Opinión

La paradoja de las tijeras y el martillo

Una reflexión sobre la Educación Tecnológica en Primaria, ESO y Bachillerato del siglo XXI

José Manuel Ruiz Gutiérrez | Martes, 12 de Marzo del 2024
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Les propongo un experimento muy sencillo. Veamos. Vayamos a una clase de Primaria y dejémosles a los chicos unas tijeras y un martillo, dos herramientas muy útiles por cierto. Digámosles cómo funcionan y poco más; luego pongámosles a que hagan cosas, que den rienda suelta a su imaginación y hagan lo que quieran. ¿Qué pasará al cabo de una hora de clase? Tendremos papeles caóticamente recortados, tirados por todos los lados, pupitres con golpes, dedos sangrantes, clavos mal clavados, … un desastre. ¿Qué pasó?

¿Qué hicimos mal? Repartimos herramientas y no marcamos pautas de trabajo, normas de uso, proyectos a realizar ni objetivos de ningún tipo. ¿Podemos decir que las tijeras y el martillo no son herramientas útiles en el aula? ¿Debemos desterrar estas herramientas de nuestro armario de materiales? Creo que todos entendemos que las herramientas en sí no son un fin, con ellas por sí mismas no podemos hacer nada que sea útil y justificable. Todos estamos de acuerdo que sin un “guion”, sin una “intención” no es posible aplicar con éxito en el aula cualquier herramienta.

La tecnología nos facilita la vida

Ahora acompáñenme al mundo real, fuera del aula. ¿Cómo se compran los billetes para viajar en tren? ¿Cómo se dibuja? ¿Cómo se fabrica un coche? ¿Cómo se investiga una nueva vacuna?... Podríamos hacer una lista con miles de preguntas de este estilo y todas ellas tienen un denominador común: Con la ayuda de la tecnología y la ciencia. ¿Quién puede argumentar que el progreso tecnológico por sí mismo es malo? Todo lo contrario, la tecnología nos facilita la vida. Tenemos que reflexionar sobre el uso de las herramientas. La tecnología, como el martillo de nuestra paradoja, mal utilizada puede ser demoledora, destruyendo la civilización que la creó y que la usa.

Quizá, en alguna ocasión, podemos sentir nostalgia de aquellas largas “cuentas de dividir” que hacíamos en nuestros cuadernos, o aquellas pizarras de números que llenaba el profesor para demostrar el teorema de Pitágoras. Sentir añoranza de aquellas clases magistrales en las que los profesores nos explicaban el mundo. Aquel trabajo que todos entendíamos que era vocacional y mal pagado. Está bien que añoremos, sobre todo los que conocimos otro mundo académico, otro concepto de enseñar y educar, pero quizá no está bien que  proyectemos el uso de esas herramientas en nuestros alumnos alegando que el método antiguo era mejor. ¿Qué diferencia existe entre la expresión de una idea a través de una pizarra como la de la imagen y la misma expresión haciendo uso de una pantalla táctil. ¿Cambia el mensaje expresado? Ciertamente no debería hacerlo.  Los pregoneros en los pueblos de antaño ya no existen, ni las palomas mensajeras. Ahora están los correos electrónicos, WhatsApp y las redes sociales. No es necesario desplazarse a la ventanilla de la delegación para entregar una instancia, no es preciso saber hacer raíces cuadradas para resolver una ecuación de segundo grado. Pitágoras dibujaba triángulos en la arena de la calle para explicar su famoso teorema, ahora lo podemos hacer con un programa de Geometría Dinámica con el que seguramente aprenderemos más rápido. Las raíces cuadradas las hacen las calculadoras a la velocidad del rayo. ¿Qué pasa con el pensamiento algorítmico? ¿Cómo cambiar la ejecución de un proceso de cálculo para conseguir el mismo resultado? La tecnología nos da la solución, si bien ella no nos regala las ideas, la creatividad y la actitud que se plantean en el mundo del pensamiento.

Con estos y otros muchos ejemplos, podemos llegar a la conclusión de que los contenidos y los métodos han cambiado en la planificación de las actividades de enseñanza. Sin duda, los cambios siempre resultan ser incomodos y, en ocasiones, los docentes nos empeñamos en mantener lo conocido a costa de no explorar lo desconocido. Pasa en todos los oficios, pero convengamos todos en pensar que nada resulta fácil de aprender y adaptar, por lo tanto estamos en una época de retos en la educación.

