Situémonos para
empezar. La herencia recibida del siglo XX en lo que se refiere a la cosmología
podemos decir que se basaba en un modelo “materialista del universo”, es decir
solo podremos hablar de materia y las leyes que regulan su evolución. Dicho de
otro modo, el materialismo filosófico asume que “la realidad no puede existir
mas allá de los objetos físicos en un universo espacio-temporal regido por las
leyes de la ciencia. No dejando alternativas para propósitos o causas finales inteligentes. Así estaban las
cosas. En lo que se refiere a la “mente” y sus estados, desde la perspectiva
materialista, pueden reducirse a estados físicos, es decir configuraciones físico-químicas
o neuronales del cerebro y nada más.
Una de las
características por las que se empieza a identificar este siglo XXI es por el
cambio del paradigma materialista y construccionista de la ciencia y el
pensamiento del siglo XX hacia una orientación espiritualista -panteísmo
espiritual-. Desde el que se expresa una nueva cosmovisión, que es la “profunda
impregnación de inteligencia que subyace en el cosmos”.
Esta
transformación del pensamiento implica la participación de una “presencia”, de
una Entidad Creadora, responsable de todo lo creado. Un “operador” omnipresente
y omnipotente que apretó el botón del Big Bang y se puso en marcha este proceso
histórico evolutivo de acuerdo a unas leyes perfectamente pensadas para que las
cosas ocurrieran de la manera que ocurrieron, ocurren y ocurrirán, abarcando todo
lo cognoscible. Un trabajo perfectamente diseñado que lejos del “azar” se
somete a una serie de leyes perfectamente trazadas con una “intencionalidad”
creadora inteligente. En definitiva, con otras palabras, la existencia de un
Dios creador
Me gusta siempre
mencionar las fuentes de mis pensamientos, acompañar mis preguntas de esquemas intelectuales
probados y demostrables, por ese motivo les voy a comentar el último libro que
estoy leyendo, ya casi terminando, cuya lectura, en cierta manera, ha sido la causante
de que ahora este escribiendo de Dios y la ciencia. Me estoy refiriendo al
libro “Dios la ciencia las pruebas” de los autores Michel-Yves Bolloré y Oliver
Bonnassies que ha sido traducido y publicado de su versión original en francés
por la Editorial Funambulista en octubre de 2023 (1ª Edición). El libro lo
prologa en su versión original Rober W. Wilson Premio Nobel de Física (por sus
trabajos sobre el origen del universo).
En sus más de 550 páginas
encontramos una ingente cantidad de información, documentación bibliográfica y biográfica
sobre asuntos relacionados con la física, la biología, matemáticas, filosofía y
también la religión.
Los autores de
este libro se han dedicado a clasificar y mostrar las teorías cosmológicas que
los grandes pensadores del siglo pasado nos dieron, en los campos que acabo de
mencionar, buscando en la ciencia “semillas de una fuerza creadora
desconocida”, la existencia de un una mano “creadora” sin la cual no hubiese
sido posible que el universo hubiese llegado a producir la propia vida, la vida
inteligente.
De manera ordenada
y sistemática se repasan en el libro los mas importantes avances del
conocimiento con los que hemos comenzado el siglo, principalmente en lo que se
refiere a la física cuántica, la bioquímica y la biología molecular.
Concepción
azarosa o concepción inteligente
Cuando miramos el
cosmos en una noche estrellada es fácil que nos formulemos la siguiente
pregunta: ¿Fue el azar el que protagonizó la evolución del cosmos o hubo una
“mano” que diseñó y guio el complejo proceso de nucleosíntesis de esa masa
super densa que estalló en el instante cero del universo (Big-Bang), para
formar los primeros átomos y posteriormente de moléculas prebióticas para dar
lugar al ARN y ADN, proteínas, nucleótidos y células que forman esta mente nuestra
que se hace esta pregunta en una noche estrellada?
