Opinión

Me lo dices …o me lo cuentas

El poder de las palabras

María Remedios Juanes | Jueves, 25 de Julio del 2024
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“Detrás de todas las palabras que hemos permitido que nos intimiden, no hay más que seres humanos con necesidades insatisfechas que nos piden que contribuyamos a su bienestar”. (Marshall B. Rosenberg) 

Voy a comenzar con una pequeña anécdota que me ocurrió hace una semana. Yo caminaba por la calle con la intención de realizar un recado y curiosamente, ese día hice otro recorrido. Pues, casualidades de la vida, me tropecé con una señora que se había quedado sin batería y me pidió que si podía hacer una llamada con mi teléfono para avisar a otra persona con la cual había quedado. Bien, la llamada no tuvo mucho éxito puesto que la otra persona no respondió. Después, la señora se entristeció y al final, terminó contándome su pequeña historia. El problema no era el móvil sino sus emociones y sentimientos. Estuve escuchándola y dejando que se desahogara. Fue un gran alivio para ella, poder soltar todo lo que llevaba dentro. Le di unos pequeños consejos y se marchó tan contenta, que terminó por alegrarme más el día.

Esta pequeña anécdota confirma, tal y como expresa el filósofo Luis Castellanos, el poder de las palabras positivas y la escucha. Las buenas palabras te permiten ser mucho más rápido en  comprender, más capaz de encontrar futuro y salida a tus problemas. Una de las palabras que nos da mayor poder es el “SÍ”. Decir “NO”, no construye puentes. El sí es compartir la vida. La alegría la sientes en tu cerebro. Por el contrario, las palabras negativas nos ciegan, nos atrapan y lo que es peor, perduran resonando en nuestro interior y no nos dejan avanzar.

Lo que es un hecho evidente es que la mayor parte de los seres humanos nos movemos por las emociones, diríamos que estamos formados por un 90% de emociones. De hecho la gran mayoría  de los problemas que tenemos en nuestra existencia, se derivan de nuestras emociones, de cómo las gestionamos y el entorno donde nos movemos. La infancia de una persona es la edad adecuada para fortalecer esos lazos de emociones en nuestro entorno familiar, aproximadamente hasta los 6 años y es en esta fase cuando se fragua nuestro mapa vital.

Otros dos aspectos relevantes, según Gardner y su teoría de las “inteligencias múltiples”, son las relaciones intrapersonales (con nosotros mismos) e interpersonales (con los demás). Estas inteligencias serán decisivas para nuestra felicidad y capacidad de afrontar el fracaso en nuestra vida.

En las conversaciones es donde nos realizamos, por ello es necesaria la conversación, para conocernos y conocer a los demás. Este ha sido el gran paradigma practicado por la humanidad, desde los griegos, “la búsqueda de uno mismo, a través del conocimiento de los demás”. Todos tenemos la necesidad de que nos escuchen, pero de verdad, con el cuerpo, la mente y el alma: que nos presten atención. Es una forma de liberarnos. Al relatar, verbalizando, lo que nos estresa, reducimos la intensidad emocional y minimizamos la posibilidad de que se entierre en nuestro subconsciente. Al mismo tiempo que encontramos un gran bienestar personal al ser escuchados. El beneficio es que crecemos intelectualmente, al comprobar cómo piensa la gente que nos rodea. Y además, emocionalmente aprendemos porque comprobamos cómo gestionan o no esas emociones.

Uno de los grandes rivales en la conversación, y me tendrán que dar la razón, mis queridos lectores, son “los móviles”. Los estímulos de la tecnología nos producen una gran adicción y  nos distraen de las conversaciones con nuestros familiares. Tales hábitos, dejar la conversación para atender el teléfono, entorpece la conversación y muchas veces se puede interpretar como una falta de respeto.

La empatía y las llamadas neuronas espejo.

¿Han oído hablar de estas neuronas? Son precisamente las que nos hacen empatizar con los demás, diríamos que nuestra receptividad hace ese efecto espejo, poniéndonos en el lugar del otro. Eso es muy importante y muchas veces se nos olvida. Es comprender como se siente y responder en consecuencia de manera adecuada a sus emociones. Las neuronas espejo tienen una conexión con diferentes áreas cerebrales.

Las palabras y los discursos que más han calado en la humanidad, han sido aquellos que se regían por las auténticas emociones. Tomemos como ejemplo las palabras inspiradoras de Martín Luther King: “Tengo un sueño, que un día allí en Alabama los niños y niñas negras se podrán dar la mano con niños y niñas blancas…”. Y así, podríamos citar más discursos de Mandela y Lincoln.

En lo que atañe a las relaciones interpersonales (con los demás), debemos cuidar nuestro lenguaje y aprender a escuchar, siendo  conscientes del bien y la transformación que podemos producir en alguien, simplemente con escucharle y dejar que exprese sus emociones y frustraciones, exactamente lo que les contaba con mi anécdota a inicio de este artículo, en mi encuentro con una mujer desconocida que me pidió ayuda. Tendemos siempre a querer ser los protagonistas y escucharnos y que nos escuchen en lugar de escuchar a los demás. Deberíamos potenciar más nuestras capacidades relativas a la inteligencia emocional. Saber escuchar es un preciado don en los seres humanos.

Las palabras tienen el poder de consolar y aliviar el malestar y el sufrimiento. Es sabido que grandes personajes de la historia han conseguido triunfar por el impulso que les han dado sus familiares, mentores y profesores o simplemente  personas  que han creído en ellos para que consiguieran sus propias metas. El poder está dentro de nosotros mismos, todo consiste en sacar esa “chispa divina” que atesoramos en nuestro interior a la que añadiremos indudablemente que nos escuchen y crean en nosotros, lo cual también ayuda y mucho.


Otros dos elementos también imprescindibles son la autoestima o “autoconocimiento” y la aceptación de nosotros mismos, con nuestras virtudes y debilidades. Para llevar a cabo esta tarea es muy importante que alguien nos escuche y valore. Y el segundo elemento es el regalo del “feedback” o retroalimentación que vendría a ser la escucha activa que nos facilita ese diálogo sanador y eficaz.

Tener a nuestro lado personas generosas, amplias de mente, que con su lenguaje verbal y no verbal sean capaces de sacar lo mejor de nosotros, distinguiendo lo esencial de lo accidental, que potencien nuestros talentos….eso es impagable, es un tesoro que tenemos que agradecer.

Ya, para concluir me quedo con esta metáfora tan sugerente que leí y despierta nuestras emociones más profundas para transformarnos en mejores personas de escucha. Pertenece al libro El aroma del tiempo  de Byung- Chul Han, quien hace  un certero diagnóstico comentando cómo los relojes chinos despedían un aroma cada vez que daban la hora. Los aromas evocan recuerdos y experiencias de un modo inmediato mucho mejor que cualquier otro impacto sensorial. Todo dependerá de nosotros, si deseamos que nuestro tiempo desprenda un buen aroma o que no tenga fragancia ni deje huella o por el contrario que tenga fuerza y aroma.

 

María Remedios Juanes 

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