Ismael de Tomelloso, Ismael Molinero Novillo para el siglo,
tiene desde el pasado 23 de mayo el reconocimiento por parte de la Iglesia de
Venerable Siervo de Dios. En esa fecha el Papa Francisco promulgaba el decreto
del Dicasterio para la Causa de los Santos que reconocía las “virtudes
heroicas” del tomellosero. La Santa Sede respaldaba el proceso de beatificación
de Ismael, que sube un peldaño más en el proceso para llegar a ser el primer
soldado republicano en ser declarado santo.
El reconocimiento de las virtudes heroicas de una persona
otorga el título de venerable. Esta condición ratifica que un fallecido vivió
las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las cardinales (fortaleza,
prudencia, templanza y justicia) y todas las demás virtudes de manera heroica,
es decir, extraordinaria.
Ser venerable consiste en el primer paso en el proceso
oficial de la causa de los santos, antes de ser proclamado beato y santo. Los
criterios por los que se consideraba santa a una persona son su reputación
entre la gente (fama de santidad); el ejemplo de su vida como modelo de virtud
heroica; y su poder de obrar milagros, en especial aquellos producidos
póstumamente sobre las tumbas o a través de las reliquias.
Años antes, concretamente el 17 de diciembre de 2006, se
constituyó en el Colegio de la Milagrosa de Tomelloso una asociación, promovida
y presidida por Blas Camacho, para llevar adelante los trabajos necesarios para
el buen avance de la Causa y la extensión de la devoción personal hacia Ismael
de Tomelloso. La Causa de Ismael de Tomelloso recibió el nihil obstat de la
Santa Sede en marzo de 2008, y quedó abierta en el Obispado de Ciudad Real el 5
de mayo de ese mismo año.
Una gran noticia
La noticia ha sido una alegría para la Asociación para la
Beatificación y Canonización de Ismael de Tomelloso, nos cuenta su presidente,
Joaquín Navajas, «se trata de una gran noticia que hemos estado esperando
durante diecisiete años». Una resolución como esta, apunta Navajas, «cambia
completamente la situación de la Causa ya que la Santa Sede ha reconocido las
virtudes de Ismael como un gran cristiano y lo que representa».
El paso siguiente es la beatificación para la que es
necesaria la presentación de un milagro «tenemos muchos favores del
Venerable Siervo de Dios, que habrá que estudiar y mirar. Varios de ellos son
insólitos». Actualmente la asociación se encuentra «en un periodo de
celebración y agradecimiento», en ese sentido se prepara la misa de acción
de gracias. «He recibido muchas llamadas de distintos puntos de España, también
nos la alegría del obispo de Ciudad Real y de padre Jacinto Naharro,
responsable de la Causa de los Santos en la diócesis». Además, se prepara
el traslado de los restos de Ismael de Tomelloso a la parroquia de la Asunción «algo
que va a llevar un trabajo importante».
Joaquín Navajas sustituyó al
frente de la Causa para la Beatificación de Ismael Molinero a Blas Camacho
Zancada. El abogado y político «fue el gran hacedor de esta empresa, gracias
a su gran actividad, a su iniciativa y a los medios que puso dio un gran
impulso se retomó esta causa. Fue una persona admirada y respetada y la pieza
clave para el resurgir de Ismael que ha culminado con esta noticia». También
tiene palabras de agradecimiento para el postulador de la causa, el padre
Antonio Gascón «un marianista que ha completado el gran trabajo de Valentín
Arteaga en Roma»
Una corta vida
El tesorero de la asociación para la causa de
Beatificación, Jesús Cañas Parra, traza al periodista una semblanza de Ismael.
Nació Ismael Molinero Novillo el 1 de mayo de 1917 «fue bautizado el 6 de
mayo por el párroco Vicente Borrell». Ismael formaba parte de una familia
muy piadosa «la madre enseñó a sus hijos sus primeras oraciones de muy
pequeños». El venerable fue a los seis años al Colegio de las Hijas de la
Caridad —continúa relatando Cañas— «y tomó la primera comunión el día del
Corpus de 1925. A los ocho años recibió el sacramento de la Confirmación del
obispo y beato Narciso Estenaga». Hasta los catorce años asistió a la
escuela de Félix Pavón «pero las necesidades económicas de la familia le
llevaron a trabajar como dependiente de comercio».
