Lucía Ruibal regresa este sábado a Tomelloso, su segundo
hogar, con el espectáculo “La bailarina salvaje”. La bailaora, nos acerca por
medio de la danza y la poesía a su mundo más íntimo. Y lo hace en primera
persona, sin prevenciones, sin red, desnuda de convenciones y con absoluta
libertad. Un espectáculo, que llega al Marcelo Grande después de contar por
éxitos sus funciones, para el que José Almarcha compuso la música que
interpreta el propio guitarrista tomellosero en el escenario.
Lucía Ruibal —que pertenece a una saga de artistas que
encabeza su padre, el cantautor Javier Ruibal— sale de una crisis personal y
artística como una mujer nueva, no reconocía a la bailaora que veía en el
espejo. De esa catarsis nace “La bailarina salvaje”, una propuesta artística
sincera, que no va a dejar a nadie indiferente.
La bailaora ha trabajado con Carlos Saura, Juan de Juan, Rafael Amargo,
Miguel Ríos o Amaral; y ha actuado en numerosos tablaos, especialmente en
Madrid. Esa libertad y sinceridad quedan de manifiesto en la charla que
mantenemos con la artista en el Café de la Glorieta.
—¿Qué tiene de salvaje Lucía Ruibal?
—El salvaje del título del espectáculo se refiere a la parte
más natural, innata y no aprendida. Durante mucho tiempo he estado siguiendo
mucho las reglas, pero claro que sí, tengo una parte salvaje como tenemos todas
y todos.
—¿Cómo nace la idea de crear este espectáculo, alejado de
lo que ha hecho usted hasta ahora?
—Nace de una crisis vital y artística en la que no me siento
muy satisfecha conmigo misma. Bailando, me miro en el espejo y no me reconozco.
Me doy cuenta que estoy siendo la bailaora que los demás quieren que sea, no la
que soy realmente, y empiezo a hacer una búsqueda hacía mi interior. Esa crisis,
que fue dolorosa y dura de pasar, se ha convertido en un camino muy bonito y en
un espectáculo del que estoy muy contenta.
—Por medio de la poesía y el baile relata ese camino, ¿no
es así?
—Cuando sufro esta crisis empiezo a escribir, no sé por qué
y no de manera premeditada. Una de esas noches en las que le daba vueltas a la
cabeza en la cama me di cuenta que necesitaba expresarme de una manera que
fuese más allá del movimiento. Sin tener ni idea comencé a escribir y comprendí
que esos textos me contaban quien era yo por dentro y quien era como bailaora.
Me fui reconociendo a medida que leía mis poemas, creo que si no lo hubiese hecho
a través de la escritura me hubiese costado más reconocerme.
—¿Cómo se traslada la poesía al baile?
—De una manera también casual esos versos fueron contando una historia. Un poema hablaba de mi infancia, otro mostraba mi crisis o contaba en otro mi formación. Me reuní con una directora de escena y entre las dos vimos que había un guion argumental, una historia que ya estaba contada, y le dimos forma. Después de tener el guion con las escenas, me pongo manos a la obra. Hablo con Jose Almarcha, empezamos a hacer la música y eso se transforma en coreografía. En mitad del proceso de creación tengo la oportunidad de contar con un gran coreógrafo, Marcos Flores. Él me coreografía la última parte del espectáculo, la de la liberación. Se encierra conmigo un par de semanas y a través de una serie de ejercicios me doy cuenta del bloqueo que tengo y empiezo a buscar mi propio movimiento y mi liberación.
—¿Qué es lo que mas le ha costado dejar en esa búsqueda?
—Sobre todo, quitarme la losa de la técnica y la estructura preestablecida.
Y, también, apartarme de la forma en la que estaba acostumbrada a hacer las
coreografías, esto es, buscando un efecto visual continuo. Estaba más
trabajando para los demás que para mí. Cuesta mucho de repente hacerlo desde
dentro hacía afuera; me di cuenta que no lo había hecho nunca. Ese momento de
enfrentarme a esta nueva forma de trabajar fue lo que más me costó. Pero una
vez que se desató me di cuenta de que era más placentero y más fácil que lo
otro.
—¿Ese resurgimiento implica la presencia de la
improvisación en “La bailarina salvaje”?
—Pero también hay miedo… Hay veces que pienso en coreografiar
las partes improvisadas por si no le gustan al público. Pero enseguida me digo “no,
tienes que ser honesta, arriésgate”.
