Opinión

Aprender a morir

Una materia que aún no se enseña en las escuelas

José Manuel Ruiz Gutiérrez | Sábado, 6 de Abril del 2024
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Comienzo este artículo con un pensamiento sobre el que pido reflexionen aquellos que me lean.

Qué patético fue tratar de relegar la muerte a la periferia de la vida

cuando la muerte estaba en el centro de todo”.
Elif Shafak, novelista turco

 

Habitualmente escribo mis artículos de manera relativamente rápida, concebirlos me lleva un tiempo y después redactarlos, cuando las ideas las tengo claras, resulta bastante rápido y gratificante. Sin embargo este artículo que escribo hoy me ha llevado más tiempo en su proceso de ideación. Llevo semanas con la idea de escribir sobre la muerte y sencillamente me ha costado sentarme ante el teclado y escribir. Tengo decenas de documentos, enlaces a páginas Web y videos en YouTube, así como algún libro que me he comprado sobre el tema y, por fin, vengo aquí para enfrentarme a este reto, para mí, muy serio.  Seguramente serán varios los artículos que escriba sobre el tema, porque éste da para mucho.

La muerte es un tema que no necesita presentación, todos sabemos que nos vamos a morir, esta es una de las pocas verdades que podemos asegurar sin miedo a equivocarnos. Sin embargo, poco se nos ha enseñado en la vida, la escuela y la universidad, sobre este asunto. Es cierto que todas las religiones lo tratan y en todas se ha creado un relato más o menos inteligible y/o asumible para comprender la muerte, pero, lamentablemente, no se ponen de acuerdo las distintas teologías para llegar a una explicación única y más o menos plausible.

En la actualidad, vivimos con un sistema de valores y unos códigos de conducta que poco abordan el tema. La muerte se ha recluido a los hospitales, las morgues o los tanatorios huyendo, como poco, de la indiferencia y el rechazo de la colectividad humana. Vivimos excesivamente apegados al ego lo cual nos resta perspectiva existencial y nos empuja a “vivir la vida” como si esta fuera eterna.

Fíjense lo que aparece en un documento del Consejo Europeo distribuido a través de su comité de Salud Pública, que ya en 1981 reconocía la importancia del morir en nuestra sociedad, cito textualmente: “Se muere mal cuando la muerte no es aceptada; se muere mal cuando los profesionales sanitarios no están formados en el manejo de las reacciones emocionales que emergen en la comunicación con los pacientes;  se muere mal cuando se abandona la muerte  al ámbito de lo irracional, al miedo, a la soledad,  en una sociedad donde no se sabe  morir”. Como acostumbra a decir el Dr. Manuel Segarra, experto en Cuidados Paliativos  y Presidente del colegio de médicos de Barcelona, del que hablare después, cuando habla del tema: “no es broma hablar de la muerte

Hay dos personas a las que he leído con atención y escuchado sus conferencias, en estos últimos meses, que han despertado en mi  un gran interés hacia este tema, ambos son científicos, médicos de prestigio y sus palabras son bastante creíbles. Me estoy refiriendo al Dr. Manuel Sans Segarra (https://www.manuelsanssegarra.com) y al Dr. Enric Benito Oliver (https://www.alfinaldelavida.org/enric-benito-2/). Tomen nota de sus nombres y si lo desean busquen en internet sobre ellos y sobre sus conferencias, háganlo en YouTube; vale la pena, me lo agradecerán. Estos hombres forman parte de los llamados médicos expertos en Cuidados Paliativos, ambos poseen una amplia experiencia en el tema del “acompañamiento en la muerte” y sus aportaciones están siendo muy importantes en la medicina actual de nuestro país. El doctor Enric Benito es fundador de la Fundación SECPAL (Sociedad Española de Cuidados Paliativos) que integra a profesionales de distintos campos, entorno a este tema, y el Dr. Sans es Fundador y Presidente de la Asociación de Médicos Sénior del Hospital Universitario de Bellvitge y miembro de Sociedades de Cirugía de Catalunya, España, Francia, Inglaterra y Japón. Para mi ambas personalidades merecen un gran respeto, independientemente de las opiniones de cada uno cuando les leemos o les escuchamos.

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La medicina, todos lo sabemos, está pensada para sanar las enfermedades, para salvar vidas. Esto ha sido así hasta ahora.  En las facultades de medicina la muerte esta “proscrita”, nada que ver con la muerte, desde las distintas cátedras. Me pregunto. ¿Acaso no es preciso ayudar a la gente a morir? ¿Cada uno de nosotros nos tenemos  que morir como Dios nos dé a entender? ¿Cómo es esto? Desde hace unos decenios, en los hospitales, lejos del academicismo de las facultades de medicina, se han empezado a cuestionar los profesionales de la sanidad, si acaso no es hora de crear “unidades de cuidados paliativos” para facilitar a los enfermos, desahuciados para ser sanados, el tránsito de la muerte. Alegrémonos pues, si esto es así, porque ahora empieza a preocupar el hecho de la muerte. La medicina tiene una nueva tarea, en la que sobran los medicamentos y las ayudas mecánicas y se incorporan nuevos y necesarios paradigmas relacionados con la psicología, la psiquiatría, la enfermería, los servicios sociales, etc.

La prestigiosa revista médica internacional (quizá la mejor de todas) Lancet  (http://www.lancet.com) organizó una comisión de investigación con el encargo de recabar el estado de este tema dentro y fuera de la medicina, con el fin de consolidar de manera seria y oficial el interés por el tema de la "ayuda a morir”. En su volumen numero 339 de febrero de 2022, se recoge el resultado de la investigación llevada a cabo por dicha comisión en un documento de 48 páginas al que he tenido acceso para leer un resumen, que cualquiera de ustedes puede leer como yo en el siguiente enlace.

