Les propongo un experimento muy sencillo. Veamos. Vayamos a
una clase de Primaria y dejémosles a los chicos unas tijeras y un martillo, dos
herramientas muy útiles por cierto. Digámosles cómo funcionan y poco más; luego
pongámosles a que hagan cosas, que den rienda suelta a su imaginación y hagan
lo que quieran. ¿Qué pasará al cabo de una hora de clase? Tendremos papeles
caóticamente recortados, tirados por todos los lados, pupitres con golpes,
dedos sangrantes, clavos mal clavados, … un desastre. ¿Qué pasó?
¿Qué hicimos mal? Repartimos herramientas y no marcamos
pautas de trabajo, normas de uso, proyectos a realizar ni objetivos de ningún
tipo. ¿Podemos decir que las tijeras y el martillo no son herramientas útiles
en el aula? ¿Debemos desterrar estas herramientas de nuestro armario de
materiales? Creo que todos entendemos que las herramientas en sí no son un fin,
con ellas por sí mismas no podemos hacer nada que sea útil y justificable.
Todos estamos de acuerdo que sin un “guion”, sin una “intención” no es posible
aplicar con éxito en el aula cualquier herramienta.
La tecnología nos facilita la vida
Ahora acompáñenme al mundo real, fuera del aula. ¿Cómo se
compran los billetes para viajar en tren? ¿Cómo se dibuja? ¿Cómo se fabrica un
coche? ¿Cómo se investiga una nueva vacuna?... Podríamos hacer una lista con
miles de preguntas de este estilo y todas ellas tienen un denominador común: Con la ayuda de la tecnología y la ciencia.
¿Quién puede argumentar que el progreso
tecnológico por sí mismo es malo? Todo lo contrario, la tecnología nos facilita la vida. Tenemos que reflexionar sobre
el uso de las herramientas. La tecnología, como el martillo de nuestra
paradoja, mal utilizada puede ser demoledora, destruyendo la civilización que
la creó y que la usa.
Quizá, en alguna ocasión, podemos sentir nostalgia de
aquellas largas “cuentas de dividir”
que hacíamos en nuestros cuadernos, o aquellas pizarras de números que llenaba
el profesor para demostrar el teorema de Pitágoras. Sentir añoranza de aquellas
clases magistrales en las que los profesores nos explicaban el mundo. Aquel
trabajo que todos entendíamos que era vocacional y mal pagado. Está bien que
añoremos, sobre todo los que conocimos otro mundo académico, otro concepto de
enseñar y educar, pero quizá no está bien que
proyectemos el uso de esas herramientas en nuestros alumnos alegando que
el método antiguo era mejor. ¿Qué
diferencia existe entre la expresión de una idea a través de una pizarra como
la de la imagen y la misma expresión haciendo uso de una pantalla táctil.
¿Cambia el mensaje expresado? Ciertamente no debería hacerlo. Los pregoneros en los pueblos de antaño ya no
existen, ni las palomas mensajeras. Ahora están los correos electrónicos,
WhatsApp y las redes sociales. No es necesario desplazarse a la ventanilla de
la delegación para entregar una instancia, no es preciso saber hacer raíces
cuadradas para resolver una ecuación de segundo grado. Pitágoras dibujaba
triángulos en la arena de la calle para explicar su famoso teorema, ahora lo
podemos hacer con un programa de Geometría Dinámica con el que seguramente
aprenderemos más rápido. Las raíces cuadradas las hacen las calculadoras a la
velocidad del rayo. ¿Qué pasa con el pensamiento algorítmico? ¿Cómo cambiar la
ejecución de un proceso de cálculo para conseguir el mismo resultado? La
tecnología nos da la solución, si bien ella no nos regala las ideas, la
creatividad y la actitud que se plantean en el mundo del pensamiento.
Con estos y otros muchos ejemplos, podemos llegar a la
conclusión de que los contenidos y los métodos han cambiado en la planificación
de las actividades de enseñanza. Sin duda, los cambios siempre resultan ser
incomodos y, en ocasiones, los docentes nos empeñamos en mantener lo conocido a
costa de no explorar lo desconocido. Pasa en todos los oficios, pero
convengamos todos en pensar que nada resulta fácil de aprender y adaptar, por
lo tanto estamos en una época de retos en la educación.
