Opinión

El maltrato animal

¿Los animales tienen conciencia de sí mismos?

José Manuel Ruiz Gutiérrez | Lunes, 1 de Julio del 2024
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Hace muchos años leí a uno de los etólogos más populares y conocidos del siglo pasado, Gerald Durrell. Sus historias de animales eran fascinantes. De su mano aprendí muchas cosas que me han servido para comprender mejor el mundo animal y, sobre todo, para valorar su benéfica presencia en la naturaleza. Fue un naturalista que se comprometió en la tarea de divulgar sus experiencias científicas con el objeto de acercarnos al mundo de la naturaleza con respeto y admiración. Si pueden lean sus obras y especialmente “Mi familia y otros animales” aprenderán mucho.

Los que entienden del tema.

Quiero abordar en este nuevo artículo que brindo a mis lectores, el tema del compromiso humano para con los animales así como los valores éticos que debemos asumir para convivir con todos los seres de la naturaleza. Digo todos, e incluyo a los vegetales y si me apuran hasta las bacterias. Todos somos consecuencia de un “plan inteligente” que se inició hace 3.500 millones de años, dando lugar a un mundo maravilloso del que estamos obligados a cuidar y respetar.

Otro de los hombres que durante toda su vida luchó por los derechos de los animales y contra el maltrato fue el insigne filosofo bilbaíno  Jesús Mosteríng, ocupó la cátedra de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona y, desde 1996 hasta su jubilación, fue profesor de Investigación del Instituto de Filosofía del CSIC. Fue cofundador, en 1999, y presidente honorífico de la asociación Proyecto Gran Simio, una de las entidades más destacadas a escala internacional en la protección y reconocimiento de los derechos de especies estrechamente emparentadas con los seres humanos (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes). Estos son algunos de sus libros: ¡Vivan los animales, El triunfo de la compasión, El reino de los animales y El derecho de los animales.

Félix Rodríguez de la fuente, el popular autor de documentales televisivos sobre el mundo animal, nos dejó un incalculable tesoro de material para poder adentrarnos en el maravilloso reino animal. Su labor divulgadora fue celebrada en todo el mundo y su entusiasmo contagioso prendió en la sociedad española la llama del ecologismo de manera indeleble.

La lista sería interminable, pero permítanme añadir algunos más: Jacques Cousteau, Anita Conti, Wangari Maathai (premio Nobel de la Paz), Chico Mendes (defensor del Amazonas), Jane Goodall (Etóloga de la Universidad de Cambridge). No me olvidaré, finalmente de Dian Fossey autora del libro “Gorilas en la niebla” en donde retrata la vida de los gorilas en sus largos años de estudio en el medio natural. Se dice que murió asesinada por los cazadores furtivos ruandeses que estaban llevando a la extinción a los gorilas africanos. Fossey fue encontrada muerta en el dormitorio de su cabaña en las montañas de Virunga (Ruanda) el 26 de diciembre de 1985. La última entrada en su diario decía:7​ Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado, y se concentra más en la conservación para el futuro.(WikiPedia)

La preocupación por la vida animal es una tarea que nos viene de lejos, no en vano en antiguas culturas  ya se veneraban y respetaban determinadas especies a las que se les confería valores mágicos y rituales.

Gandhi dijo que “la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que se trata a sus animales

La psicoterapeuta mexicana Nelly Glatt F en uno de sus artículos publicados en el periódico “El Universal” de México nos dice: El maltrato animal es, a la vez, un factor que predispone a la violencia social y, al mismo tiempo, una consecuencia de la misma. Forma parte de la cascada de la violencia que nos va alcanzando a todos como individuos y como sociedad. La violencia es “un acto intencional que puede ser único o recurrente y cíclico, dirigido a dominar, controlar, agredir o lastimar a otros. Casi siempre es ejercida por las personas de mayor jerarquía, es decir, las que tienen el poder en una relación, pero también se puede ejercer sobre objetos, animales o contra sí mismo” (www.animanaturalis.org).

Núria Querol Viñas, experta en violencia contra animales y personas de la  Facultad de Medicina. Hospital de la Vall d'Hebrón. Nos dice en uno de sus artículos: “En el Manual de Trastornos de la APA y en el DSM-IV figura el trastorno de conducta caracterizado entre otros síntomas por crueldad hacia animales y/o humano. La violencia hacia los animales podría tener un valor predictivo de violencia hacia humanos. El FBI conoce la relación y la utiliza en la elaboración de perfiles de asesinos en serie. (www.animanaturalis.org)

Los animales son a menudo maltratados a suerte de venganza, sobre todo por parte de hombres que maltratan a sus parejas (correlación que se da en el 71% de las mujeres que acudieron en busca de ayuda)(Ascione, 1996). En hogares abusivos, del 86 % de mujeres que tenían un animal de compañía, un 80% refirió que sus animales eran también víctimas de malos tratos. (Quinlisk, 1995).

