Deporte

La historia de un gimnasio pionero en Tomelloso

Felipe Quevedo Martínez, que será reconocido en la próxima Gala del Deporte, rememora la trayectoria de cincuenta años de su emblemático centro Olimpia

Carlos Moreno | Martes, 2 de Abril del 2024
{{Imagen.Descripcion}} Entrañable fotografia en la que Felipe Cañamón aparece el primero por la derecha, mientras que el segundo por la izquierda es el recordado Antonio Serna Entrañable fotografia en la que Felipe Cañamón aparece el primero por la derecha, mientras que el segundo por la izquierda es el recordado Antonio Serna

Felipe Quevedo ve desde la ventana de su cocina, el trasiego de personas que cada día acuden a su gimnasio Olimpia, ubicado en la esquina de las calles Clavel y Noguera. Entran por la portada y saludan al maestro que, a sus ochenta y cuatro años, cumplidos el pasado 14 de marzo, mantiene viva la ilusión de proporcionar un modo de vida saludable a sus paisanos que se ejercitan y cuidan su cuerpo en el centro. Felipe, que será reconocido en la próxima Gala del Deporte con una mención especial, rememora una trayectoria longeva y ejemplar, llena de sacrificios, pero también también de muchas satisfacciones.

Felipe, al que todo el mundo conoce por el apodo de Cañamón, tenía solo catorce años cuando pasaba un día con su familia en Alcázar y vio en un quiosco de prensa una revista de culturismo. “Yo era un crío bastante debilucho y me llamó la atención ver a esos deportistas tan fuertes. Me dije, ojala yo estuviera así de corpulento y fuerte. Ahí nació mi afición porque me traje a casa la revista, me hice unas pesas de cemento, alguien me dejó también unos platillos y empecé a hacer los ejercicios que enseñaba la revista. Me cansaba bastante porque por el día trabajaba en el campo y tuve que ir administrando mejor las cargas porque vi que podía pasarme”.

La enfermedad de un hermano suyo obligó a sus padres a realizar grandes sacrificios para poder pagar los medicamentos. “Tuvieron que vender algunas tierras, de las pocas que teníamos.  Tocaba sacrificarse y Mi hermano y yo fuimos aprendiendo el oficio del campo, empezando a funcionar con lo que nos había tocado. El campo no nos daba mucho dinero, pero yo confiaba en que vendrían tiempos mejores y poder hacer realidad el sueño de montar un gimnasio en mi casa y que la gente del pueblo hiciera deporte”.

Felipe instaló ese primer gimnasio en la cámara de su casa con aparatos que le hacían los herreros y después, a mediados de los setenta, compraría un inmueble contiguo para ampliarlo y mejorarlo. “Ya entonces apareció algún gimnasio en el pueblo, pero yo seguí mi línea de trabajo, formalidad, precios  y buen servicio a la gente; de este modo, pude mantenerme. Yo me conformo con seguir adelante y que la gente joven, que no dispone de mucho dinero, pueda hacer deporte y alejarse de cosas negativas. Aquí hemos ofrecido halterofilia, culturismo y hasta algo de boxeo, aunque a la larga me he centrado más en el culturismo”.

Por las manos de Felipe Cañamón han pasado muchos deportistas de  la ciudad y otros lugares. Ha fabricado campeones y se emociona al recordar a algunos de ellos. “En el año 1974, un alumno mío, Ramiro Ruiz, logró ser campeón de España en peso pesado medio. Diógenes López García, el hermano del pintor, fue subcampeón en su categoría. También entrené con Salvador Ruiz, el argamasillero que logró ser campeón del mundo. También cogí a Antonio Serna, que vino a mi gimnasio siendo un crío, aunque él luego se decantaría por el power lifting. Recuerdo también a Rovira. Por el gimnasio ha pasado mucha gente y me queda la satisfacción de que todos han quedado contentos por la formalidad y seriedad que han visto”.

Hasta gentes del mundo del circo y también del cine se acercaron al gimnasio de Felipe para entrenar y conocer sus métodos. Cuenta también, con cierta sorna, esas apuesta que se hacían para levantar carros y otros pesados objetos. 

Y setenta años después de ver aquella revista en un quiosco sigue al pie del cañón. Felipe Quevedo uqe no se ha planteado algún alquiler o arrendamiento “porque podría resentirse la clientela. Todo esto me sirve de entretenimiento. He ido invirtiendo en los mejores aparatos y me suelen visitar personas de otros gimnasios para ver los equipos que tengo. Los aparatos de gimnasio tienen que cumplir unos requisitos exigentes para que se pueda trabajar bien con ellos. Al mismo tiempo, me fui formando y me saqué todos los títulos de entrenador de halterofilia hasta alcanzar el grado internacional. En este mundo nunca se para de aprender”, termina diciendo en esta amena charla en la que siempre ha ido intercalando sus palabras con  una enternecedora sonrisa. 

   


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