Opinión

A Rafael Torres

Antonio Marín | Domingo, 17 de Marzo del 2024
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Vaya por delante mi admiración, mi respeto y mi afecto hacia D. Rafael Torres, actual presidente de la Cooperativa Virgen de las Viñas, por el cariño volcado a su tierra, por su capacidad gestora, por cuanto ha conseguido y por el futuro prometedor que se vislumbra, desde la labor del día a día, después de tantos años.

Soy de un pueblo vitivinícola, Chiclana de la Frontera de Cádiz, muy similar en su idiosincrasia a Tomelloso, pegado al sustento del terruño, genuflexo ante la tierra, repartida su mirada entre la nube y el surco, expectante y sumiso a la espera de la posible lluvia, su maná. Como Rafael, aquí, también, se irguió un hombre, anclado a su tierra, y descubrió el horizonte. Comprobó que los caminos no tenían fin, que no existían distancias inalcanzables. Supo ver. El condicionamiento de lo lugareño y lo cotidiano, como una religión, se fue modificando con el tiempo.  Desde esa incipiente altura descubrió rutas interminables. Intuyó que en otros lugares habría otras cosas, y tomó el hábito de descubrir.

Los aperos de labranza, tan ásperos y tiernos a la vez, seguirían sirviendo, pero mejorados. Las nuevas herramientas se adaptaban a todos los gremios. Los hombres volvían de aquellas lejanías, con nuevas cosechas de conocimientos, que emplearon, consiguiendo dominar y encauzar aquello que estimaban como lo más oportuno. Se pusieron en marcha, y la unión hizo la fuerza.

Rafael Torres tuvo mucho que ver con esos cambios. Tenía conocimientos, enamorado de su tierra y era creible y fiable. Se rodeó de un equipo de gestores que desde un trabajo duro, incansable, serio y cabal llevaron a esta Cooperativa al sitio privilegiado de las grandes empresas, que envidio, insanamente por supuesto, porque no creo en el edulcorante y ruborizante, sana envidia.

El Certamen Virgen de las Viñas, con tantas ediciones ya y un grandísimo prestigio, tiene una muy considerable importancia, tanto económica como cultural y se ha convertido en un referente, pero vayamos a sus comienzos. Me explico. Para que nadie se dé por aludido, focalizo el relato en mi pueblo. En una reunión de viticultores, todos mirando para el terruño, escudriñando las nubes y las cabañuelas, preocupados por el precio de la uva, los jornales, y las mil incertidumbres de todo tipo, aparece el capataz y dice, que para la próxima cosecha, vamos a hacer un “concurso de pintura”. Imaginaros;  las manos van a la gorra, a la calva, hay reojos para dar y tomar, muecas de estupor, que “eso cómo va a ser”, y “que aporta eso a las viñas” y cien reacciones más, inimaginables todas. El capataz explica, lidia, razona. y saca adelante el proyecto. Para mí es como saltar a la arena de los gladiadores romanos, silenciar las luchas y sacar a hombros a Calígula. Ahí se forjó la valía de ese hombre excelente que es Rafael Torres. A partir de ahí se hizo aún más grande. Concilió alrededor de su liderazgo a cooperativistas, políticos, empresas, sector económico, artistas, y sobre todo, inculcó a todos la idea de un proyecto que hace tiempo tomó carta de naturaleza

Qué personaje tiene España, cuánto lo admiro, y cómo lo envidio, pero de verdad.

 ¡Felicidades Tomelloso!

Antonio Marín

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