Suecia ‘saca’ las pantallas de las aulas y vuelve a los libros de texto: ¿qué pasa en España con las tablets? (niusdiario.es). Este es el título de uno de los muchos artículos que se vienen publicando como noticia en los medios de comunicación del mundo, creando cierta sorpresa e inquietud en las autoridades académicas. El hecho de que Suecia, que fue pionera en la digitalización de las aulas, eche el freno ahora y decida no invertir más en tecnología y poner el énfasis en el papel frente a las pantallas, plantea el interrogante de si es el comienzo de un cambio de tendencia generalizado en toda Europa. Se empiezan a oír voces que abogan por una vuelta a la enseñanza clásica rescatando metodologías ya abandonadas o en desuso. ¿Qué opinan ustedes? ¿Podemos prescindir de estas herramientas modernas para enseñar?

Dice en un artículo la periodista Ana García Quesada: "Qué lástima que en la educación estemos dando estos bandazos y que pasemos de todo a nada. De amar a odiar la tecnología. No podemos apostar primero por la digitalización en todas las escuelas, por poner pizarras digitales, por comprar tablets y ordenadores para todos los alumnos, y de golpe decir, qué miedo, que Suecia está dando marcha atrás. Volvamos a los libros y a los exámenes en papel", lamenta Héctor Gardó, doctor en Ciencias de la Educación y director del Equidad Digital en la Fundación Bofill. Comparto esta opinión con preocupación. Se habla y comenta sobre el informe Pirls que denuncia la pérdida de capacidad de lectura de los jóvenes estudiantes achacándolo al uso de las nuevas tecnologías como lo son las mencionadas tablets. Creo que la Educación merece un tratamiento más serio que el que le imprimen los políticos y responsables gubernamentales. Abogo por un tratamiento del tema más científico y menos político.

Aunque se argumente esta decisión con datos convincentes, me preocupa el hecho. En este artículo estoy hablando del concepto de herramienta o instrumento poniendo en evidencia que el desarrollo y aplicación de las tecnologías digitales en las aulas es un hecho incuestionable. ¿Podemos argumentar la vuelta a los métodos antiguos cuando la sociedad avanza en sentido contrario? Esta contradicción es muy preocupante y en mi opinión los expertos deben postularse como tales, frente a los legisladores, que para cada periodo legislativo, en nuestro país y otros, se empeñan en cambiar las leyes de educación. No nos olvidemos de los miles de millones que se llevan invertidos en nuestro país para la alfabetización de los profesores en el uso de las tecnologías digitales y en la compra de pizarras digitales, ordenadores, proyectores, software educativo y cientos de cursos de formación en cada una de las Consejerías de Educación de nuestro país. ¿Qué está pasando?

Creo que algunos detractores del ordenador en el aula se están equivocando. Me pregunto. ¿Alguien piensa que por el simple hecho de usar los ordenadores o las tablets, los alumnos deben sacar mejores notas? Ciertamente no. Por estar en una sociedad con poderosos medios de comunicación podemos decir que el ciudadano se siente menos solo o mejor informado. No. No equivoquemos las cuestiones. Una vez más vuelvo a la paradoja de las tijeras y el martillo: El uso de una buena herramienta no garantiza la creatividad o el desarrollo mental de los alumnos. Insisto que estamos hablando de instrumentos, no de metodologías ni de objetivos educativos.

Tranquilicémonos ante los cambios tecnológicos, seamos críticos y usemos los medios con valores éticos. El profesor, enseña y, de momento, enseñar no es una función atribuida a las máquinas. La realidad virtual nunca podrá sustituir un paseo por la campiña descubriendo el maravilloso mundo que nos ofrece la naturaleza. Hablemos de capacidades o destrezas. El aprendizaje no es una función que exclusivamente sirva para comprender el mundo, para saber por saber, no, el aprendizaje tiene un aspecto muy importante que es de adquirir destrezas para desempeñar determinadas tareas, para enfrentarse a problemas y saber resolverlos con éxito. Pensemos en el importante papel que aporta en la educación aquellos contenidos que definimos de carácter propedéutico o instrumental del aprendizaje: Saber manejar una hoja de cálculo, escribir con un procesador de texto, enviar un correo electrónico, buscar información en las redes o un programa de diseño gráfico son conocimientos propedéuticos para abordar el estudio de las materias que configuran el currículo en cada curso, sobre todo en la enseñanza Primaria y Secundaria. Los sistemas sociales y productivos de nuestra sociedad exigen ciudadanos que no solo tengan conocimientos teóricos sino que han de tener conocimientos empíricos que les permitan resolver tareas: A estos se le llama desarrollo de destrezas o capacidades.