Destacan quienes lo
conocieron «el carácter alegre, simpático y abierto de Ismael», apunta
Jesús Cañas, Molinero no tardó en ingresar en Acción Católica Juvenil de
Tomelloso. Movido por sus profundas convicciones religiosas, en 1935 llevo a
cabo unos ejercicios espirituales en el Seminario de Ciudad Real «estuvieron
dirigidos por el padre Sánchez Oliva, que impresionado por el carisma del joven
Molinero, se despidió de Ismael poniéndose de rodillas y besándole los pies».
Fue profundizando en su fe «era una persona de misa diaria, oración y visita
al Santísimo… entregándose más a la iglesia, a los jóvenes y a los ancianos
desamparados del Hospital Asilo de Tomelloso con actos heroicos de
desprendimiento».
El julio de 1936 estalló
la Guerra Civil, e Ismael «fue testigo de las atrocidades que se cometieron».
De hecho, vio como morían asesinados el párroco Vicente Borrell y el coadjutor
con los que colaboraba y él mismo fue encarcelado en dos ocasiones. Lo moviliza
el ejercito republicano en septiembre de 1937 «sufrió en silencio el
ambiente ateo y contrario a la religión que se respiraba en las filas
republicanas». Una circunstancia que confirma el Dicasterio para la Causa
de los Santos, que señala que el joven soportó “un ambiente rudo y
anticristiano, en el que, por su fe, fue objeto de constantes insolencias y
afrentas”.
No dispara un solo
tiro
Destinado al Frente de
Teruel, participó en la Batalla de Alfama y allí, subraya Jesús Cañas, «no
dispara ni un solo tiro. Se queda de pie, tira el fusil y se aprieta a la
medalla de la Virgen Milagrosa que tenía cosida en las entretelas del uniforme».
Apresado por los franquistas en Santa Eulalia del Campo, «oculta su
pertenencia a Acción Católica y su amistad con un capitán de Tomelloso para
compartir la suerte de sus compañeros de prisión». Ahí, subraya Jesús Cañas
«comienza el sacrificio del silencio porque quería sufrir por Dios, por las
almas y por España».
Lo llevaron a San Juan de
Mozarrifar, en Zaragoza, donde enfermó de tuberculosis y fue trasladado al
hospital Clínico de la capital aragonesa. «Próximo a la muerte, rompió su
silencio para pedir la confesión al capellán Ignacio Bruna y expresarle los
motivos de su sacrificio y de su amor por Dios». El propio Bruna le
escribió una carta de recomendación, «pero él la escondió, descubriéndola,
cuando era demasiado tarde, la enfermera Aurora Álvarez, que lo atendió en sus
últimos momentos». Aunque el Venerable Siervo de Dios, señala el Dicasterio
para la Causa de los Santos, “optó por no demostrar públicamente su
catolicismo, ofreció el sufrimiento y las privaciones que padeció como
sacrificio por la salvación de España y la conversión de los pecadores. Su fama
de santidad después de su muerte creció y se difundió a través de la Acción
Católica, que ya en los años 40 organizaba peregrinaciones a su tumba”, enumera
el organismo vaticano.
Fue enterrado en el
cementerio de Torrero, en Zaragoza. En 1950, el 13 de mayo, sus restos fueron
exhumados y trasladados a Tomelloso donde reposan desde el 15 de mayo en un
panteón erigido por suscripción popular. Su fama de santidad propició homenajes
y peregrinaciones, algunos multitudinarios. Destacan el que tuvo lugar en 1940
en Zaragoza y el 20 de mayo de 1956 en Tomelloso.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Martes, 7 de Enero del 2025
Martes, 7 de Enero del 2025
Miércoles, 8 de Enero del 2025
Miércoles, 8 de Enero del 2025