Una vez que ha terminado la
participación de la Selección Española de Baloncesto en los JJ.OO. de París 24,
es el momento de hacer un pequeño balance sobre su participación y de calificar
como ha sido esta.
Podríamos definir si el paso por
los Juegos Olímpicos de La Familia ha sido un éxito o un fracaso. En realidad, éxito o
fracaso forman parte del todo y no se puede definir el uno sin mentar al otro.
Todo el que ha practicado deporte sabe que ambos conceptos son consustanciales,
entonces vamos a intentar definir la participación de La Selección desde otro
prisma.
En primer lugar desde el punto de
vista del aficionado, mal acostumbrado, benditamente mal acostumbrado. Desde
los JJ.OO de Sidney última vez en que la Selección cayó en la fase inicial de
unos JJ.OO, la España pre-Gasol, España ha sido un equipo temido y respetado,
ha llegado a ser el primer equipo del mundo conocido, fuera de la nebulosa NBA.
Una alineación de los planetas y
una pléyade de jugadores que nacieron casi al mismo tiempo nos han hecho
disfrutar de lo lindo, contando sus participaciones en JJ.OO, mundiales y
europeos desarrollando un juego hasta entonces nunca visto en el que las
victorias y los éxitos se sucedían para entera satisfacción de los que somos
aficionados al baloncesto.
El que el público francés, que nos
teme pero que también tiene un rencor palpable al baloncesto español, al que no
dejó de silbar en Lille en todo momento, es consecuencia de esos más de veinte
años en el que España ha golpeado con puño de hierro el tablero del baloncesto
FIBA. Todo esto reconocido por Tony Parker, posiblemente el hasta ahora mejor
jugador de baloncesto francés de toda su historia y que se sinceró cuando dijo
que si Pau Gasol no hubiese nacido,
Francia hubiese ganado muchas más medallas.
Desde el punto de vista técnico,
todo equipo es consecuencia de sus circunstancias y su momento. Las
circunstancias son bien conocidas, somos ahora mismo un equipo en
reconstrucción, hay que sustituir a esos inolvidables jugadores que tanto nos
han aportado, manteniendo su legado y su espíritu.
El momento lo dictan los
jugadores, bien, muy bien, extraordinarios puntualmente pero en cuya
colectividad hemos echado en falta la mayor asunción de responsabilidad de
algunos con gran cartel mientras que los de siempre derramaban entusiasmo y
energía, generosidad que ha calado entre los más jóvenes.
Dice Scariolo que hay que
acostumbrarse a la nueva realidad competitiva de España, pero calla
inteligentemente que esa nueva realidad competitiva no viene definida por la
ausencia de jugadores tan determinantes como los del pasado, sino por el
espíritu de lucha y competitividad que ha demostrado con creces en estos JJ.OO.
La derrota ante Canadá por tres
puntos y los resultados colaterales de los otros equipos de nuestro grupo han
terminado por costarnos la eliminación. En puridad, ya se podría considerar que
ha sido un éxito acudir a los juegos, no hay que olvidar que para poder venir
hemos tenido que ser los primeros clasificados de un pre-olímpico, que nunca es
fácil.
Una vez clasificados, nos ha
tocado en un grupo al que nadie se le escapa que en las circunstancias y en el
momento antes aludido, eran equipos más fuertes que España. Canadá es un equipo
NBA, llenó de muy buenos jugadores con un papel determinante en sus equipos, no
de esos jugadores que completan el banquillo. Grecia, que cuenta con una
mega-estrella NBA y con un roster de jugadores de los que continuamente nos
encontramos en la Euroliga. Australia, más de lo mismo y con una proyección que
apunta nítidamente hacia arriba. Los tres, sin duda, equipos mucho más físicos
que el nuestro pero contra los que hemos competido de igual a igual. El patito
feo del grupo no ha sido tan patito ni tan feo.
Ejemplo del párrafo anterior y de
la nueva realidad competitiva ha sido
el encuentro ante Canadá. Es muy difícil explicar y mucho más de entender como
un equipo que ha perdido 20 balones en
un encuentro ha tenido aún la posibilidad de ganar a un equipazo como Canadá,
que solo ha perdido un balón.
Esto se llama pundonor y
competitividad. Los jugadores llegan, permanecen y se van, el paso del tiempo
lo determina así, pero el espíritu de lucha y la fe inquebrantable en la
victoria debe de ser la seña de identidad de La Familia, generación tras
generación. Jugadores que lo han ganado todo lloran en el momento de la
eliminación, ese es el verdadero valor que las generaciones pasadas deben de
trasmitir a las nuevas. Si esto se pierde seremos un equipo vulgar.
Y para terminar y ya en la fase
de calificación del papel de La Selección en estos JJ.OO, debo de hablar de las
expectativas. Las expectativas son las que había, a la espera de una nueva
remesa de jugadores que terminen de completar la transición, que los hay, y que
espero que nos den muchas alegrías en el futuro junto con la consolidación de
algunos de los ya existentes y de la mejora de los que no han sabido/podido
estar a la altura de las circunstancias.
Quien cumple con lo que se espera
de él nunca puede fracasar, quién se deja el alma en la cancha tampoco puede
fracasar. Los objetivos deben de ser reales pero asumibles. Lo demás entra en
el terreno de la ficción.
Pero entiendo que alguien pueda discrepar de esta opinión.
Antonio Muñoz Serrano.
Entrenador de baloncesto.
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Domingo, 24 de Noviembre del 2024
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