El azar ha sido
hasta ahora un recurso muy socorrido para justificar algunos fenómenos
singulares en el universo. El cálculo probabilístico y la descripción evolutiva
de los modelos fractales que inventara Benoît Mandelbrot en 1975, permitían a los materialistas constructivistas
salvar el escollo de el instante anterior a la explosión, dejando sin “autor” a
este maravilloso libro que es “la historia del universo” con nosotros mismos
dentro de él. Sin embargo, en la “era de la nueva física” los físicos y
matemáticos han incorporado al modelo cosmológico heredado, los fenómenos cuánticos,
la explicación de las singularidades como los agujeros negros, el misterio de
la materia oscura y otras tantas cuestiones relevantes, llegando a la conclusión
de que el modelo “azaroso” del universo es prácticamente imposible. Valga un
solo ejemplo para explicar esta cuestión: La famosa constante cosmológica que
Einstein aplicó a su concepción relativista de la mecánica celeste es de tal
naturaleza que su valor de haber sido un 1% distinto del que tiene el universo
no habría llegado a ser el que es, no se podrían haber llevado a cabo
reacciones en las partículas subatómicas capaces de crear la síntesis de átomos
o la propia luz.
Max Planck
(1858-1947) Uno de los fundadores de la física cuántica y premio Nobel de Física
en 1918 escribió: “Toda la materia encuentra su origen y existe solamente en
virtud de una fuerza. Debemos suponer, detrás de esa fuerza, la existencia de
un espíritu consciente e inteligente”.
Carlo Rubbia
(nacido en 1934) profesor de física en Harvard, director del CERN (Organización
Europea para la Investigación Nuclear con sede en Suiza) y premio nobel en
1984, expresa con toda claridad: “Hablar del origen del universo nos conduce
inevitablemente a pensar en la creación
y, mirando la naturaleza, descubrimos que hay un orden sumamente preciso
que no puede ser el resultado del “azar”, de una confrontación de fuerzas, …
Llegamos a Dios por el camino de la razón, otros siguen el camino de lo irracional.”
El
origen de la vida
En materia de biología podemos formularnos la pregunta: ¿Cómo se produjo el paso de la materia inerte a la vida? En el siglo pasado y en el anterior nunca se apagó la polémica de la generación de la vida. Recuerdo leer hace muchos años una hermosa teoría del prestigio biólogo y bioquímico Aleksander Ivánovich Oparin (1894-1980) que explicaba con asombrosa claridad como de un “caldo primigenio” de átomos y moléculas, en el medio marino, surgieron los primeros nucleótidos y por tanto la primera estructura prebiótica que “aprendió a reproducirse”. Como digo, era una maravillosa historia cargada de mucha razón. Sin embargo, Oparin no supo explicar el mecanismo que dio lugar a la primera célula viva, De nuevo se recurrió también del azar, cifrando la existencia de la vida en la probabilidad de que una serie de aminoácidos se colocaran de una determinada forma para construir la “maquinaria reproductiva de una célula”. Oparin dio el certero golpe final de muerte a las teoría de la “generación espontánea” que el naturalista belga, Jan Baptiste van Helmont, en 1667, explicaba en su obra Ortus Medicinae, y que fue admitida por eminentes hombres de ciencia como René Descartes, Francis Bacon y el propio Newton y fue refutada en el laboratorio por el propio Pasteur.
Imagen creada con el programa IA Copilot por el autor.
Con relación al origen de la vida hay un acontecimiento
estelar que quiero traer aquí como argumento, me refiero al experimento de
Miller y Urey, que representa el inicio de la abiogénesis experimental y la primera comprobación de
que se pueden formar moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas en condiciones ambientales simples
adecuadas. Fue llevado a cabo en 1953 por Stanley Miller y Harold Clayton Urey en la Universidad de Chicago. El experimento fue clave para apoyar a la teoría de la sopa primordial en el origen de la vida de Oparin,
que ya he comentado. Bastó someter a descargas eléctricas de alto potencial un
gas confinado en un recipiente para que se depositaran en el fondo de este una
serie de moléculas orgánicas que parecían las mismas que supuestamente, según
Oparin, podrán dar lugar a la síntesis de aminoácidos, ADN, ARN, etc.