Suecia ‘saca’ las
pantallas de las aulas y vuelve a los libros de texto: ¿qué pasa en España con
las tablets? (niusdiario.es). Este es el título de uno de los muchos artículos que se
vienen publicando como noticia en los medios de comunicación del mundo, creando
cierta sorpresa e inquietud en las autoridades académicas. El hecho de que Suecia, que fue
pionera en la digitalización de
las aulas, eche el freno ahora y decida no invertir más en
tecnología y poner el énfasis en el papel frente a las pantallas, plantea
el interrogante de si es el comienzo de un cambio de tendencia generalizado en
toda Europa. Se empiezan
a oír voces que abogan por una vuelta a la enseñanza clásica rescatando
metodologías ya abandonadas o en desuso. ¿Qué opinan ustedes? ¿Podemos
prescindir de estas herramientas modernas para enseñar?
Dice en un artículo la
periodista Ana García Quesada: "Qué lástima que en la
educación estemos dando estos bandazos y que pasemos de todo a nada. De amar a
odiar la tecnología. No podemos apostar primero por la digitalización en
todas las escuelas, por poner pizarras digitales, por comprar tablets y ordenadores
para todos los alumnos, y de golpe decir, qué miedo, que Suecia está dando
marcha atrás. Volvamos a los libros y a los exámenes en papel", lamenta
Héctor Gardó, doctor en Ciencias de la Educación y director del Equidad Digital
en la Fundación Bofill. Comparto esta opinión con preocupación. Se habla y
comenta sobre el informe Pirls que denuncia la pérdida
de capacidad de lectura de los jóvenes estudiantes achacándolo al uso de las
nuevas tecnologías como lo son las mencionadas tablets. Creo que la Educación merece un tratamiento más
serio que el que le imprimen los políticos y responsables gubernamentales.
Abogo por un tratamiento del tema más científico y menos político.
Aunque se argumente esta decisión con datos convincentes, me preocupa el hecho. En este artículo estoy hablando del concepto de herramienta o instrumento poniendo en evidencia que el desarrollo y aplicación de las tecnologías digitales en las aulas es un hecho incuestionable. ¿Podemos argumentar la vuelta a los métodos antiguos cuando la sociedad avanza en sentido contrario? Esta contradicción es muy preocupante y en mi opinión los expertos deben postularse como tales, frente a los legisladores, que para cada periodo legislativo, en nuestro país y otros, se empeñan en cambiar las leyes de educación. No nos olvidemos de los miles de millones que se llevan invertidos en nuestro país para la alfabetización de los profesores en el uso de las tecnologías digitales y en la compra de pizarras digitales, ordenadores, proyectores, software educativo y cientos de cursos de formación en cada una de las Consejerías de Educación de nuestro país. ¿Qué está pasando?
Creo que algunos detractores del ordenador en el aula se
están equivocando. Me pregunto. ¿Alguien piensa que por el simple hecho de usar
los ordenadores o las tablets, los alumnos deben sacar mejores notas?
Ciertamente no. Por estar en una sociedad con poderosos medios de comunicación
podemos decir que el ciudadano se siente menos solo o mejor informado. No. No
equivoquemos las cuestiones. Una vez más vuelvo a la paradoja de las tijeras y
el martillo: El uso de una buena
herramienta no garantiza la creatividad o el desarrollo mental de los alumnos.
Insisto que estamos hablando de instrumentos, no de metodologías ni de
objetivos educativos.
Tranquilicémonos ante los cambios tecnológicos, seamos
críticos y usemos los medios con valores éticos. El profesor, enseña y, de
momento, enseñar no es una función atribuida a las máquinas. La realidad
virtual nunca podrá sustituir un paseo por la campiña descubriendo el
maravilloso mundo que nos ofrece la naturaleza. Hablemos de capacidades o
destrezas. El aprendizaje no es una función que exclusivamente sirva para
comprender el mundo, para saber por saber, no, el aprendizaje tiene un aspecto
muy importante que es de adquirir destrezas para desempeñar determinadas
tareas, para enfrentarse a problemas y saber resolverlos con éxito. Pensemos en
el importante papel que aporta en la educación aquellos contenidos que
definimos de carácter propedéutico o
instrumental del aprendizaje: Saber manejar una hoja de cálculo, escribir
con un procesador de texto, enviar un correo electrónico, buscar información en
las redes o un programa de diseño gráfico son conocimientos propedéuticos para
abordar el estudio de las materias que configuran el currículo en cada curso,
sobre todo en la enseñanza Primaria y Secundaria. Los sistemas sociales y
productivos de nuestra sociedad exigen ciudadanos que no solo tengan
conocimientos teóricos sino que han de tener conocimientos empíricos que les
permitan resolver tareas: A estos se le llama desarrollo de destrezas o
capacidades.