Las preguntas

Vamos a reflexionar sobre el tema del maltrato animal intentando buscar respuesta a unas preguntas que seguramente todos nos podemos hacer. Pero antes de nada quiero dejar claro que en mi investigación sobre el tema procuro que esté rigurosamente contrastada con la ciencia y, desde luego, que me importa mucho la veracidad de lo que analizo y estudio.

Va a hacer ya 12 años que aconteció un hecho muy importante a nivel internacional relacionado con la temática animal y nuestro compromiso con la naturaleza, lo que nos permite entrar en estas reflexiones sobre la conciencia animal de una manera más o menos segura. Me refiero a la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia Animal. El día 7 de julio de 2012, un destacado grupo internacional de neurocientíficos cognitivos, neurofarmacólogos, neurofisiólogos, neuroanatomistas y neurocientíficos computacionales reunidos en la Universidad de Cambridge para reevaluar los sustratos neurobiológicos de la  conciencia, experiencia y comportamientos relacionados en animales y humanos. Si bien la investigación comparada sobre este tema se ve naturalmente obstaculizada por la incapacidad de los animales, y a menudo de los humanos, de comunicar clara y fácilmente sus estados internos, se pueden hacer las siguientes observaciones de manera inequívoca para entender la existencia de nivel de conciencia en los animales, evidentemente más bajos que en los humanos y desde luego en ningún caso entrando en el terreno de la “racionalidad”. Se escribieron, entre otras conclusiones, la siguiente. Declaramos: “La ausencia de una neocorteza no parece impedir que un organismo experimente estados afectivos. La evidencia convergente indica que los animales no humanos tienen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados conscientes junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales. En consecuencia, el peso de la evidencia indica que los humanos no son los únicos que poseen los sustratos  neurológicos que generan la conciencia. Los animales  no humanos, incluidos todos los mamíferos y aves, y muchas otras criaturas, incluidos los pulpos† , también poseen estos sustratos neurológicos”.

Muchos centros de investigación se están dedicando a desvelar y comprobar desde el punto de vista experimental y a la luz de la neurología animal aquellos postulados que permiten hablar de niveles básicos de conciencia en los animales. Parece muy evidente que los animales son capaces no solo de percibir el dolor, sino también determinadas emociones básicas relacionadas con el comportamiento de los humanos hacia ellos y viceversa.

Nos podríamos hacer muchas preguntas. Por ejemplo: ¿Los animales sufren cuando se les hace daño o se les abandona? ¿Los animales tienen sentimientos? ¿Los animales tienen conciencia? ¿Los animales domésticos son mas vulnerables que los salvajes desde el punto de vista emocional? ¿Cuáles son los animales que lloran y por qué?

¿Lloran los animales? Bueno parece que sí. Los etólogos y neurobiólogos se han propuesto estudiar este sentimiento primario en algunos animales de nivel superior desde el punto de vista cerebral y hay ya conclusiones.

Según los expertos, una de las causas más frecuentes por la que los animales lloran es la pérdida de su contacto protector, por ejemplo, cuando una cría es separada de su madre, llora y aúlla y su comportamiento cambia. Las nutrias son el ejemplo perfecto de esta situación. Se ha demostrado que algunos de los animales más sensibles son los mamíferos, como las focas, los elefantes o los delfines, que lloran y se quejan cuando sienten tristeza generada por situaciones como la separación de sus madres o cuando algún miembro de su manada muere. De igual manera, especies como el ciervo o el oso, lloran cuando se sienten perseguidos y amenazados por un cazador.

Según un estudio publicado en la revista científica Current Biology, los perros producen lágrimas cuando se reúnen con sus dueños luego de un tiempo de estar separados, sin embargo, los científicos que participaron en el estudio evitaron concluir que el aumento en el nivel de las lágrimas de los perros, significan que esto lloren de emoción al igual que los humanos.

¿Qué pasa con la conciencia? Aquí entramos en un terreno muy delicado. La conciencia como la mente o el pensamiento son abstracciones que nos permiten identificar procesos mentales complejos. Se sabe aún muy poco sobre el tema, pero desde el punto de vista conductual sí se pueden hacer observaciones empíricas sobre las que inferir determinadas explicaciones neurofisiológicas. Me acojo a una definición básica, pero clarificadora, del término conciencia animal: Es la potestad de poseer una identidad propia, de diferenciarse del entorno, de analizarlo y de experimentar con él para aprender.

En mi opinión, hay que intentar una aproximación al problema con las dudas que el propio conocimiento científico plantea, pero también es cierto que desde el punto de vista puramente etológico hay pruebas que invitan a la reflexión. La conducta del animal evidentemente es de carácter instintivo, pero no olvidemos que el animal aprende, el animal recuerda, el animal identifica lo que le va bien y lo que le va mal, el animal construye elementos de pensamiento básico, que le ayudan a tomar decisiones porque evidentemente las toma en relación a su alimentación, seguridad, amenazas de predadores, elección de pareja, etc.

 

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