los campos de Castilla que el poeta Antonio Machado pintó con versos y estrofas y que otros poetas de Tomelloso quisieron plasmar en el lienzo poético como son, a modo de ejemplo, Eladio Cabañero y Juan Torres Grueso.  Carretero pintaba aquellos paisajes, llanuras, tierras bajo nubes mágicas consagrados en los viñedos sangrando sudores y vino, espigas bajo las trillas tiradas por dóciles mulas, luz por los cuatro costados. Se desbordan los caminos, los árboles, las llanuras, los cielos arremolinados, los crepúsculos anaranjados y los atardeceres azules y ensimismados mandándonos un mensaje del más allá, anunciando y presagiando un esperanzado futuro a los labradores tomelloseros. 

El mismo Carretero decía, sabedor de su papel en la historia de la pintura tomellosera: “Fui el primero en Tomelloso que manché de pintura un lienzo”. Mientras labraba surcos sobre la tierra, esparcía el grano en las besanas o acicalaba sus cepas, soñaba paisajes que después en el improvisado estudio de su casa reproducía en sus lienzos. Solo un hombre enamorado de su trabajo es capaz de dignificarlo y plasmarlo en su obra creativa.

Fue un pintor que supo sacarle provecho a su trabajo para que no cayese en saco roto, desde un principio y gracias a su trayectoria como alcalde, pudo y supo relacionarse con personas intelectuales dentro del universo de la cultura de aquella época, con pintores, escritores, los cuales apreciaron con satisfacción su trabajo y lo admiraron profundamente. Así, podemos nombrar a algunos de sus amigos artistas, como lo fue el pintor albaceteño Benjamín Palencia natural de Barrax, pintor de la Generación del 27 que trabajó en los figurines y decorados que se utilizaron en aquel heroico teatro ambulante llamado “La Barraca”, teatro que fundara el genial al poeta de Fuentevaqueros Federico García Lorca. Otros de sus amigos pintores fue Gregorio Prieto, natural de Valdepeñas, conservándose una carta que le escribe Carretero a éste el día 19 de noviembre de 1961 emplazándole para verse en Madrid para hablar de pintura y visitar museos. El pintor valdepeñero admiraba su obra y le facilitó contactos para poder colgarla en Madrid. Otros personajes ilustres que se codearon con él fueron Menchu Gal, Francisco Delgado o críticos como Ramón de Faraldo.  Otro  poeta emblemático que estuvo unido a su círculo fue Leopoldo Panero. 

Es curioso e interesante, el mero hecho de que don Francisco Carretero quisiera aprender con esas ansías, siendo una persona que carecía de estudios y de formación, sin embargo quiso espigar entre libros, pintores, movimientos y gran esfuerzo como un buen labrador para regalarnos las luces, paisajes y llanuras que con ojo avizor vislumbró en su pueblo natal.

Otro aspecto destacable de su trayectoria es que fue el precursor de los pintores de Tomelloso y las siguientes generaciones hasta día de hoy que continúan divisando, viviendo y soñando con los paisajes manchegos, hechos de frondosos crepúsculos, llanuras, etc. La pintura sueña y nos transporta haciendo eco del paso del tiempo que queda impregnado en el lienzo, esa es la auténtica esencia, no se engañen, que manifiesta la huella del pintor. 

Entre sus obras pictóricas, en mi opinión, destacan “La siega” y “Lecturas junto al pozo”, son obras maestras para soñar e inventar historias y leyendas en medio del campo llano. Otra obra suya es la de “Roque con chozos” con una gran riqueza de lejanías, distancias, el personaje de un hombre fuerte y robusto defendiendo su tierra y orgulloso de su trabajo.  El cuadro está presidido por la llanura sobre las que salpican pequeñas casas y tierras labradas, por un sabor de “antaño”,  que nos transporta en el tiempo a aquellos años en que se estaban fraguando las heredades de aquellos primeros labradores pagadas con sudor y sacrificio. Pero sin duda una obra ejemplar, es la “Vendimia” que guarda un cierto parecido con alguno de los cuadros de Van Gogh que tan bien reflejaban los campos Holandeses, guardando cierta similitud con los campos manchegos. Es un cuadro precioso, un canto evocador, un homenaje a las auténticas gentes de Tomelloso que construyeron la gran ciudad que es hoy. 

