Se decía, en ocasiones con ironía, que antes no se leía porque estaba prohibido leer y ahora no se lee porque se obliga mucho a los niños, y consideran la lectura como una imposición de sus padres o de la escuela, una imposición aburrida y además requiere un gran esfuerzo. En contraposición, el poner de una película de vídeo resulta más sencilla y procura una satisfacción inmediata y sin esfuerzo. No obstante, la lectura es una de las bases de la verdadera educación, donde se encuentran diversos modales que, además de cualquier forma temporal, permiten que los niños puedan leer y experimentar el interés por la lectura.

Pero, quién se atreve a luchar contra lo que nos representa el televisor ahora, y su modo de entretenimiento sin esfuerzo. Deberíamos de medir, ese tiempo, con las tareas y la lectura. Quizás no le dedicáramos todo su tiempo, y así tendremos ya alguna curiosidad de abrir un libro, y fijarse más en la lectura, para que el niño se apropie de ese lugar y disfrute de sus primeros cuentos, y relatos cortos, siempre apropiados para su edad. Nadie se convierte en lector de la noche a la mañana, el hábito y el placer de la lectura, se adquiere gradualmente desde los primeros libros con ilustraciones, dirigidos a los niños más pequeños al principio. No basta con darle un libro al niño, hay que ayudarle a leerlo y disfrutar con él acompañándolo en ese mensaje que debe transmitir el libro a ese niño, para que tenga la actitud y la fuerza y el deseo para coger un libro. No es una obligación de que hay que leer para aprender, sino el placer que el niño sienta que nosotros lo pasamos bien leyendo con él, para que él pueda comprender y sentirse responsable en la lectura… De esta forma, pude aficionarme a leer desde mi infancia.