Es precisa una alfabetización del profesorado en el uso de las tecnologías digitales.

¿Qué pasa con la adquisición de destrezas manipulativas? Escribir, hasta ahora, exigía el uso de una caligrafía más o menos visible, pero hoy no es necesario hacer un trazado bonito de las letras. ¿Esto es mejor o peor? Pues cada uno que lo piense, pero no se olvide, que escribimos para comunicarnos y si los soportes de información han cambiado, del pergamino, el papel y la tinta, a las pantallas digitales, haremos bien en aprender a escribir con ellas.  Ahora, en el supermercado dejaran de darle su tique de compra y, sin embargo, podrá ver el desglose de su la compra en su teléfono móvil. Usted puede hacer una pregunta a Google sin necesidad de escribir en la ventana de entrada de texto, podrá hacerlo hablándole al terminal. Esta es una realidad ineludible y su negación en el ámbito de la escuela es un grave error. Las herramientas para aprender han cambiado y los docentes deben incorporar en su trabajo diario con los alumnos las nuevas herramientas. La pregunta ahora será ¿Cómo introducir estas herramientas? Aquí está el problema, bueno, más bien el reto. Es precisa una alfabetización del profesorado en el uso de las tecnologías digitales en todas y cada una de las materias, sin excluir ninguna. Este es un imperativo al que no podemos ni debemos sustraernos los docentes.

Es difícil saber cuáles serán las destrezas de un ciudadano del año 2050, pero no les quepa la menor duda que serán distintas a las de hoy. De todas las distopías imaginables, la de la “educación del futuro” quizá sea la más inquietante a la vez que la más fascinante. 

¿Podemos afirmar que la lengua, la historia, la filosofía no necesitan de las tecnologías digitales para enseñarse en la escuela? Fíjense en los medios de comunicación, a través de los que nos llega la información, se nutren de sistemas y procesos digitales para mover las noticias en los miles de millones de nodos que en tiempo real ponen en movimiento billones de mensajes en todo el planeta. La nueva lingüística necesita de las máquinas para estudiar los fonemas, las construcciones gramaticales y la expresión en lenguajes asequibles, para diseñar los protocolos de interrogación a los sistemas de IA, para aprender conceptos en el llamado aprendizaje de máquina; los sintagmas ahora son cadenas de ceros y unos, los cuales son tratados en grandes bases de datos con las llamadas tecnologías del “Big Data”. Las máquinas hoy incorporan herramientas de procesado del “lenguaje natural” que se encargan de múltiples tareas que en otra época las resolvían los llamados “escribientes” en las comunidades sociales. El dictado de órdenes y la contestación a mensajes se formula haciendo uso de patrones lingüísticos para los que las maquinas son entrenadas mediante el llamado “machine learning” El lenguaje no es una excepción que de modo milagroso adorna nuestras facultades intelectuales, el lenguaje es un modo de comunicación y, aun digo más, es un medio para manejar la información, y parece bastante lógico que este se adapte a las exigencias de los nuevos métodos de comunicación en la sociedad humana.

¿Qué es lo que más interesa que aparezca en los medios de comunicación? ¿Quién decide qué es verdad y qué es mentira? ¿Quién genera las corrientes de opinión y por tanto los movimientos sociales?... Nuestros alumnos deben aprender a procesar informaciones digitales que les llegan a través de sus terminales, deben familiarizarse con las estructuras y los paradigmas de las máquinas que los reciben, los procesan y hasta los generan.

Escribir leyes de educación es más fácil que enseñar al alumno cada día de una manera exitosa.

El conocimiento antes se generaba y trasmitía de una manera distinta, había confluencia de fuentes y repositorios que residían en puntos concretos, las bibliotecas y los centros de investigación, ahora la información es ubicua, está en cualquier lugar y en cualquier momento a nuestra disposición, y buscarla , contrastarla y curarla (curar la información es seleccionar la que es útil y contrastada como veraz de la que no lo es)  es una tarea que las personas debemos saber hacer. Para entender eso bien, recomiendo a mis colegas profesores que lean por favor los preámbulos de las leyes de educación y los objetivos de etapa y todo cuanto se escribe en ellas para deslumbrar a sus “señorías los diputados” cuando las votan en los parlamentos, pero luego no se llevan a la práctica. Escribir leyes de educación es más fácil que enseñar al alumno cada día de una manera exitosa.

