Me quiero referir a la sordera política, por supuesto que interesada y selectiva de la que está haciendo alarde el partido socialista.  Una falta de audición que pocos entienden. Ya sabemos que, en política, como en otros aspectos de la vida oímos y vemos sólo aquello que nos conviene, que cada cual es muy dueño de hacerlo. La cuestión cambia de manera radical cuando ese comportamiento afecta a los demás y en el caso de un gobierno, a toda la sociedad que compone una nación.

Ayer mismo, durante el debate sobre la Ley de Amnistía, desde la bancada socialista se apelaba de manera vehemente y reiterativa  al motivo más noble para aplicarla: la búsqueda de convivencia.  Una convivencia que desde el minuto uno, los partidos que apoyan al gobierno vienen no sólo desoyendo, sino despreciando. No hizo falta más que oír las intenciones que los partidos independentistas catalanes siguen manteniendo como hoja de ruta: la autodeterminación, proclamada además de forma airada.

La ciudadanía asiste de forma atónita a un espectáculo que resulta patético. Ver como un gobierno mantiene una sordera interesada y profunda ante el vocerío independentista que prosigue en su objetivo de siempre. la independencia, algo que todo el mundo entiende como algo diametralmente opuesto al deseo de convivencia.