Es precisa una alfabetización del
profesorado en el uso de las tecnologías digitales.
¿Qué
pasa con la adquisición de destrezas manipulativas? Escribir, hasta ahora,
exigía el uso de una caligrafía más o menos visible, pero hoy no es necesario
hacer un trazado bonito de las letras. ¿Esto es mejor o peor? Pues cada uno que
lo piense, pero no se olvide, que escribimos para comunicarnos y si los
soportes de información han cambiado, del pergamino, el papel y la tinta, a las
pantallas digitales, haremos bien en aprender a escribir con ellas. Ahora, en el supermercado dejaran de darle su
tique de compra y, sin embargo, podrá ver el desglose de su la compra en
su teléfono móvil. Usted puede hacer una pregunta a Google sin necesidad de
escribir en la ventana de entrada de texto, podrá hacerlo hablándole al
terminal. Esta es una realidad ineludible y su negación en el ámbito de la
escuela es un grave error. Las herramientas para aprender han cambiado y los
docentes deben incorporar en su trabajo diario con los alumnos las nuevas herramientas.
La pregunta ahora será ¿Cómo introducir estas herramientas? Aquí está el
problema, bueno, más bien el reto. Es
precisa una alfabetización del profesorado en el uso de las tecnologías
digitales en todas y cada una de las materias, sin excluir ninguna. Este es un
imperativo al que no podemos ni debemos sustraernos los docentes.
Es difícil saber cuáles serán las destrezas de un ciudadano del año 2050, pero no les quepa la menor duda que serán distintas a las de hoy. De todas las distopías imaginables, la de la “educación del futuro” quizá sea la más inquietante a la vez que la más fascinante.
¿Podemos afirmar que la lengua, la historia, la filosofía no
necesitan de las tecnologías digitales para enseñarse en la escuela? Fíjense en
los medios de comunicación, a través de los que nos llega la información, se
nutren de sistemas y procesos digitales para mover las noticias en los miles de
millones de nodos que en tiempo real ponen en movimiento billones de mensajes
en todo el planeta. La nueva lingüística necesita de las máquinas para estudiar
los fonemas, las construcciones gramaticales y la expresión en lenguajes
asequibles, para diseñar los protocolos de interrogación a los sistemas de IA,
para aprender conceptos en el llamado aprendizaje de máquina; los sintagmas
ahora son cadenas de ceros y unos, los cuales son tratados en grandes bases de
datos con las llamadas tecnologías del “Big Data”. Las máquinas hoy incorporan
herramientas de procesado del “lenguaje natural” que se encargan de múltiples
tareas que en otra época las resolvían los llamados “escribientes” en las
comunidades sociales. El dictado de órdenes y la contestación a mensajes se
formula haciendo uso de patrones lingüísticos para los que las maquinas son
entrenadas mediante el llamado “machine
learning” El lenguaje no es una excepción que de modo milagroso adorna
nuestras facultades intelectuales, el lenguaje es un modo de comunicación y,
aun digo más, es un medio para manejar la información, y parece bastante lógico
que este se adapte a las exigencias de los nuevos métodos de comunicación en la
sociedad humana.
¿Qué es lo que más interesa que aparezca en los medios de
comunicación? ¿Quién decide qué es verdad y qué es mentira? ¿Quién genera las
corrientes de opinión y por tanto los movimientos sociales?... Nuestros alumnos
deben aprender a procesar informaciones digitales que les llegan a través de
sus terminales, deben familiarizarse con las estructuras y los paradigmas de
las máquinas que los reciben, los procesan y hasta los generan.
Escribir leyes de educación es más
fácil que enseñar al alumno cada día de una manera exitosa.
El conocimiento antes se generaba y trasmitía de una manera
distinta, había confluencia de fuentes y repositorios que residían en puntos
concretos, las bibliotecas y los centros de investigación, ahora la información es ubicua, está en cualquier lugar y en cualquier
momento a nuestra disposición, y buscarla , contrastarla y curarla (curar
la información es seleccionar la que es útil y contrastada como veraz de la que
no lo es) es una tarea que las personas
debemos saber hacer. Para entender eso bien, recomiendo a mis colegas
profesores que lean por favor los preámbulos de las leyes de educación y los
objetivos de etapa y todo cuanto se escribe en ellas para deslumbrar a sus
“señorías los diputados” cuando las votan en los parlamentos, pero luego no se
llevan a la práctica. Escribir leyes de
educación es más fácil que enseñar al alumno cada día de una manera exitosa.