Hay un libro que he leído con mucho interés del Dr. Enric Benito cuyo título, ya de entrada, es muy original, se trata de “El niño que se enfadó con la muerte”. Si quieren conocer el aspecto humano  de este hombre léanlo, en principio no busquen en él ciencia o religión, busquen “testimonio” y lo encontraran, el libro lleva un subtítulo muy esclarecedor: “Claves para entender y acompañar en el viaje definitivo

No pretendo en este articulo explicarles, resumiendo, lo que hasta ahora he leído, quiero que sean ustedes, mis amables lectores, los que se asomen al tema a partir de los datos biográficos y bibliográficos que aparecen en este artículo. ¿Por qué este planteamiento? Sencillamente porque estoy tratando un tema que, si bien tiene ciertas conexiones con la ciencia, pertenece más a la “espiritualidad” y, sinceramente, no deseo “evangelizar” a nadie: Mi invitación es a asomarse al tema y liberarse de tabúes e ideas contaminantes. En casi todo el material que he revisado no he encontrado asuntos teológicos ni doctrinales, he encontrado testimonios y evidencias médicas y psicológicas promovidas desde las unidades de paliativos de distintos hospitales y el propio testimonio de enfermos.

No quiero hacer “yoismos” en mi exposición, pero debo explicar algo muy importante para entender la tesis de mi artículo. Si acaso solo quiero decirles que hace veinte años este tema no hubiese despertado en mí el interés que ha despertado. Ahora, que estoy exento de mis obligaciones laborales y trabajo para mi mismo (estoy jubilado, lo han adivinado, ¿verdad?), trabajo en lo que me interesa sin trabas y escribo lo que pienso sin censuras, porque no busco editor para mis libros.

¿Por qué mi interés en la muerte? Llevo tiempo queriendo escribir sobre este estado de “buena esperanza” (es broma) que llamamos “la jubilación”. Tengo un deseo cada vez mas acuciante de escribir y describir lo que la jubilación me está aportando, y la muerte es uno de los temas que he seleccionado para meditar e investigar aunque sigo con mis robots y mi IA que también me apasionan.

¡Ahí es nada!. Conversan dos jubilados al amor de un rayo de sol sentados en un banco y se dicen: - ¿Sabes que se ha muerto fulano? Pues, si lo vi hace un mes por la calle-. Y fulano se ha ido, se ha disipado. ¿Dónde ha ido fulano? La muerte es algo tan natural como irreal. ¿Cómo es esto? La muerte es más ¡bien un tránsito hacia otro “estado de conciencia mas elevado”. Esto no lo invento yo, lo escriben y lo dicen médicos, que no están locos ni son iluminados espíritus, más bien son hombres y mujeres que “lidian” cada día con la muerte, discútanlo con ellos, pero por favor atiendan lo que se dice del tema y por supuesto valoren quién lo dice. Piénsenlo, les concedo una tregua de tiempo para ello. No les hablo de asuntos religiosos, cada uno que adapte el conocimiento empírico del que nos hablan estos científicos a sus creencias, esto les ira bien, es saludable. ¿Por qué no?... La religión es una poderosa arma que nos acerca a nuestra conciencia espiritual y nos habla de “transcendencia”.

Dice el Dr. Benito: “No es fácil venir (nacer) ni irse (morir), pero es sólo en el momento del traspaso”. Si le preguntásemos al bebé que ya está colocado en el canal pélvico de su madre dispuesto a salir, seguramente nos diría que no quiere salir, que allá en el vientre de mamá estaba calentito, bien alimentado y protegido de los virus. Y es cierto que rompe a llorar, porque nacer es un “pequeño tránsito, algo incómodo”, después, todo son parabienes y el bebé vive encantado con sus primeras caricias, las agradece las memoriza y luego, un día, hace uso de ese recuerdo. La muerte viene a ser algo parecido, se trata de desencarnar (lo contrario que encarnar, que es nacer), es un tránsito en el que nuestra conciencia local o temporal desaparece y nos integramos en una conciencia supra corporal  en la que, según algunos pocos testigos que han revertido su marcha en mitad del proceso y han vuelto a disponer de su cuerpo, han relatado a los  propios médicos sus vivencias. Pasado este tránsito, cuento lo que he estudiado, se entra en una situación extracorporal muy agradable, en un estado de “felicidad” que, dicen los que volvieron, no es fácil describir.

En un próximo artículo les hablaré de estas experiencias desde el punto de vista de la ciencia. Escribiré sobre las llamadas ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte).

La muerte es una “enfermedad con pronostico de curación” (entiendan la metáfora). Realmente en el momento de morir si se produce una muerte, la del “ego”. El ego es nuestra personalidad ligada a lo material, lo que somos en esta dimensión, el ego es quien infunde las ganas de vivir, de agarrarse a la vida a pesar de todo. La desaparición de nuestro ego, o lo que es lo mismo, la muerte, nos produce miedo y ese es el miedo ancestral que se ha tenido al tránsito. Las distintas sociedades y culturas desde los albores de la historia han construido cosmogonías que aportaban explicaciones muy diversas a la muerte, pero en todas ellas ha estado y esta presente un plano, estado, nivel o llámenle como quieran que trasciende el de la conciencia local o corporal. Todas han construido un relato para explicar lo que cada vez mas esta siendo iluminado por la ciencia apartándose de la mitología y el oscurantismo promovido por la ignorancia.

 

José Manuel Ruiz Gutiérrez

Profesor Catedrático de Tecnología de EE.MM.

Ingeniero de Telecomunicaciones

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