Fue un paso, como ya he dicho, muy importante y entusiasmó a
los científicos y se añadió a las teorías cosmológicas para justificar el comienzo
de la vida. Sin embargo, cuando la Biología, la Genética y la Bioquímica se han
desarrollado se ha llegado a una triste conclusión: La posibilidad de formación
de una estructura prebiótica compleja como puede ser la formación de una proteína
a través del ADN es una cuestión cuya probabilidad estadística es del orden de
uno dividido por un uno seguido de más de cuarenta ceros. Este cálculo dejó
desbordado al famoso astrofísico Fred Hoyle conocido principalmente por su
teoría de la nucleosíntesis estelar (explicación de como se forman los
elementos químicos de la naturaleza en el seno de una estrella). Ya que lo menciono,
recojo de él una frase referida a la explicación del Big Bang (término que el
mismo acuñó por primera vez) que decía: "Una interpretación con sentido común de los hechos
estudiados en el modelo cosmológico actual, sugiere que un superintelecto
jugueteó con la física”. Les recomiendo un libro
maravilloso de este hombre que publicó con 66 años de edad, en 1981, titulado
"El Universo Inteligente".
¿Qué Dios es el que
promueve la ciencia?
Es evidente que, cuando los científicos hablan de un Dios
Creador no se están refiriendo a uno de los muchos dioses que el ser humano ha
ido incorporando a sus distintas cosmogonías. Las religiones han creado
diversos relatos para abordar el concepto de un Dios Creador del Universo, pero
no son estos relatos los que la ciencia admite en sus modelos cosmológicos
actuales. Debemos dejar clara esta idea: El papel del Creador que pulsó el
botón del Big Bang y dijo ¡hágase la luz!, no puede ni debe ser atributo o
patrimonio exclusivo de ninguna religión en concreto. La cosmogonía se
encarga de estudiar las explicaciones míticas del origen del mundo enfocándose
hacia dioses dando explicaciones racionales y la cosmología se
encarga de estudiar las leyes que rigen la construcción de mundo.
En estas reflexiones que vengo haciendo a lo largo del artículo
quiero dejar clara que mi intención no es proclamar creencias o desmontar
posturas ateas, enfrentando a mis lectores en disquisiciones teológicas o
filosóficas, más bien mi intención es mostrar lo que en los últimos decenios ha
deparado la ciencia, en relación con el concepto de Dios, frente al
materialismo constructivista. En mi opinión ciencia y espiritualidad deben
caminar juntas en el viaje hacia el conocimiento.
Creo en la espiritualidad del ser humano, en tanto que la
ciencia ha admitido que existe una inteligencia universal, que ha promovido el
desarrollo bien planeado y sabiamente estructurado de la materia. Pienso que la
espiritualidad trasciende la materia y habita en planos energéticos que tienen
mucho que ver con las explicaciones que la física cuántica nos ofrece. No olvidemos
que la física cuántica se apoya en paradigmas físicos en los que el tiempo y el
espacio pierden su naturaleza conocida, y, a través de ella, construye un plano
existencial que no está regido por las leyes de la física clásica.
La mayoría de nuestros hombres de ciencia, después de una
vida de trabajo y una brillante carrera de descubrimientos, ya en su madurez,
terminan entregados a este nuevo paradigma de un Dios que es compatible con la
ciencia. Casos hay innumerables, les invito a leer el libro que les he
comentado, allí los encontrarán y creo que se sorprenderán.
José
Manuel Ruiz Gutiérrez
Profesor
Catedrático de Tecnología de EE.MM.
Ingeniero
de Telecomunicaciones
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Miércoles, 4 de Diciembre del 2024
Miércoles, 4 de Diciembre del 2024