No se sostiene la involución a planteamientos pedagógicos
que en el pasado pudieron ser de éxito, pero que ahora no lo son. Cada época de
la historia manejó unas claves culturales e ideológicas distintas, porque
distintos fueron los regímenes políticos, las creencias religiosas, los
paradigmas científicos y la propia filosofía. Está bien enseñar en medio de la
naturaleza, llevando a los alumnos a la plaza, al jardín, al hospital y al
taller para que in situ se les forme sobre conceptos, valores y
destrezas en el ámbito del trabajo y el servicio a la sociedad, pero eso no
debe significar la renuncia o el desprecio de los computadores en las aulas.
Enseñar matemáticas con un ábaco en el siglo XXI, en mi
opinión, es un gran error porque querámoslo o no la sociedad actual se ha
dotado de una tecnología que ha costado mucho esfuerzo y dinero y que además
bien usada resuelve problemas. No podemos matar nuestras propias criaturas, las
máquinas nos ayudaron a crecer en la revolución industrial y permitieron que
más personas pudieran vivir mejor. Hace 80 años la esperanza de vida media en
el mundo era de 40 años, hoy es de 80 años.
Si le damos unas tijeras a un niño y no le explicamos qué
cosa debe hacer y cómo debe hacerlo seguramente el niño se dedicará a cortar
las cortinas del salón de casa, a quitarle hojas al libro o hacer serpentinas.
Un martillo es una herramienta que debemos conocer y saber usar para llevar a
cabo acciones que nos sirvan a nosotros y a los demás.
En mi opinión, lo que hay que debatir es el momento en el que el alumno está preparado
para el uso de los medios digitales, el tiempo que debe dedicarle a su manejo y
las estrategias de uso del propio medio. Las estructuras de pensamiento se
conforman en nuestro cerebro como consecuencia de un proceso madurativo de
aprendizajes, le son propias al que aprende y su evolución no responde a los
patrones secuenciales de los llamados “tutores digitales inteligentes”, claro
que no. No es acertado darle a un niño de 2 años un teléfono móvil para que se
entretenga, claro que no, no es sano que nuestros hijos dediquen horas y horas
a jugar con juegos digitales o a navegar de manera caótica en la red, claro que
no. Hay que saber en qué casos, cómo y cuándo usar el “martillo y las tijeras”,
por supuesto.
No es inteligente matar al mensajero para acabar con el
mensaje. No vale con esconderle el móvil o el portátil al niño, hay que
educarlo en su uso, y recuerden los padres que para educar hay que hacerlo con
el ejemplo. Es importante analizar el mensaje y utilizar al mensajero para
devolver la contestación. Vivimos en un mundo tremendamente polarizado en el
que nuestros juicios son minimalistas y casi siempre infundados en la
experiencia y el análisis. No debemos caer en el maniqueísmo del vale o no vale.
Reconozcamos que la implantación de las
tecnologías digitales requiere una previa alfabetización del profesor que
promueve su uso. Resulta ciertamente difícil pedirle al profesor que
implante metodologías que en su educación no implantaron o con las que él no
aprendió. En este sentido es importante que se preste atención a la formación del profesorado, a una formación real,
científica, humanística y artística por enumerar unas partes del todo. Los instrumentos de aprendizaje no deben
demonizarse porque no sabemos usarlos o porque no nos enseñaron con ellos.
Este planteamiento nos lleva a la figura de un modelo de
profesor motivado y proclive a su propia formación. Podemos decir en este
sentido que hoy es más difícil enseñar con las nuevas herramientas que lo era
antes con las pizarras y los libros de texto. En este sentido no creo que la
solución sea desterrar los medios o matar al mensajero de la tecnología para
resolver el problema de la motivación de los alumnos y el éxito en los procesos
de aprendizaje. En mi opinión, no hay que desterrar al ordenador del aula,
según nos cuentan algunos, más bien se trata de aplicar con juicio la paradoja
de “las tijeras y el martillo.
José
Manuel Ruiz Gutiérrez
Profesor
Catedrático de Tecnología de EE.MM.
Ingeniero
de Telecomunicaciones
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Miércoles, 4 de Diciembre del 2024
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