Hace más de diez años, concretamente el 16 de enero de 2013,
echaba a andar Fundación Cadisla fruto de la unión de dos conocidas entidades,
AFAS y la Asociación Puertas Abiertas. Nació con un objetivo claro, promover la
inserción laboral de las personas con discapacidad intelectual y enfermedad
mental grave o crónica. En esta década han sido más de cuatrocientas personas
las que han pasado por la entidad —con una plantilla de setenta—, que cuenta en
su cartera con numerosos e importantes clientes.
La directora de Cadisla, Cristina Marín, nos relata los orígenes
de la fundación, los objetivos conseguidos y lo que queda por hacer. Una década
en la que ha avanzado mucho por la integración y en la que la entidad que
dirige ha sido un actor importante. Un futuro apasionante para Fundación Cadisla
que va a empezar con la puesta en marcha en próximas fechas de un vivero de
especies autóctonas en el IRIAF.
—Diez años ya, ¿cómo nació el proyecto de Fundación
Cadisla?
—Cuando Social Mancha, un centro especial de empleo de la
Junta de Castilla-La Mancha, termina, AFAS y la Asociación Puertas Abiertas se
plantean continuar ese mismo proyecto, pero como algo de aquí. Así, las dos
entidades sociales, y tomelloseras, se unen con el único motivo de promover la
inclusión social y laboral. Bernabé Blanco y yo misma le vamos dando forma
hasta que nace Fundación Cadisla.
—¿Qué significa Cadisla?
—Son las sílabas al revés de “Inclusión social de personas
con capacidades diferentes”.
—Una expresión que ha dejado de usarse, ¿no es así?
—Ahora se usa, personas con discapacidad. Los nombres van
cambiando, se van adaptando, corrigiendo… Pero seguimos siendo Fundación
Cadisla.
—Uno, que ya va peinando canas, recuerda que Cadisla se
creó con ilusión…
—Efectivamente nacimos con mucha ilusión, la misma que mantenemos ahora. En esta década se ha incorporado más gente al proyecto y le hemos contagiado esos anhelos con los que empezábamos. Aunque, con el paso del tiempo esa ilusión va cambiando, te vuelves más realista, pisando tierra firme. Intentas que los objetivos sean menos ilusorios, más tangibles. Y, cómo no, llamas a las puertas de muchas entidades y personas que sabes que te van a ayudar a conseguir esas ilusiones.
—¿Ha cumplido Fundación Cadisla en está década los
objetivos con los que se creó? ¿Se han quedado muchos en el tintero?
—Bajo el paradigma de promover la inserción laboral de
personas con trastorno mental grave crónico y personas con discapacidad
intelectual, teníamos un terreno inmenso sin cultivar. Nacimos con muchas
ideas, con muchos proyectos, pero también partíamos con una cartera
preexistente de clientes de Social Mancha, que nos plantearon proyectos
tremendos. Con esos dos caminos, el terreno baldío y los clientes con los que
contábamos, hemos conseguido muchas cosas.
Todavía nos queda campo sin cultivar, y es que, aunque diez
años parezca mucho, es poco tiempo para desarrollar un proyecto de esta
envergadura.
—Entonces, ¿qué les queda por hacer?
—Trabajar en el
mercado ordinario, sobre todo, promover más la inserción laboral en la empresa
privada. Queremos fomentar los enclaves laborales, que son esos trampolines o túneles
entre el mercado protegido y el ordinario. Y, por supuesto, nos queda seguir
llamando a muchas puertas para plantear tantos objetivos como tenemos en mente.
—¿Cómo convencen a las empresas y administraciones para
que contraten a Fundación Cadisla?
—Tenemos que dar más
explicaciones que otra empresa. Ofrecemos buen precio, el dinero es un importante,
con una buenísima calidad, la misma que pueda dar otra empresa de servicios. Y
el tercer factor que entra en juego es la inserción laboral de personas con una
discapacidad muy severa, que lo tienen muy difícil. Cuando se les da la
oportunidad de trabajar, estas personas lo hacen igual de bien que cualquier
otra. Además de esos tres aspectos, nos mueve la satisfacción del cliente… y
ahí estamos para que todo salga bien.
—En este mundo en el que vivimos, ¿es el trabajo y la
independencia económica la verdadera inserción?
—El paradigma con el que se trabaja es el de la capacitación.
En diversos aspectos o ámbitos vitales de la persona. Entran en juego muchos
recursos, comunitarios, sociales, de vivienda, recursos económicos… Lo que se
pretende con la inserción es que la persona sea participe de todos esos
recursos y que aprenda a que lo acepten, que se sepa hacer valer. Pero, además,
con todos sus derechos como persona.
En cuanto al derecho laboral, éste ofrece un empoderamiento
económico y le da a la persona un valor social, es útil a otros. No nos
engañemos, el dinero nos da la oportunidad de abrirnos a otros recursos.