—¿Cuánto tiempo le ha llevado “Bailarina Salvaje”?
—A lo tonto ha pasado más de un año. Ha sido un proceso
bastante largo, aunque ya hubiese mucho trabajo previo hecho.
—¿Bailarina, bailaora o la dos?
—En el flamenco, la palabra salvaje define a los bailaores
más callejeros, con la raíz más gitana. En este caso, salvaje tiene otro
sentido y no quería que hubiese confusión. Y, además, creo que, aunque el
flamenco sea mi lenguaje y con el que más me identifico, soy un poco bailarina
en todos los sentidos. Eso se puede apreciar en el espectáculo.
—Y es que al flamenco le beneficia la mezcla, ¿no cree?
—Por supuesto, el baile flamenco ha bebido de otras danzas,
está claro. Se ha creado toda una técnica que si hubiese salido solo de la
expresión que nace en los gitanos o en las casas, hubiese sido muy limitado. El
flamenco ha bebido de otras fuentes.
—Detrás de “Bailarina Salvaje” está la música de Jose
Almarcha…
—Es una suerte contar con su música, con su talento y su
cariño. Se ha volcado en este espectáculo como si fuera suyo; yo lo siento como
si fuese algo conjunto. Ha querido abrazarme de esa manera, componiendo la
música, escuchando mucho lo que yo sentía en cada momento y dándome lo que
necesitaba. Aparte de esa entrega, creo que cuento con uno de los mejores
guitarristas de este país.
—Y la dirección de Ana López Segovia…
—Ana ha sido muy importante en este proceso porque me conoce,
ha trabajado conmigo desde que era muy pequeña y sabía como tenía que tratarme.
Además, creo que tiene un talento maravilloso y el ser gaditana como yo nos da
una forma parecida de ver el arte.
—¿Qué retorno ha recibido del público que ha visto “La
bailarina salvaje”?
—Mucho cariño, sobre todo. Y la respuesta de la gente que ha
venido ha sido la de sentirse muy identificados con el espectáculo. Eso me parece
muy bonito, es una manera más directa de llegar a la emoción de las personas. De
alguna manera, todos tenemos heridas o esas cadenas que nos atan y a todos nos
importa esa mira externa. Me emociona la idea de que el espectáculo sirva para
abrir una puertecita, para decir “lánzate, se tu mismo que no pasa nada”.
—Usted procede de una familia en la que se respiraba el
arte…
—Así es, pero yo lo veía como algo muy normal. Pero ahora,
cuando miro con distancia, me doy cuenta de que en mi casa ha habido mucho
respeto por el arte. He tenido la suerte de vivirlo de una manera muy cercana,
con mucha naturalidad, sin darle más importancia. El artista es un trabajador
más, lo que pasa es que se dedica a la cultura. He de reconocer que he tenido
una educación muy cercana al arte y eso me hecho lanzarme antes a dedicarme a
esto, he tenido mucho apoyo.
—¿Por qué eligió la danza como forma de expresión?
—No sé si la elegí yo, me eligió ella o fue una casualidad.
Mis padres me apuntaron a ballet con cuatro años y mis profes se dieron cuenta
enseguida que me metía mucho en el papel, era muy peliculera. Lo que empezó
como un juego, poco a poco se convirtió como una forma de estar en la vida. No
recuerdo no haber bailado.
—¿Es difícil el mundo del flamenco, desde fuera parece
muy cerrado, de hombres?
—Lo ha sido, cada vez menos y en esta época está a la par de
la sociedad. Al principio lo veía como un abismo. Empecé tarde, con catorce
años, y aunque lo tenía cerca por mi tierra, nosotros no hemos sido una familia
flamenca como tal. Pero cuando lo descubrí sentí rápidamente que era el lugar,
que era la manera en la que me iba a poder expresar. Por eso me lancé de cabeza
cuando lo descubrí. He tenido momentos
de todos, pero para mí no ha sido difícil, he tenido suerte con la gente que me
he ido encontrando en ese camino.
—Lucía Ruibal está muy unida a Tomelloso, ¿no es así?
—Tomelloso es mi segunda casa, por Jose tengo aquí familia. Por lo que he podido comprobar estando aquí, esta es una tierra en la que hay mucho arte, mucha afición al arte y mucho talento, ha dado muchos artistas. Y todo ello de una manera muy natural, Tomelloso tiene mucha honestidad y autenticidad, algo que me encanta.
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Domingo, 24 de Noviembre del 2024
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