Opinión

Dos casos extraordinarios de la naturaleza

Fermín Gassol Peco | Lunes, 18 de Marzo del 2024
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Lo normal en esta vida es ser normal, valga la redundacia. La gran mayoría de nosotros venimos a este mundo con unas capacidades que aún no llegando a ser idénticas rondan siempre situadas alrededor de unos parámetros muy parecidos; que también, son minoría, se encuentran personas privilegiadas, aquellas que forman parte de la élite mental o física, atletas del intelecto y el deporte.

Pero existen otros seres humanos que no destacando en ninguna de estas cualidades citadas lo hacen por otras que resultan impresionantes. En los dos ejemplos, del de una mujer y un hombre, que a continuación cito son dos también las cualidades que les adornan y de qué manera, cuales son la capacidad sexual y la voluntad. 

El primer caso bien pudiera parecerse a una empresa de nueva creación aunque no creo que de muy larga duración como ustedes sospecharán también más tarde, dada la actividad de esta curiosa “sociedad tan limitada”. Y es que una inglesa con el “síndrome de excitación sexual persistente” encontró en su día al socio ideal para su el funcionamiento de su “empresa”. Los “socios” que había tenido antes no le daban el rendimiento exigido para poder satisfacer sus trescientos orgasmos diarios, han leído bien pero, cosas del destino, buscando lejos lo encontró muy cerca; enfrente de su casa vivía el socio idóneo, de momento así parece, aunque está aún por ver si el “nivel de voluntad” que el espléndido vecino atesoraba mantiene sus altas cotas de prestaciones prometidas. 

El segundo caso llama poderosamente la atención. Se trata de un fenómeno de la naturaleza que década tras década, año tras año, mes tras mes, semana tras semana, día tras día, hora tras hora, no ha fallado  en su afán ni un solo día. Un actor norteamericano además de hacer películas, alguna muy buena, ha tenido el tiempo suficiente, la encomiable voluntad y la sobradísima salud para compartir su colchón a lo largo de cincuenta años con más de doce mil setecientas mujeres…

La noticia en principio es tan impresionante como extravagante y sospechosa de vanagloria. Porque ya me dirán; para que una empresa tan longeva, cincuenta años de actividad empresarial en un autónomo son muchos años, no haya cerrado un solo día, necesita que el jefe, el fenómeno, no haya estado nunca de baja ni por un mal resfriado. Todos sabemos de la heroicidad de algunos empresarios que llevan puesta su empresa encima como es el caso del que nos ocupa, pero una vida laboral tan larga y tan intensa hace sospechar que son demasiados lobos para un bosque solo. Lo de las doce mil setecientas caperucitas es una cosa más creíble porque en ese bosque tan frondoso que es América encuentras de todo, mucho y bueno en cualquier sitio.

Hay otro puesto en esta “empresa” tan particular que también es necesario, el “contable”; aunque al tratarse de “un trabajador por cuenta propia” lo más probable es que este importante cargo, fundamental a la hora de pasar a la posteridad, lo desempeñara el mismo empresario. Ya me dirán ustedes si no es extraordinario su cometido; ir contando, anotando cada “tiro” haciendo luego la correspondiente muesca en la culata después de cada disparo, aunque bien mirado, el verdadero mérito no estaría en el “empresario” sino en el “wínchester” que ha disparado y que ha tenido tan larga vida...y alcance.

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