También es un bastón importante para la familia. Eso genera mucha autoestima e
independencia social. Y hay otro factor del que se habla poco, con la inserción
laboral hacemos que abandonen la situación de pobreza en la que muchas personas
con discapacidad se encuentran.
—¿Cómo luchan con los estigmas?
—Trabajar con personas con discapacidad intelectual o
trastorno mental grave y crónico de forma simultánea nos hace enfrentarnos a
dos tipos de estigma. Con respecto a la discapacidad intelectual, la sociedad considera
que son personas que no sirven para todo. Habría que decir que nadie servimos
para todo, cada uno valemos para unas determinadas cosas en función de nuestras
habilidades. Precisamente es lo que hacemos en Fundación Cadisla, descubrirlas y
fomentarlas, exactamente como ocurriría con cualquiera de nosotros.
Con las personas con enfermedad mental hay que lidiar con el
estigma de la peligrosidad, la inestabilidad o las bajas. Pero, ¿quién de nosotros
no tiene un episodio de inestabilidad? ¿O quién no ha pedido una baja médica?
¿Quién no tenemos un episodio de enfado? Son personas con una enfermedad que tienen
que tomar medicación para controlar una sintomatología que no tiene que ver con
la peligrosidad.
—¿Se ha avanzado mucho en esta década en cuanto a
reconocimiento de derechos y aceptación social de las personas con discapacidad
y enfermedad mental?
—Las personas con discapacidad siempre han tenido los mismos
derechos que el resto. Por eso nacen entidad como Fundación Cadisla, para que
la sociedad visibilice que se trata de personas con los mismos derechos que las
demás y que los tienen desde que nacen.
—Hace dos años se les reconoció capacidad jurídica, que
antes no tenían en España…
—La Ley 8/2021 supone un cambio de mentalidad. Elimina la posibilidad de incapacitar judicialmente a una persona con discapacidad por el hecho de serlo. Por ello, desaparece la tutela que se sustituye por una curatela representativa o por la aplicación de un sistema de apoyos voluntarios.
—Y se ha cambiado en la Constitución el término “disminuido”
…
—Claro, estas personas no son disminuidos, ni discapacitados.
Eso son adjetivos, ahora decimos personas con discapacidad. Pero las definen
muchas más cosas que esa discapacidad. Además, si los de arriba toman
conciencia, es más fácil que lo hagamos el resto.
—¿A qué se dedica Fundación Cadisla? ¿Qué ofrece a sus
clientes?
—Trabajamos con entidades públicas y privadas y nos hemos movido
gracias al boca a boca. Más que una estrategia comercial definida de mandar
portafolios u ofrecernos puerta a puerta, nuestros mejores prescriptores son los
clientes satisfechos con nuestro trabajo. En nuestra área de Espacios Naturales
llevamos a cabo el servicio de mantenimiento y conservaciones de lugares muy importantes
para el disfrute de la sociedad. Espacios paradigmáticos como Ruidera o el
Abedular de Riofrío en la Puebla de Don Rodrigo. Llevamos la conservación de
los parques y jardines de Tomelloso y hacemos muchas podas en altura en
distintos lugares.
La señalética cognitiva es otra de nuestras tareas, que se
está implantando en muchas entidades. Tenemos la suerte, que es de agradecer,
de poder trabajar con las mayores empresas de la zona con ANRO, Fundador,
Osborne o Aqualia.
—Y además ofrecen cursos, imparten talleres, tienen una
tienda…
—Ofrecemos formación para la inserción en el mercado laboral.
Nuestro Centro Especial de Empleo cuenta con distintas áreas, Espacios
Naturales, Servicios a la Comunidad, nuestro taller y la tienda Reciclarte,
conocida por mucha gente, está en la calle Galileo. Contamos con el Servicio de Capacitación que
es una agencia de colocación, además de muchos programas de empleabilidad.
Queremos que la persona sea capacite para todas las áreas de su vida, sobre
todo laboralmente.
Y en breve, gracias a la cesión por parte de la Consejería de Agricultura de un espacio en el IRAF, vamos a inaugurar un vivero de reforestación de vegetación autóctona. Esperamos que las administraciones siguen confiando en nosotros con este nuevo servicio que vamos a ofrecer.
—¿Cuántas personas trabajan en Fundación Cadisla? Y,
grosso modo, ¿cuántas personas han pasado por aquí en estos diez años?
— Tenemos una bolsa de aproximadamente cuatrocientas personas.
Han sido quienes han contactado con nosotros, se han presentado a entrevistas y
han accedido a los distintos recursos.
Actualmente tenemos una plantilla cercana a las setenta personas.
—¿Con qué se queda Cristina Marín de esta década?
—Con mi equipo… y con los clientes que nos llaman. Y por
supuesto, con la ilusión que, como dije al principio, es la misma del primer
día y la necesitamos para el largo camino que todavía nos queda por recorrer.
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Miércoles, 30 de Octubre del 2024
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