No se sostiene la involución a planteamientos pedagógicos que en el pasado pudieron ser de éxito, pero que ahora no lo son. Cada época de la historia manejó unas claves culturales e ideológicas distintas, porque distintos fueron los regímenes políticos, las creencias religiosas, los paradigmas científicos y la propia filosofía. Está bien enseñar en medio de la naturaleza, llevando a los alumnos a la plaza, al jardín, al hospital y al taller para que in situ se les forme sobre conceptos, valores y destrezas en el ámbito del trabajo y el servicio a la sociedad, pero eso no debe significar la renuncia o el desprecio de los computadores en las aulas.

Enseñar matemáticas con un ábaco en el siglo XXI, en mi opinión, es un gran error porque querámoslo o no la sociedad actual se ha dotado de una tecnología que ha costado mucho esfuerzo y dinero y que además bien usada resuelve problemas. No podemos matar nuestras propias criaturas, las máquinas nos ayudaron a crecer en la revolución industrial y permitieron que más personas pudieran vivir mejor. Hace 80 años la esperanza de vida media en el mundo era de 40 años, hoy es de 80 años.

Si le damos unas tijeras a un niño y no le explicamos qué cosa debe hacer y cómo debe hacerlo seguramente el niño se dedicará a cortar las cortinas del salón de casa, a quitarle hojas al libro o hacer serpentinas. Un martillo es una herramienta que debemos conocer y saber usar para llevar a cabo acciones que nos sirvan a nosotros y a los demás.

En mi opinión, lo que hay que debatir es el momento en el que el alumno está preparado para el uso de los medios digitales, el tiempo que debe dedicarle a su manejo y las estrategias de uso del propio medio. Las estructuras de pensamiento se conforman en nuestro cerebro como consecuencia de un proceso madurativo de aprendizajes, le son propias al que aprende y su evolución no responde a los patrones secuenciales de los llamados “tutores digitales inteligentes”, claro que no. No es acertado darle a un niño de 2 años un teléfono móvil para que se entretenga, claro que no, no es sano que nuestros hijos dediquen horas y horas a jugar con juegos digitales o a navegar de manera caótica en la red, claro que no. Hay que saber en qué casos, cómo y cuándo usar el “martillo y las tijeras”, por supuesto.

No es inteligente matar al mensajero para acabar con el mensaje. No vale con esconderle el móvil o el portátil al niño, hay que educarlo en su uso, y recuerden los padres que para educar hay que hacerlo con el ejemplo. Es importante analizar el mensaje y utilizar al mensajero para devolver la contestación. Vivimos en un mundo tremendamente polarizado en el que nuestros juicios son minimalistas y casi siempre infundados en la experiencia y el análisis. No debemos caer en el maniqueísmo del vale o no vale. Reconozcamos que la implantación de las tecnologías digitales requiere una previa alfabetización del profesor que promueve su uso. Resulta ciertamente difícil pedirle al profesor que implante metodologías que en su educación no implantaron o con las que él no aprendió. En este sentido es importante que se preste atención a la formación del profesorado, a una formación real, científica, humanística y artística por enumerar unas partes del todo. Los instrumentos de aprendizaje no deben demonizarse porque no sabemos usarlos o porque no nos enseñaron con ellos.

Este planteamiento nos lleva a la figura de un modelo de profesor motivado y proclive a su propia formación. Podemos decir en este sentido que hoy es más difícil enseñar con las nuevas herramientas que lo era antes con las pizarras y los libros de texto. En este sentido no creo que la solución sea desterrar los medios o matar al mensajero de la tecnología para resolver el problema de la motivación de los alumnos y el éxito en los procesos de aprendizaje. En mi opinión, no hay que desterrar al ordenador del aula, según nos cuentan algunos, más bien se trata de aplicar con juicio la paradoja de “las tijeras y el martillo.

José Manuel Ruiz Gutiérrez

Profesor Catedrático de Tecnología de EE.MM.

Ingeniero de Telecomunicaciones

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