Tentaron también las musas al pintor para dedicar alguna obra al ilustre Don Quijote y a su escudero Sancho. Pintó gigantes molinos alumbrados por la delirante mente del Caballero de la triste figura, titulando su obra “Molinos de Criptana”. En mi opinión Carretero se alimenta también de las fuentes que Cervantes descubre en su obra de caballería, de manera que algunas de sus pinturas podrían ser asociadas a determinados  capítulos que están incluidos en ella. Tal es así como queda reflejado en el cuadro de “Las lagunas de Ruidera”, con sus cielos y su simbolismo mágico, la Dama Ruidera y sus hijas, convergiendo fantasía y paisaje bajo arremolinados cielos amarillos y azules tal cual los pintó Van Gogh. 

La memoria y el olvido

Me pregunto. ¿No será que, de modo injusto no se ha valorado y apreciado en su justa medida a nuestro pintor tal cual le ocurrió a Vicent Van Gogh durante su vida, el cual fue reconocido mucho después de su muerte? Evidentemente, podría ser cierto ya que Francisco Carretero no es un pintor de salón, ni su obra es meramente decorativa. Su reinterpretación paisajista y su propia paleta ponen de manifiesto una personalidad propia al margen de modas y estilos. Su compromiso, como lo fue el de Van Gogh es con la propia existencia, con los valores heredados a través de una cultura elemental, carente de caireles, pero poderosa, de un profundo amor y entrega a la tierra y a las gentes.

El pintor mantiene una riqueza paisajística casi onírica donde la  realidad se minimaliza para dar paso a la ensoñación con la que te transporta. Sus fogonazos de color estridente,  te invitar a soñar para poder, ya dentro del sueño, reconstruir y observar la realidad. Es indiscutible que nunca nos van a dejar indiferentes y posiblemente nos cambien la vida, con la pasión que nos transmiten. 

La “escuela”, si podemos calificarlo así, creada por nuestro pintor, en mi opinión, no ha transcendido en las siguientes generaciones de pintores de manera notoria, prueba de ello es el cambio de dirección que toma la pintura, que de manera mas academicista, se instala  en un incipiente hiperrealismo que termina en el centro del universo pictórico tomellosero durante muchos decenios y que ha llegado a la actualidad, eso sí, con la notoriedad universal de Antonio López Torres y Antonio López García. Creo que en este sentido, es cierto que Carretero se queda injustamente huérfano, aislado y eclipsado por las siguientes generaciones de pintores. Debemos salvar las distancias, por supuesto que sí, pero ser justos también valorando a este gran pintor, que lo fue, para orgullo de los tomelloseros. 

Cuando Carretero nos mece en el paisaje y nos descubre un universo escondido, transforma la realidad para dejarla en brazos de la imaginación del espectador que contempla sus lienzos, de la misma manera  que ocurre con la literatura. "La literatura es el arte de expresar la imaginación a través de las palabras, creando paisajes mentales que perduran en la mente del lector." - Gabriel García Márquez-. Igual ocurre con los paisajes pintados en las obras de don Francisco Carretero. 

Para finalizar, y después de haber estudiado a este ilustre pintor tomellosero, me hago unas preguntas en forma pública: ¿Quizá le ha ocurrido a Carretero lo que le ocurrió a Van Gogh con relación a la poca valoración que tuvo su obra cuando estuvo vivo? ¿Se le ha rendido el suficiente honor y consideración a este Alcalde pintor? ¿Debería ser expuesta de forma permanente toda su obra en nuestra ciudad, por ejemplo en el Museo López Torres? ¿Dónde está la obra de este pintor? ¿Por qué no ha sido patrimonializada con carácter público por parte del Ayuntamiento? ¿Qué gana su obra colgada en paredes privadas? ¿De qué manera se debe recordar a este hombre…? La grandeza de los pueblos se mide por el respeto que tienen sus gentes al legado de  sus poetas y artistas. La memoria y la obra de Don Francisco Carretero debería ser patrimonio cultural de Tomelloso, desde aquí lo proclamo humildemente.



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